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El Hereje.pdf - Biblioteca Digital de Cuba

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VI<br />

Por segundo año consecutivo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su ingreso en el colegio, llegado<br />

agosto, Cipriano participó en la Ceremonia <strong>de</strong> las Eras acompañado<br />

<strong>de</strong> dos condiscípulos y dos cofra<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la Santísima Trinidad. La<br />

clase, dividida en grupos, visitaba las eras que ro<strong>de</strong>aban la villa y<br />

pedían a Dios |prieta espiga y grano abundante|. A los muchachos<br />

les divertía tomar contacto con los labriegos, trillar, azuzar a las<br />

mulas, montar en pollino y beber <strong>de</strong>l botijo. Rezado el Pater Noster y<br />

las letanías rituales, los campesinos les entregaban unos fardillos<br />

<strong>de</strong> trigo que ellos, al llegar al colegio, <strong>de</strong>positaban en el Arca <strong>de</strong> las<br />

Limosnas y, al día siguiente, en el mercado, lo convertían en dinero<br />

contante y sonante. Cipriano, en compañía <strong>de</strong> “Tito Alba” y <strong>de</strong> un<br />

nuevo compañero, a quien apodaban “Gallofa”, quedó a un celemín<br />

<strong>de</strong> distancia <strong>de</strong>l grupo más aprovechado y fue elogiado por “el<br />

Escriba” al iniciarse la clase.<br />

Para entonces, Cipriano había empezado ya con sus escrúpulos <strong>de</strong><br />

conciencia. Atendía con sus cinco sentidos a las clases <strong>de</strong> doctrina y<br />

religión, pero <strong>de</strong> su atención no <strong>de</strong>rivaba una tranquilidad<br />

espiritual. Es más, se le antojaba que su formación religiosa <strong>de</strong>jaba<br />

mucho que <strong>de</strong>sear. <strong>El</strong> padre Arnaldo les hablaba <strong>de</strong> la oración vocal<br />

y <strong>de</strong> la oración mental y se inclinaba por aquélla siempre que la<br />

concentración <strong>de</strong>l orante fuese completa. A Nuestro Señor no<br />

<strong>de</strong>bemos <strong>de</strong>jarlo solo, les <strong>de</strong>cía el padre Arnaldo.<br />

Podéis aprovechar el recreo para hacerle una visita. Cipriano<br />

comenzó a visitar la capilla durante el recreo. Se trataba <strong>de</strong> una<br />

vieja costumbre que algunos alumnos acataban. A él le gustaban el<br />

vacío y el silencio <strong>de</strong>l templo, don<strong>de</strong> apenas llegaba el alboroto <strong>de</strong><br />

sus compañeros en el patio. Reclinado <strong>de</strong> rodillas, en el banco <strong>de</strong><br />

ma<strong>de</strong>ra, Cipriano tenía a flor <strong>de</strong> labios dos peticiones obsesivas:<br />

Minervina y su futuro una vez pasada la etapa colegial. Mientras<br />

oraba, se mantenía sereno. Era al marchar y tomar agua bendita en<br />

la pequeña pila, a la puerta <strong>de</strong> la capilla, cuando surgían las dudas:<br />

al rezar y santiguarse ¿había pensado en el sacrificio <strong>de</strong> Nuestro<br />

Señor o en el juego <strong>de</strong> zancos que le aguardaba en el patio? La duda<br />

se hacía cada vez más honda y corrosiva. Y si la daba <strong>de</strong> lado para<br />

entregarse al juego, los escrúpulos ya no le abandonaban el resto <strong>de</strong><br />

la mañana.<br />

Entonces resolvía retornar a la capilla y signarse otra vez con agua<br />

bendita, muy <strong>de</strong>spacio y pensando en lo que hacía. Pero este gesto<br />

tampoco le apaciguaba. Al salir al patio regresaban las dudas sobre

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