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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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su concentración y volvía <strong>de</strong> nuevo a la capilla a tomar agua y<br />

santiguarse con lentitud, <strong>de</strong>teniéndose fervorosamente en los cuatro<br />

movimientos esenciales. Mas, acor<strong>de</strong> siempre con las predicaciones<br />

<strong>de</strong>l padre Arnaldo, llegó a la conclusión <strong>de</strong> que sus peticiones eran<br />

inevitablemente egoístas: pedía por él, para solucionar su vida el día<br />

<strong>de</strong> mañana y pedía por Minervina, único ser al que amaba en este<br />

mundo. Entonces <strong>de</strong>cidió pedir también por “el Corcel”, para que no<br />

se hiciera pajas en el paseo, ni obligara a “el Niño” a ir a su cama<br />

cada vez que lo necesitaba. Y por “Tito Alba” por quien empezaba a<br />

sentir afecto. Paso a paso fue añadiendo peticiones (por “el Rústico”<br />

para que se le abrieran las vías <strong>de</strong>l entendimiento, por “el Escriba”<br />

para que supiera guiarlos con tino, o por <strong>El</strong>iseo, el ex alumno <strong>de</strong> la<br />

Tenería, para que su patrono cumpliese los términos <strong>de</strong>l contrato) <strong>de</strong><br />

forma que sus visitas a la capilla empezaron a durar tanto como los<br />

recreos. De esta manera Cipriano no encontraba tiempo para<br />

<strong>de</strong>sfogarse y el sábado, en las reconciliaciones con el padre Toval,<br />

que confesaba en dos reclinatorios encarados y cubría, con un<br />

inmaculado pañuelo blanco, los rostros <strong>de</strong> confesor y penitente,<br />

reconocía que sus peticiones a Nuestro Señor seguían siendo<br />

egoístas por la sencilla razón <strong>de</strong> que con ellas no buscaba la paz o<br />

la felicidad <strong>de</strong> sus compañeros sino su tranquilidad <strong>de</strong> conciencia.<br />

<strong>El</strong> padre Toval le animaba a perseverar, a pensar menos en sí mismo<br />

y en las causas que movían sus actos, y un buen día, para ayudarle,<br />

le hizo un rápido examen a través <strong>de</strong> los mandamientos. Mas cuando<br />

llegó al cuarto, honrar padre y madre, Cipriano le dijo al padre<br />

Toval que su madre había muerto al nacer él y que a su padre le<br />

odiaba con todas sus potencias y sentidos. Aquí sí encontró el<br />

confesor materia grave y, pese a que Cipriano le habló <strong>de</strong> sus<br />

terribles miradas y <strong>de</strong> sus vejaciones, no justificó su aversión hacia<br />

él. <strong>El</strong> padre nos ha engendrado y sólo por eso ya merece nuestro<br />

aprecio. ¿Cómo amar a Nuestro Señor en el cielo si no amábamos a<br />

nuestro padre en la tierra? Los vagos escrúpulos <strong>de</strong> Cipriano iban<br />

concretándose ahora: no era tanto por “el Corcel” por quien tenía<br />

que rezar como por su padre y por sus sentimientos hacia él. Dejó el<br />

confesionario con las orejas rojas y aturdido. En lo sucesivo mentaba<br />

a su padre en las visitas a la capilla durante los recreos, pero lo<br />

hacía maquinalmente, no porque le amase sino porque el padre<br />

Toval se lo había indicado así. Sus escrúpulos se endurecían: yo no<br />

puedo amar y odiar a una persona al mismo tiempo, se <strong>de</strong>cía. Y al<br />

pensar en su padre veía su mirada bellaca, heridora, y comprendía<br />

que su oración por él carecía <strong>de</strong> sentido. Dejó <strong>de</strong> ir a comulgar. Su<br />

amigo “Tito Alba” notó su cambio y, en un paseo por la ciudad, le<br />

preguntó por la razón. O... odiar es un pecado, ¿no es cierto, “Tito”?<br />

Cierto, dijo éste. Y odiar al padre todavía es un pecado más grave,<br />

¿verdad? “Tito Alba” se encogió <strong>de</strong> hombros: yo no sé lo que es un<br />

padre, dijo. ¿Y qué puedo hacer yo si el odio nace en mi corazón con

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