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Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os

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144 | Los bienes comunes del conocimiento<br />

revisada por pares y la cita de la misma es crucial para el proyecto científico,<br />

tal y como lo describe Merton, ya que es uno de sus principales métodos<br />

de corrección de errores. Por eso he escogido el término para el título. Lo<br />

utilizo libre y provocadoramente para proponer una investigación que, en<br />

primer lugar, puede parecer parcialmente deudora del proyecto de Merton.<br />

Mi objetivo es preguntar cuánto mayor impacto sobre el acceso libre a los<br />

materiales culturales y científicos, tanto académicos como no académicos,<br />

pueden tener individuos y grupos situados al margen de la academia sobre<br />

la investigación, la cultura e incluso –a pesar de su carácter más especulativo<br />

y de que es más improbable– la ciencia. Merton describió la ciencia<br />

como un proceso relativamente autónomo en que los especialistas utilizan<br />

los mecanismos disciplinarios sociológicos de la revisión por pares y las citas<br />

para separar el grano de la paja. Las restricciones de acceso a la bibliografía<br />

académica o a los datos subyacentes impuestas a los científicos habrían preocupado<br />

hondamente a Merton. La cuestión del acceso por parte del público<br />

simplemente no se abordó y es precisamente ésta la que querría plantear yo<br />

respecto a la cultura, las humanidades y las ciencias.<br />

Una conclusión de la bibliografía sobre los bienes comunes es que, en el<br />

intento de construir una comedia de los bienes comunes 4 uno debería pensar<br />

más cuidadosamente sobre sus límites, en lo tocante a quién puede utilizarlos<br />

y para qué tipos de uso. Aquí, el sentido de mi argumento es que, respecto<br />

a los bienes comunes que son las comunicaciones académicas, los límites<br />

deberían ser efectivamente muy amplios. En realidad, el principio de diseño<br />

por el que abogo aquí es que, allí donde sea posible, no se debe restringir<br />

ni el uso ni la capacidad de afinar el sistema a los académicos profesionales.<br />

«Usted obtendrá mi Biblioteca del Congreso cuando...»<br />

Una noche, mientras consultaba el catálogo de la Biblioteca del Congreso<br />

en busca de un libro de hace setenta años sobre política y mercados, de<br />

pronto apareció mi hijo. Entonces tenía unos ocho años, pero era ya un<br />

niño de la era de Internet. Me preguntó qué hacía y le expliqué que estaba<br />

imprimiendo los datos del libro para intentar encontrarlo en la biblioteca<br />

de mi universidad. «¿Por qué no lo lees online?», dijo, estirándose por<br />

encima de mis hombros, e hizo un doble clic sobre el título y frunció el<br />

ceño al ver que eso no hacía más que llevarle a otra página de información.<br />

«¿Cómo consigues leer el libro en papel?».<br />

4<br />

La expresión es de Carol Rose, que la utiliza para designar casos en que, en contra de la tragedia<br />

de los bienes comunes alegada por Hardin, el uso y la gestión colectivos de los recursos redundan,<br />

en realidad, en una eficiencia mayor que en el régimen de propiedad individual. Véase Carol<br />

Rose, «The Comedy of the Commons: Custom, Commerce, and Inherently Public Property»,<br />

University of Chicago Law Review, vol. 53, núm. 3, 1986, pp. 711-781.

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