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Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os

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286 | Los bienes comunes del conocimiento<br />

por parte de Jane Mansbridge de normas habituales en las organizaciones<br />

democráticas basadas en el consenso, surgió de su trabajo en estrecha<br />

colaboración con esos grupos 49 . Tales proyectos de investigación comprometida<br />

no solo son interesantes (y útiles para las poblaciones estudiadas);<br />

también crean modelos dentro del mundo académico. Profesores y estudiantes<br />

de posgrado pueden ver que el compromiso con la comunidad no<br />

es extracurricular u opcional; por el contrario, representa la única manera<br />

de avanzar en ciertas cuestiones importantes.<br />

Las políticas relacionadas con la financiación, la contratación, la promoción<br />

y la estabilidad condicionan al personal académico. A menudo,<br />

las universidades que compiten a escala internacional por la preeminencia<br />

académica no recompensan la investigación aplicada, y mucho menos los<br />

servicios, a pesar de la retórica contraria. Incluso cuando quieren promover<br />

y conservar a profesores que sirven a sus comunidades, se ven limitadas por<br />

los mecanismos de medición de su prestigio (como las clasificaciones de<br />

U. S. News and World Report) y por las decisiones de contratación de otras<br />

universidades 50 . En el mejor de los casos, existen dos clases de profesorado:<br />

los más destacados investigadores realizan investigaciones avanzadas, y sus<br />

colegas, con menor estatus, brindan «servicios públicos», tal vez para mejorar<br />

las relaciones de la universidad con sus vecinos.<br />

Afortunadamente, las universidades recompensan a los investigadores<br />

que abren nuevos caminos en sus disciplinas al trabajar con las comunidades.<br />

De este modo, una estrategia que utiliza el compromiso con la comunidad<br />

para alcanzar un conocimiento académico genuino encaja mejor en el actual<br />

mercado académico que una estrategia basada en el «servicio».<br />

Sin embargo, existe al menos un aspecto en el que las políticas y<br />

prioridades actuales probablemente tengan que cambiar. Los departamentos<br />

académicos tienden a preferir las investigaciones que interesarán<br />

al público nacional o internacional dentro de sus propias disciplinas.<br />

Así, son mejor recompensados los investigadores que trabajan en algo<br />

que pertenece a un solo campo, pero que se puede generalizar a una gran<br />

área geográfica. Aunque estos resultados son útiles, se necesita a la vez<br />

el conocimiento local. Las comunidades son diferentes, tienen sus propios<br />

problemas, tradiciones y activos. La investigación académica puede<br />

contribuir a importantes debates y decisiones a escala comunitaria. Por<br />

lo tanto, creo que sería muy útil crear publicaciones interdisciplinarias<br />

o páginas web dedicadas a áreas metropolitanas. Un ejemplo es San<br />

49<br />

Jane Mansbridge, Beyond Adversary Democracy, Chicago, University of Chicago Press, 1983; y<br />

otros trabajos posteriors de la autora.<br />

50<br />

Matthew Hartley y Elizabeth L. Hollander, «The Elusive Ideal: Civic Learning and Higher<br />

Education», en Susan Fuhrman y Marvin Lazerson (eds.), Institutions of American Democracy:<br />

The Public Schools, Nueva York, Oxford University Press, 2005, pp. 252-276.

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