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Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os

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168 | Los bienes comunes del conocimiento<br />

Para analizar más a fondo la naturaleza del problema, examinemos la idea<br />

de si la conservación o «archivado» de revistas electrónicas y otros tipos de<br />

publicaciones digitales equivale de hecho a un seguro contra su pérdida. La<br />

conservación, ¿podrá ser como un seguro en el sentido de un seguro contra<br />

incendios o de vida? ¿Induciría un modelo comercial como el de los actuales<br />

seguros a la gente a hacerse responsable del archivado? Un seguro contra<br />

incendios protege si una casa se quema. Un seguro de vida permite legar<br />

una cantidad a los herederos en caso de fallecimiento. Hay razones económicas<br />

detrás de estos tipos de seguros que inducen a la gente a suscribirlos.<br />

Quien no se suscriba queda fuera del reparto. Por desgracia, el modelo<br />

del seguro comercial resulta imperfecto para el caso de la conservación de<br />

revistas electrónicas, porque un seguro contra la pérdida de información<br />

no incluye necesariamente el principio de restricción o exclusión.<br />

Una propiedad especial del archivado es que si alguien invierte en conservar<br />

un conjunto de revistas electrónicas y las obras contenidas en ellas se<br />

pierden finalmente para quienes no suscribieron la póliza de seguros, estos<br />

no están excluidos de los beneficios, porque el conocimiento que contienen<br />

esas obras seguirá manteniéndose. Al ser el parasitismo tan sencillo,<br />

habrá escasos incentivos económicos para asumir el problema de la conservación<br />

digital. Los potenciales inversores concluirán: «Es preferible que<br />

otro pague por resolver el problema del archivado». Como hemos visto,<br />

una de las características definitorias de un recurso común es que resulta<br />

difícil o costoso excluir a los posibles beneficiarios.<br />

Considerando el enorme problema del parasitismo para la conservación<br />

de los bienes comunes del conocimiento, ¿qué alternativas existen?<br />

Reflexionando en «The Tragedy of the Commons» (1968) sobre el problema<br />

del parasitismo, Garrett Hardin consideraba imposible la solución y apenas<br />

ofrecía esperanza alguna de que individuos egoístas cooperaran en la conservación<br />

de sus bienes comunes. Hardin seguía a Thomas Hobbes, quien<br />

ya deploraba el estado de naturaleza, una situación en la que prevalecen los<br />

bienes comunes y en la que a su juicio las personas obedecen a sus propios<br />

intereses y llevan vidas «solitarias, pobres, dolorosas, embrutecidas y breves»<br />

([1651] 1934: 65). Analizando la conservación de informaciones digitales<br />

en 1996, la Task Force on Archiving of Digital Information se inspiraba<br />

tanto en Hobbes como en Hardin para señalar que «los rápidos cambios<br />

registrados en los medios de registro de la información, los formatos de almacenamiento,<br />

los sistemas operativos y las tecnologías de aplicación amenazan<br />

con convertir la vida de la información en la era digital en algo “doloroso,<br />

embrutecido y breve”» (Waters y Garrett, 1996: 2).<br />

Una de las soluciones que sugiere Hardin para la «tragedia de los comunes»<br />

era, como Hobbes, confiar en el Leviatán: el poder coercitivo de los<br />

gobiernos. Y de hecho, los gobiernos y los Estados han promovido muchos

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