Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os
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La acción colectiva, el compromiso cívico y el conocimiento como bien común | 285<br />
embargo, no emplea el conocimiento y la energía de las personas ajenas<br />
al mundo académico y tampoco aumenta su capacidad para resolver sus<br />
propios problemas. La aplicación de conocimientos especializados puede<br />
incluso reducir la capacidad pública si la gente se vuelve demasiado dependiente<br />
o muestra demasiado respeto por la opinión de los expertos.<br />
Más aún, la asistencia técnica no puede resolver los conflictos en cuestiones<br />
normativas, ya que nadie es experto en materia de valores. No obstante,<br />
a veces, la opinión del experto puede suprimir los debates normativos. Por<br />
ejemplo, puede parecer que los economistas resuelvan un debate cuando<br />
afirman que una política es más eficiente, y los abogados pueden pretender<br />
resolver una controversia cuando sostienen que una de las partes tiene más<br />
apoyo legal que la otra. Pero ninguna de las dos disciplinas agota el ámbito<br />
de las cuestiones que los ciudadanos deberían tomar en consideración 47 .<br />
La asistencia técnica o bien es cara (y, por lo tanto, está fuera del alcance<br />
de las comunidades pobres) o es un regalo de los expertos. Un regalo no<br />
cuestiona el desequilibrio básico de poder. Tal vez pueda provocar que los<br />
residentes se sientan en deuda con la universidad.<br />
Por último, la asistencia técnica no suele ser muy estimulante para los<br />
profesores. Para muchos académicos, la investigación del servicio público<br />
es una «ciencia normal», una aplicación rutinaria de sus métodos de trabajo<br />
a un problema local. Para el profesorado con menos experiencia<br />
constituye una distracción en el camino a la adquisición de su plaza (y es<br />
poco aconsejable). Para los docentes más experimentados, es un pro bono,<br />
algo que hacen por generosidad, pero que no tiene una estrecha relación<br />
con el núcleo de su trabajo.<br />
Me interesa mucho más la investigación que aporta nuevos e importantes<br />
conocimientos y métodos a una disciplina como resultado de un estrecho<br />
compromiso con las comunidades. Por ejemplo, dudo que Elinor Ostrom<br />
y sus colegas de la Universidad de Indiana hubieran contribuido de manera<br />
crucial a la teoría de la acción colectiva si no hubieran trabajado estrechamente<br />
con la gente que gestiona los «recursos comunes» (bosques, bancos<br />
pesqueros, sistemas de riego, y tierras de pastoreo) en diversos continentes.<br />
Han recibido asesoramiento y se han inspirado en estas personas, al mismo<br />
tiempo que han proporcionado asistencia técnica y han conseguido experiencias<br />
susceptibles de ser generalizadas 48 . Asimismo, el descubrimiento<br />
47<br />
Peter Levine, «Public Intellectuals and the Influence of Economics», Higher Education<br />
Exchange, Dayton, Ohio, 2001, pp. 43-51; «The Idea of an Engaged University», una entrevista<br />
que me ha realizado David Brown, Higher Education Exchange, Dayton, Ohio, 2003, pp. 31-41.<br />
48<br />
Me refiero al Workshop in Political Theory and Policy Analysis y al Center for the Study of<br />
Institutions, Population, and Environmental Change (CIPEC), y a productos como la base de<br />
datos de ciento veintisiete sistemas de riego de uso común en Nepal: véase Elinor Ostrom y Roy<br />
Gardner, «Coping with Asymmetries in the Commons: Self-Governing Irrigation Systems Can<br />
Work», Journal of Economic Perspectives, vol. 7, núm. 4, otoño de 1993, p. 101.