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LA CONQUISTA Y EL VIRREINATO 427<br />

y no pocas veces dispersos, incoherentes o desconocidos. Como<br />

consuenan con este ambiente las citas y alusiones clásicas,<br />

y ya me he permitido algunas, me perdonaréis que exclame:<br />

In corruptissima republica, plurimae leges. Esta superabundancia<br />

viciosa es a la vez causa y efecto de su incumplimiento.<br />

Los pueblos vigorosos son orgánicos. Por eso en<br />

ellos, aun en los períodos más avanzados de su civilización,<br />

predominan la tradición y la costumbre; y al revés de nuestra<br />

manía legislativa repentista, se atienen a los precedentes<br />

y la jurisprudencia de los tribunales, como en la Roma antigua<br />

y en Inglaterra, hasta que 10 propio y acostumbrado se<br />

sedimenta en sólidas leyes. A nosotros, como a los niños,<br />

nos ha seducido de continuo lo nuevo, lo insólito, lo adventicio<br />

y forastero. Si apreciáramos el Perú por la lectura de<br />

sus abigarradas colecciones de leyes, desde las constitucionales<br />

hasta las administrativas, concebiríamos una idea confusÍsima<br />

e inexactÍsima de su estado. Nuestras apariencias legales<br />

no suelen corresponder a nuestra realidad Íntima. La<br />

impunidad o lenidad deplorables que se advierten en la función<br />

represora, me las explico, no sólo por el desmayo del<br />

carácter, sino porque las disposiciones substantivas y procesales<br />

son a menudo ingertos exóticos, que no convienen con<br />

les peculiaridades y reacciones del temperamento nacional.<br />

Bien decía Montesquieu, desde los primeros capítulos de su<br />

gran obra, que "deben ser las leyes tan apropiadas al pueblo<br />

para el que se dictan, que es maravilla que las de una nación<br />

convengan en todo a otra".<br />

Nuestro edificio jurídico se asemeja a nuestras casas<br />

costeñas de habitación. Con materiales baratos y frágiles,<br />

embadurnados de vivos colores, hemos levantado una fachada<br />

aparatosa, que alucina un momento por sus adornos pegadizos<br />

de madera y yeso, clásicos, churriguerescos, modernistas<br />

y hasta góticos, en indigesta mescolanza. Lo mismo<br />

ocurre con la decoración interior; parece la tienda de un chamarilero,<br />

un desván, o cuando más el museo de un villorrio:

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