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TOMO-6

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40 JosÉ DE LA RIVA-AGÜERO<br />

porque quien fuera culpable para con Gonzalo Silvestre de<br />

tan fea acción como la supuesta apropiación coactiva de un<br />

relato mediante la amenaza de una deuda, no es verosímil<br />

que fiara para el cobro de ésta en el juramento del sobrino<br />

de Silvestre, que estaba enterado de todas las circunstancias<br />

del préstamo y de su temporal remisión, y que habría alegado<br />

como compensatoria la relación de la Florida, ni menos<br />

que en tal condición aguardara Garcilaso tántos años<br />

para reclamar el pago, y viniera a hacer revivir un crédito<br />

que moralmente debía considerarse satisfecho, si fue precio<br />

de la Florida, nada menos que en su lecho de muerte, cuando<br />

todo su afán era encomendar sufragios por su alma,<br />

fundar capellanías de misas y distribuir limosnas. ¡No!;<br />

sería dar prueba de muy triste cavilosidad figurarse tenebrosidades<br />

de ruindad siniestra por debajo de los hechos<br />

que presentan los documentos conocidos. En Inca Garcilaso<br />

subvenía de continuo con cortas cantidades a los gastos<br />

de su íntimo y viejo amigo, el pródigo Capitán Gonzalo<br />

Silvestre; y era tal la confianza que había entre ambos, que<br />

el acreedor no tuvo inconveniente en entregar por propia<br />

voluntad al deudor la escritura en que constaba la suma de<br />

lo adeudado. De la frecuente comunicación con Silvestre,<br />

y de oírle recordar a cada instante los sucesos de la conquista<br />

del Adelantado Soto, se le ocurrió a Garcilaso escribir<br />

la crónica de ella, aprov.echando las narraciones de<br />

este testigo y actor de dicha conquista, que la suerte le deparaba.<br />

Le participó la intención, obtuvo con facilidad su<br />

concurso: y para poner en obra el proyecto, se dirigió al<br />

pueblo donde Gonzalo Silvestre residía. Allí Silvestre volvió<br />

a abrir, y esta vez metódicamente, el viviente archivo<br />

de sus recuerdos; y asistió, capítulo por capítulo y aun<br />

página por página, a la redacción de sus relatos, cuyos vados<br />

de primer momento llenaba gracias al estímulo de las<br />

preguntas del incansable Garcilaso. Bien sabía que el libro<br />

había de imprimirse con el nombre de éste, según era muy

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