Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os
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288 | Los bienes comunes del conocimiento<br />
ejemplo, las personas que comparten los mismos estigmas son capaces de<br />
encontrarse en la distancia y escapar así del dominio de sus comunidades<br />
locales hostiles. Boyle observa que las grandes agrupaciones de personas<br />
pueden crear compendios de información increíblemente buenos 51 . Las<br />
redes globales hacen posible este agrupamiento.<br />
Sin embargo, creo que es especialmente importante crear bienes comunes<br />
asociativos arraigados en comunidades geográficas. Existen cuatro<br />
razones principales que me llevan a esta conclusión.<br />
En primer lugar, muchas personas se preocupan a fondo por sus propias<br />
localidades, por lo que un enfoque local o regional les animará a participar<br />
en los bienes comunes. Por regla general, es más probable que la gente<br />
contribuya a las asociaciones voluntarias que trabajan localmente, porque<br />
desplazarse resulta caro y, por lo tanto, el bienestar del hogar está ligado al<br />
bienestar común de la localidad 52 .<br />
En segundo lugar, las comunidades geográficas (especialmente los condados<br />
y las áreas metropolitanas) son diversas. Este hecho es evidentemente<br />
cierto en el caso de Los Ángeles, Nueva York –y el condado de Prince<br />
George–, pero también en el caso de muchas zonas étnicamente homogéneas,<br />
que albergan, sin embargo, formas de diversidad ideológica, religiosa<br />
y de otra índole, que suelen estar ausentes cuando las personas se asocian<br />
de manera voluntaria. Algunos observadores sostienen que Internet<br />
fomenta los pequeños debates y la segmentación de las personas con ideas<br />
afines en grupos reducidos. A la vez, a través de la Red podemos escaparnos<br />
fácilmente de la gente diferente a nosotros 53 . Sin embargo, unos bienes<br />
51<br />
J. Boyle, capítulo 5 de este volumen.<br />
52<br />
Ostrom defiende, con base en estudios realizados por todo el mundo, que los acuerdos sobre<br />
la propiedad común generalmente funcionan mejor cuando «los participantes planean vivir y<br />
trabajar en la misma zona durante un largo periodo de tiempo (y en algunos casos, con la esperanza<br />
de que sus hijos vivan en el mismo lugar) y, así, no descartan el futuro» («Type of Goods<br />
and Collective Action», cit., p. 27).<br />
53<br />
En Republic.com (Princeton (NJ), Princeton University Press, 2001), Cass Sunstein asegura que<br />
Internet permite a la gente elegir noticias y opiniones que ya les interesan, mientras que depuran<br />
puntos de vista y hechos que no consideran afines. Como resultado, la población se divide en<br />
pequeñas comunidades de personas con las mismas visiones que refuerzan sus puntos de vista.<br />
Otro resultado previsto es la creciente distancia existente entre quienes muestran un interés en<br />
los asuntos públicos y quienes no sienten ese interés. Los ciudadanos motivados se benefician<br />
de todas las noticias y puntos de vista online, mientras que los que no sienten esa motivación<br />
pueden ignorar el ancho mundo, hecho que resultaba más difícil antes cuando dependían de la<br />
televisión para divertirse y del periódico para mirar los clasificados y los crucigramas. Le gustaran<br />
o no, la gente veía las noticias en la televisión y en la portada de los diarios. El libro de Sunstein<br />
se basó casi por completo en su teoría de la democracia y en algunas pruebas experimentales<br />
sobre la deliberación en grupos reducidos. Su evidencia empírica sobre Internet era relativamente<br />
débil. En consecuencia, muchos lo criticaron y ofrecieron anécdotas sobre la Red como espacio<br />
para diversos debates públicos e incluso Sunstein pareció retroceder en sus afirmaciones ante las<br />
críticas, aunque yo nunca pensé que estuviera palmariamente equivocado.