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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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asegurado que Cristóbal <strong>de</strong> Padilla quedaría sujeto a su autoridad,<br />

que no volvería a <strong>de</strong>smandarse, pero la realidad <strong>de</strong>cía otra cosa.<br />

Antonia <strong>de</strong> Mella, esposa <strong>de</strong> Pedro Sotelo, comunicó al Doctor que<br />

Cristóbal la había visitado para leerle una carta, a su <strong>de</strong>cir <strong>de</strong>l<br />

maestro Ávila, muy peligrosa, y se prestó a <strong>de</strong>jársela para<br />

estudiarla. Pasados unos días, Padilla volvió con otra carta, al<br />

parecer también <strong>de</strong>l maestro Ávila, y se la leyó esta vez a la mujer <strong>de</strong><br />

Robledo. Trataba <strong>de</strong> la misericordia <strong>de</strong> Dios, y, al concluir <strong>de</strong> leerla,<br />

le dijo que advirtiera a su marido que abandonase sus penitencias<br />

porque Nuestro Señor ya la había hecho por todos. Otro día, convocó<br />

una junta <strong>de</strong> mujeres en casa <strong>de</strong> Sotelo y les ofreció un librito don<strong>de</strong><br />

se estudiaban los artículos <strong>de</strong> la fe orientados hacia la doctrina <strong>de</strong><br />

la justificación. Ante el escándalo <strong>de</strong> algunas, confesó que el librito<br />

estaba escrito por fray Domingo <strong>de</strong> Rojas, aunque a otros les dijo que<br />

él mismo era el autor <strong>de</strong> la obra.<br />

Cipriano tuvo que hacer dos viajes a Zamora para convencer a Pedro<br />

Sotelo <strong>de</strong> que no facilitase a Padilla lugares <strong>de</strong> reunión, ya que este<br />

hombre, como le había dicho el Doctor, cada día más amilanado,<br />

sembraba la discordia por don<strong>de</strong> quiera que iba. Momentáneamente,<br />

el Doctor quedó aplacado, pero cada día aportaba una novedad y<br />

una tar<strong>de</strong> informó a Cipriano <strong>de</strong> que el joyero Juan García tenía<br />

planteadas serias cuestiones familiares y <strong>de</strong>bía ponerse cuanto<br />

antes en contacto con él. Cipriano pasó por el cubil don<strong>de</strong> Juan<br />

trabajaba y éste, sin levantar los ojos <strong>de</strong> la pulsera que reparaba, le<br />

anticipó que, al día siguiente, a las siete <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, le visitaría en<br />

su casa pues en el taller no era aconsejable hablar. Una vez<br />

reunidos, Juan García rompió a lloriquear, que era <strong>de</strong> los más viejos<br />

a<strong>de</strong>ptos <strong>de</strong> la secta, <strong>de</strong> los más convencidos, pero su mujer, Paula<br />

Rupérez, fanática católica, recelosa <strong>de</strong> sus escapadas nocturnas, le<br />

había seguido una noche <strong>de</strong> conventículo por las calles en tinieblas.<br />

Afortunadamente él se dio cuenta a tiempo y se ocultó en el hueco <strong>de</strong><br />

un comercio por don<strong>de</strong> la vio pasar. Entonces se convirtió <strong>de</strong><br />

perseguido en perseguidor y durante una hora estuvieron dando<br />

vueltas por las viejas rúas <strong>de</strong>l barrio <strong>de</strong> San Pablo, él en guardia,<br />

ella <strong>de</strong>sorientada. Al día siguiente Paula le preguntó dón<strong>de</strong> había<br />

andado a tan altas horas <strong>de</strong> la noche y él reconoció que había<br />

sufrido uno <strong>de</strong> sus frecuentes accesos <strong>de</strong> escotoma y había salido a<br />

airear la cabeza. Poco a poco Juan García se había ido serenando<br />

pero advirtió que su mujer había informado <strong>de</strong> sus sospechas al<br />

confesor y había razones fundadas para temer que éste, si llegaba a<br />

tener un solo indicio, les <strong>de</strong>nunciaría sin <strong>de</strong>mora a la Inquisición.<br />

Cipriano trató <strong>de</strong> tranquilizar al joyero, le dijo que <strong>de</strong> momento no<br />

volviera por los conventículos y que, cada mes, al día siguiente <strong>de</strong><br />

celebrarse éste, pasara por su casa don<strong>de</strong> él le facilitaría un

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