El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba
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en la banqueta, apoyando la nuca en el húmedo muro, eran sus<br />
posturas habituales.<br />
Leía algún rato por las tar<strong>de</strong>s, sin provecho, y, a menudo, evocaba a<br />
Cristo para reconciliarse con él o pedirle luz para enfrentarse con el<br />
Tribunal. No pretendía exaltar su pasado ni renegar <strong>de</strong>l presente<br />
únicamente por miedo. Aspiraba a ser sincero, <strong>de</strong> acuerdo con su<br />
creencia, pues a Dios no era fácil engañarle. Con los ojos<br />
entrecerrados, en cuyos párpados comenzaba a sentir un insidioso<br />
escozor, se lo <strong>de</strong>cía así a Nuestro Señor, intentando concentrarse,<br />
olvidar don<strong>de</strong> se encontraba. Ninguno <strong>de</strong> los pasos que había dado le<br />
parecía ligero o irreflexivo. Había asumido la doctrina <strong>de</strong>l beneficio<br />
<strong>de</strong> Cristo <strong>de</strong> buena fe. No hubo soberbia, ni vanidad, ni codicia en su<br />
toma <strong>de</strong> postura. Creyó sencillamente que la pasión y muerte <strong>de</strong><br />
Jesús era algo tan importante que bastaba para redimir al género<br />
humano. Encogido en su fervor, ensimismado, esperaba en vano la<br />
visita <strong>de</strong> Nuestro Señor, un gesto suyo, por pequeño que fuese, que le<br />
orientara. |Muéstrame el camino, Señor|, gemía, pero el Señor<br />
permanecía ajeno, en silencio. |Nuestro Señor no pue<strong>de</strong> tomar<br />
partido, se <strong>de</strong>cía, soy yo quien <strong>de</strong>be <strong>de</strong>cidir, en aras <strong>de</strong> mi libertad.|<br />
Pero le faltaba <strong>de</strong>terminación, claridad, la luci<strong>de</strong>z necesaria. Y en<br />
esta espera impaciente permanecía, hasta que un comentario <strong>de</strong><br />
fray Domingo o el agudo chirrido <strong>de</strong> los cerrojos, anunciando la<br />
visita <strong>de</strong> Dato, le sacaban <strong>de</strong> su ensimismamiento.<br />
Entonces se quedaba mirando al carcelero sin moverse, su melenilla<br />
lisa y <strong>de</strong>sflecada asomando bajo su gorro rojo <strong>de</strong> lana, sus<br />
<strong>de</strong>saseados calzones cubriéndole media pierna.<br />
<strong>El</strong> hechizo se había roto y la mente <strong>de</strong> Cipriano se incorporaba a su<br />
rutinaria vida sin resistencia.<br />
Una tar<strong>de</strong>, Dato, antes <strong>de</strong> dirigirse a la letrina, pasó por su lado y,<br />
sin mirarle, <strong>de</strong>positó en su mano un papel doblado en mil pliegues.<br />
Cipriano se sorprendió. No hizo el menor a<strong>de</strong>mán, sin embargo.<br />
Sabía que la compañía <strong>de</strong> fray Domingo no le obligaba a compartir<br />
con él las noveda<strong>de</strong>s, a comunicarle la venalidad <strong>de</strong>l carcelero. Por<br />
eso quedó inmóvil hasta que Dato realizó el cambio <strong>de</strong> recipientes.<br />
Entonces <strong>de</strong>sdobló el papel y, en la penumbra, forzando los ojos,<br />
leyó:<br />
Confesión <strong>de</strong> doña Beatriz Cazalla