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Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os

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272 | Los bienes comunes del conocimiento<br />

Admiro los bienes comunes como las bibliotecas, los jardines públicos,<br />

Internet y los organismos de investigación académica porque estimulan<br />

la actividad voluntaria, diversa y creativa. Sin embargo, he distinguido<br />

entre bienes comunes de libre acceso y bienes comunes asociativos 14 . En<br />

los bienes comunes de libre acceso, todos tienen el derecho de usar (y a veces<br />

también de contribuir a) algunos recursos públicos. Este derecho es de facto<br />

si nadie puede bloquear el acceso a estos bienes o nadie decide hacerlo. El<br />

derecho es de iure si surge de una ley o política que garantiza el libre acceso.<br />

Por el contrario, los bienes comunes asociativos existen cuando los bienes<br />

están controlados por un grupo. Boyle distingue entre los bienes comunes<br />

y el dominio público, y destaca que el primero implica reglas, normas y<br />

otras limitaciones que no se dan en el segundo 15 .<br />

Existe una importante categoría de bienes comunes que pertenecen a<br />

asociaciones privadas sin ánimo de lucro. El propietario (una organización<br />

formal) tiene el poder y el derecho de limitar el acceso, pero está<br />

contemplado como administrador de un bien público. Como tal, establece<br />

políticas destinadas a mantener los bienes comunes. Por ejemplo,<br />

una asociación puede admitir a cualquier persona como miembro, bajo<br />

la única condición de que él o ella proteja los recursos comunes de una<br />

manera determinada. Las bibliotecas tienden a funcionar de este modo. O<br />

un grupo puede admitir solo a aquellos que reúnan determinadas cualificaciones<br />

especiales, pero puede imponer obligaciones a sus miembros con<br />

el objetivo de incrementar los bienes públicos. Las asociaciones científicas<br />

y profesionales utilizan a menudo este modelo. Las congregaciones religiosas,<br />

las universidades, las organizaciones científicas y los grupos cívicos<br />

varían en sus reglas y estructuras, pero a menudo desempeñan la función<br />

de proteger o fomentar un bien cuasi público.<br />

Reconozco que estos bienes comunes asociativos cuentan con una<br />

poderosa limitación: solo resultan óptimos en la medida en que lo son las<br />

asociaciones que los gestionan. Que un grupo no tenga ánimo de lucro no<br />

garantiza que sea justo, responsable, transparente u honesto. Sin embargo,<br />

existe una gran tradición de agrupación voluntaria destinada a proteger<br />

un bien público. Esto es lo que Alexis de Tocqueville consideró ejemplar<br />

en el Nuevo Mundo. A menudo se le considera un teórico de la libre asociación,<br />

pero lo que realmente admiraba eran los grupos que generaban<br />

bienes públicos: «Los estadounidenses organizan asociaciones para ofrecer<br />

entretenimiento, fundar seminarios, difundir libros, construir albergues,<br />

erigir iglesias, enviar misioneros a las antípodas; de esta manera fundan<br />

14<br />

Peter Levine, «A Movement for the Commons?», Responsive Community, vol. 13, núm. 4,<br />

otoño de 2003, pp. 28-39; «Building the E-Commons», Good Society, vol. 11, núm. 3, 2003,<br />

pp. 1-9.<br />

15<br />

Boyle, capítulo 5 de este volumen.

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