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Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os

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148 | Los bienes comunes del conocimiento<br />

Los tipos de prueba más satisfactorios son las pruebas de existencia.<br />

¿Puede poner huevos un mamífero? El ornitorrinco proporciona una<br />

prueba de existencia. Internet es una prueba de existencia del notable<br />

poder de procesamiento de información de una red descentralizada de<br />

aficionados y amateurs y universidades y empresas y grupos de voluntarios<br />

y profesionales y expertos retirados y de quién sabe qué más. Es<br />

una red que produce información y servicios útiles. A menudo lo hace<br />

sin coste para el usuario, más allá del coste de acceso a las telecomunicaciones,<br />

y lo hace sin nadie que dirija. Imagínense esa energía, esos<br />

intereses descentralizados e idiosincráticamente dispersos liberados no<br />

sólo en el ámbito de los artefactos culturales del siglo xx, sino también<br />

en el universo de la bibliografía académica. Piensen en la gente que trabajaría<br />

sobre Buster Keaton, o sobre los clásicos de la literatura de la<br />

década de 1930, o sobre las películas sobre la Segunda Guerra Mundial,<br />

o los metrajes de la vida cotidiana de los afroamericanos durante la época<br />

de la segregación, o la música de la Gran Depresión, o las grabaciones<br />

de eterófono, o lo mejor del vodevil. Pero piensen también en aquellos<br />

fascinados por la historia de la Guerra Civil, o por el análisis de la obra<br />

de Dickens, o sobre los últimos artículos sobre el calentamiento global,<br />

o la enfermedad de Tay-Sachs. ¿Dónde están actualmente los límites de<br />

la academia? Ésta es una visión más radical que la elaboración de revistas<br />

online de libre acceso para investigadores. Imagínense sus búsquedas en<br />

Internet en un mundo así. Imagínense esa Biblioteca del Congreso. Un<br />

personaje de las novelas de Bruce Sterling pronuncia el mensaje inmortal:<br />

«Hombre, usted obtendrá mi Biblioteca del Congreso cuando quite<br />

mis fríos y muertos dedos de ella» 5 .<br />

Actualmente, quienquiera que no pueda vender a los investigadores la<br />

conveniencia de un acceso más libre a los materiales académicos y culturales<br />

no podría vender extintores para incendios. Pero, en su inclinación a convenir<br />

conmigo que eso sería algo bueno, pueden perder de vista mi conclusión.<br />

Dos historias más pueden bastar para hacerlo. La primera la debo especialmente<br />

a la obra de Jessica Liman y Yochai Benkler 6 . La segunda procede de<br />

mis experiencias de trabajo en proyectos de archivos digitales.<br />

5<br />

Bruce Sterling, Heavy Weather, Nueva York, Bantam, 1996, p. 73 I’ll give you my gun when you<br />

take it from my cold, dead hands [Le daré mi arma cuando la coja de mis manos frías y muertas]<br />

es un eslógan popularizado por la Asociación Nacional del Rifle estadounidense.<br />

6<br />

En particular, tengo una deuda considerable con el maravilloso trabajo de Jessica Liman «Sharing<br />

and Stealing» (documento de trabajo, Wayne State University Law School, http://www. law.<br />

wayne.edu/litman/papers/sharing&stealing;pdf). Véase también Yochai Benkler, Coase’s Penguin<br />

or Linux and the Nature of the Firm, http://www.benkler.org/CoasesPenguin.PDF; J. Boyle, «The<br />

Second Enclosure Movement and the Construction of the Public Domain», cit.

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