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318 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO<br />

las largas semanas que siguieron, hubo una serie de lances<br />

singulares, hazañas heroicas que parecen desprendidas de<br />

los romances fronterizos de fines de la Reconquista o de las<br />

octavas del Ariosto y del Tasso. El ingenuo Pedro Pizarro<br />

nos ofrece una galería de proezas, como en un cantar de<br />

gesta. Allí relumbran los hechos de Gabriel de Rojas, de<br />

Gonzalo Pizarro, de Maldonado, de Pedro del Barco y de<br />

Miguel Cornejo, apellidado el Bueno por antonomasia. Con<br />

la derrota de Lima y el avance de Alonso de Alvarado en<br />

el valle de Jauja, la proximidad de las sementeras y los<br />

anuncios del regreso de Almagro desde Chile, se fue ensanchando<br />

y debilitando el asedio; y los indios, en extremo escarmentados<br />

por los caballos, se retiraron a los cerros vecinos.<br />

Entonces fue la época de las excursiones por todo el<br />

valle, para traer comida, que tanto faltaba. Peligrosísimas<br />

eran estas expediciones, cuando había estrechuras y desfiladeros<br />

adecuados a las galgas. En una de ellas se alargó Gonzalo<br />

Pizarro hasta Jaquijahuana, lugar donde algunos años<br />

más tarde había de morir. En esta ocasión, poco faltó para<br />

que pereciera: los caballos de los suyos estaban tan fatigados<br />

y temblorosos con los galopes de las incesantes cargas, que<br />

los indios se avanzaban hasta tirarles de las colas, y había<br />

que defenderlos cuerpo a cuerpo a lanzadas y estocadas.<br />

Supo Remando Pizarro el aprieto en que estaba su hermano;<br />

hizo repicar las campanas del Cuzco, llamando a socorro;<br />

y salió a auxiliarlo en su regreso, cuando ya los expedicionarios<br />

apenas se podían tener, rodeados por una nube<br />

de envalentonados indios, a los que hubo que ahuyentar, no<br />

sin gran trabajo. En otra salida, Gonzalo Pizarro apresó dos<br />

indios, que confirmaron las nuevas del regreso de Almagro<br />

y del avance de Alvarado. Con esto se desalentaron más los<br />

asaltantes día a día; y al fin el Inca se retiró con su guardia<br />

y objetos sagrados a la lejana fortaleza de Ollantaytampu,<br />

donde por última vez pudo hacer frente victorioso a la acometida<br />

de Rernando Pizarro.

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