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Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os

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La conservación de los bienes comunes del conocimiento | 181<br />

En segundo lugar, el empleo de archivos sin fines competitivos debiera prever<br />

la admisión en el archivo, con fines educativos y no lucrativos, de toda<br />

una serie de revistas –un número de publicaciones mayor del que pueda ofrecer<br />

una sola editorial– para buscar resultados y reflejar datos de la búsqueda<br />

en los catálogos de las editoriales individuales. Otro tipo de uso secundario<br />

limitado podría consistir en el acceso directo del usuario a los contenidos,<br />

también con fines educativos y no lucrativos, con «muros móviles» del tipo<br />

iniciado por JSTOR. Existen más posibilidades de ampliación: documentos<br />

intereditoriales agregados podrían ofrecer en los archivos a los editores<br />

de resúmenes e indexaciones una fuente única de textos, evitándoles buscar<br />

en cada una de las editoriales para indexar y permitiéndoles utilizar técnicas<br />

modernas de lingüística computacional y otras varias para mejorar sus<br />

propios productos. Los documentos fuente podrían marcarse también en<br />

la editorial como «destinados al archivo» e incluirse en éste, sirviendo a<br />

continuación como patrón para publicar los documentos derivados que la<br />

editorial destine a sus diversos mercados. Es probable que estas dos últimas<br />

posibilidades no surjan inmediatamente, debido sobre todo a que requerirían<br />

una intensa negociación entre las partes interesadas, pero sugieren ya la<br />

forma en que un modelo inteligente, empresarial y comunitario del archivado<br />

podría incorporar mejoras que conduzcan a transformaciones radicales<br />

en el sistema de las comunicaciones académicas.<br />

Aún falta mucho para establecer cuáles serán los modelos correctos<br />

de acceso que atraigan el flujo permanente de ingresos para mantener los<br />

archivos. Pero, al igual que la «disponibilidad general» puede ser excesiva<br />

por un lado, también será necesario definir por otro las condiciones,<br />

premisas o «imperativos» que pueden abrir el acceso a los denominados<br />

archivos ocultos o restringidos. Hallar el equilibrio correcto será esencial<br />

para avanzar en este entorno tan complejo.<br />

Conclusión<br />

En un reciente trabajo titulado The Ethics of Memory, Avishai Margalit<br />

(2002: 54) observa que «en una sociedad moderna, la memoria compartida<br />

circula entre las personas gracias a instituciones como los archivos y a los<br />

mecanismos comunales de la memoria, como los monumentos o los letreros<br />

de calles». El autor podría haber añadido a escuelas y universidades a su<br />

lista de instituciones, y las notas a pie de página a su lista de mecanismos<br />

de la memoria. La tarea de sostener estas instituciones y mecanismos de la<br />

memoria no es sencilla, sino una carga que debemos asumir entre todos<br />

colectivamente. «Somos –escribe Margalit– colectivamente responsables<br />

de procurar que alguien cuide de un enfermo. Pero no estamos obligados<br />

como individuos a ocuparnos de ellos nosotros mismos, mientras exista el

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