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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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<strong>El</strong> favor era <strong>de</strong>masiado alto para una atención tan mezquina. Hoy en<br />

día, un esclavo <strong>de</strong> Mozambique es un lujo propio <strong>de</strong> la aristocracia.<br />

A los quince años le hice bautizar y hoy está entregado a mi servicio<br />

con una fi<strong>de</strong>lidad ejemplar.<br />

Don Bernardo se sentía cada vez más achicado. <strong>El</strong> escaparate <strong>de</strong><br />

don Néstor no podía ser más <strong>de</strong>slumbrante para un pobre burgués<br />

como él. La fortuna <strong>de</strong> don Néstor era comparable, quizá, con la <strong>de</strong>l<br />

con<strong>de</strong> <strong>de</strong> Benavente. Y el dinero comportaba para don Bernardo una<br />

importancia singular. Tras la sopa <strong>de</strong> gallina, el criado les sirvió<br />

truchas y un excelente vino <strong>de</strong> Bur<strong>de</strong>os. Se movía silenciosamente,<br />

sin rozar los platos <strong>de</strong> plata con los cubiertos, ni las copas <strong>de</strong> cristal<br />

<strong>de</strong> Bohemia con el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong> la jarra. <strong>El</strong> esclavo andaba como un<br />

fantasma, levantando mucho los muslos para evitar los roces <strong>de</strong> las<br />

chinelas con la alfombra. Durante sus ausencias, don Néstor<br />

completaba su historia, sus <strong>de</strong>signios respecto a él:<br />

—Es perezoso y huidor —dijo—, pero fiel. Le he elegido como hombre<br />

<strong>de</strong> confianza pero el resto <strong>de</strong> los criados están celosos <strong>de</strong> él.<br />

Para mí, es un miembro más <strong>de</strong> la familia, Salcedo. Aunque negro,<br />

tiene un alma blanca como nosotros, susceptible <strong>de</strong> ser salvada. Lo<br />

que no le permito <strong>de</strong> momento es casarse. Imagínese un semental<br />

como él suelto por estos salones. Repugnante. Eso sí, cuando cumpla<br />

cuarenta años lo emanciparé. Será un modo <strong>de</strong> agra<strong>de</strong>cerle sus<br />

servicios.<br />

<strong>El</strong> viaje a Burgos, la velada con don Néstor Maluenda, hizo mucho<br />

bien al señor Salcedo. Olvidó su negligencia, su simulación, se<br />

<strong>de</strong>sembarazó, al fin, <strong>de</strong>l cadáver <strong>de</strong> doña Catalina y tan pronto llegó<br />

a casa, sin quitarse las calzas abotonadas, ni el zamarro <strong>de</strong> piel <strong>de</strong><br />

cor<strong>de</strong>ro, subió al piso alto, en el que dormitaba Cipriano y<br />

permaneció en pie, a los pies <strong>de</strong> la camita, mirándole fijamente. <strong>El</strong><br />

pequeño se <strong>de</strong>spertó como <strong>de</strong> costumbre, abrió los ojos y se quedó<br />

mirando a su padre sin pestañear, asustado. Pero, en contra <strong>de</strong> lo<br />

que era previsible, don Bernardo no cambió <strong>de</strong> actitud ante su tierna<br />

mirada:<br />

—¿Qué estará tramando el taimado parricida? —dijo una vez más<br />

entre dientes.<br />

Su mirada era <strong>de</strong> hielo y esta vez, el niño, en lugar <strong>de</strong> estirar su<br />

pescuecito <strong>de</strong> tortuga y otear el horizonte, rompió a llorar

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