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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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corral interior, y el <strong>de</strong> la puerta, una pieza maciza <strong>de</strong> roble, <strong>de</strong> un<br />

palmo <strong>de</strong> ancha, cuyos cerrojos y cerraduras chirriaban agudamente<br />

cada vez que se abrían o se cerraban. Los catres se extendían<br />

paralelos a ambos lados <strong>de</strong> la celda, el <strong>de</strong>l dominico bajo el ventano<br />

y, en el ángulo opuesto, en la penumbra, el <strong>de</strong> Cipriano. Con los<br />

petates, en un suelo <strong>de</strong> frías losas <strong>de</strong> piedra, apenas había una<br />

pequeña mesa <strong>de</strong> pino con dos banquetas, el aguamanil con un jarro<br />

<strong>de</strong> agua para el aseo y dos cubetas cubiertas para los excrementos.<br />

La medida <strong>de</strong>l tiempo se la facilitaba a Cipriano el ritmo <strong>de</strong> las<br />

visitas obligadas:<br />

la <strong>de</strong>l ayudante <strong>de</strong> carcelero Mamerto a horas fijas, para las<br />

comidas, y la <strong>de</strong>l otro ayudante, Dato <strong>de</strong> nombre, <strong>de</strong> sucia melena<br />

albina y calzones hasta la rodilla, que, al atar<strong>de</strong>cer, vaciaba los<br />

recipientes <strong>de</strong> inmundicias y bal<strong>de</strong>aba sucintamente la estancia las<br />

tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los sábados.<br />

Mamerto era un muchacho <strong>de</strong>sabrido, imperturbable que, tres veces<br />

cada día, <strong>de</strong>positaba sobre la mesa las escasas raciones en sendas<br />

ban<strong>de</strong>jas <strong>de</strong> hierro que recogía vacías en la visita siguiente. Dada la<br />

época <strong>de</strong>l año, vestía únicamente jubón, calzas abotonadas <strong>de</strong> tela<br />

ligera y calzado <strong>de</strong> cuerda. Nunca daba los buenos días ni las<br />

buenas noches pero no podía <strong>de</strong>cirse que su trato fuera duro.<br />

Simplemente traía o se llevaba las ban<strong>de</strong>jas sin hacer comentarios<br />

sobre el buen o mal apetito <strong>de</strong> los reclusos. Por su parte, Dato no se<br />

sometía a las normas carcelarias con la misma rigi<strong>de</strong>z. Cada vez<br />

que sacaba las letrinas o las <strong>de</strong>volvía a su sitio, lo hacía tarareando<br />

una canción frívola como si, en lugar <strong>de</strong> heces, transportase ramos<br />

<strong>de</strong> flores. Su boca se abría en una boba sonrisa <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntada,<br />

inalterable, que no se borraba <strong>de</strong> su rostro ni las tar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> los<br />

sábados durante el bal<strong>de</strong>o.<br />

Aunque la Regla prohibía cambiar impresiones con los reclusos, a<br />

Salcedo, más accesible que su compañero, le daba las buenas tar<strong>de</strong>s<br />

y le llevaba noticias o informes vagos que no le servían al prisionero<br />

<strong>de</strong> gran cosa. Menos atildado que Mamerto, vestía un capotillo <strong>de</strong><br />

dos haldas, <strong>de</strong> cordilla, <strong>de</strong>l que únicamente se <strong>de</strong>spojaba los<br />

sábados para bal<strong>de</strong>ar la celda. Quedaba, entonces, en jubón y<br />

calzones, <strong>de</strong>scalzo, sin que el hecho <strong>de</strong> aligerar su abrigo se<br />

tradujera en una mayor laboriosidad.<br />

Fray Domingo soportaba mal las confianzas <strong>de</strong> Dato, aceptaba el ir y<br />

venir lacónico <strong>de</strong> Mamerto, pero la oficiosidad <strong>de</strong>l otro, su sonrisa<br />

boba y <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntada, sus greñas <strong>de</strong> pelo albino cayéndole por los<br />

hombros, le sacaban <strong>de</strong> quicio. Cipriano, en cambio, le trataba con<br />

paciencia y dilección, le sonsacaba, pues siempre esperaba

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