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Los%20bienes%20comunes%20del%20conocimiento_Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os

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Introducción: una visión general de los bienes comunes del conocimiento | 33<br />

enorme almacén, pero el acceso y la conservación eran problemas graves<br />

mucho antes de la aparición de las tecnologías digitales. Hay una infinita<br />

cantidad de conocimiento a la espera de ser desenterrado. El descubrimiento<br />

del conocimiento futuro constituye un bien común y un tesoro<br />

que debemos a futuras generaciones. El desafío de la presente generación<br />

consiste en mantener abiertos los senderos del descubrimiento.<br />

Garantizar el acceso al conocimiento se vuelve más fácil al examinar la<br />

naturaleza del mismo e identificar las formas en que es un bien común.<br />

Este enfoque se contrapone a la literatura económica convencional. En esa<br />

literatura, el conocimiento se ha utilizado a menudo como ejemplo clásico<br />

de un bien público puro, un bien a disposición de todos, cuyo uso por<br />

parte de una persona no lo substrae al uso por parte de otra. En el tratamiento<br />

clásico de los bienes públicos, Paul A. Samuelson (1954: 387-389)<br />

clasificó todos los bienes que podían ser utilizados por los seres humanos<br />

como puramente privados o puramente públicos. Samuelson y otros, entre<br />

ellos Musgrave (1959), pusieron todo el énfasis en la exclusión. Los bienes<br />

de cuyo uso se podía excluir a los individuos se consideraban bienes privados.<br />

Cuando los economistas enfrentaron por vez primera estas cuestiones,<br />

se centraron en la imposibilidad de la exclusión, pero pasaron después a<br />

una clasificación basada en el elevado coste de la exclusión. Los bienes se<br />

trataban entonces como si tuvieran una sola dimensión. Hasta que los estudiosos<br />

no desarrollaron una doble clasificación de los bienes (V. Ostrom<br />

y E. Ostrom, 1977) no se reconoció plenamente un segundo atributo de<br />

los mismos. El nuevo esquema introdujo la sustrabilidad (denominada a<br />

veces rivalidad) en los casos en que el uso por parte de una persona substraía<br />

los bienes disponibles para otros, como un determinante igualmente<br />

importante de la naturaleza de un bien. Esto condujo a una clasificación<br />

bidimensional de los bienes (véase figura 1.1).<br />

El conocimiento, en su forma intangible, caía en la categoría de bien<br />

público, puesto que resultaba difícil excluir a la gente del conocimiento una<br />

vez que alguien había hecho un descubrimiento. La utilización del conocimiento<br />

por parte de una persona (como la teoría de la relatividad de Einstein)<br />

no sustraía la capacidad de otra persona de utilizarlo. Este ejemplo se refiere<br />

a las ideas, los pensamientos y el saber que se encuentran en la lectura de un<br />

libro, no al libro mismo, que se clasificaría como bien privado.<br />

A lo largo de este libro, usamos los términos bienes comunes del conocimiento<br />

y bienes comunes de la información de modo intercambiable.<br />

Mientras ciertos capítulos se centran específicamente en la comunicación<br />

académica y científica, los problemas discutidos tienen una relevancia crucial<br />

que se extiende bastante más allá de la torre de marfil. Algún aspecto<br />

del conocimiento en forma digital constituye el centro esencial de todos<br />

los capítulos, debido primordialmente a que las tecnologías que permiten

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