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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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1 La tierra de Frankenstein<br />

LA particular utopía que los creyentes norteamericanos escogieron llevar al aula era prusiana. La semilla<br />

que se transformó en la escolarización norteamericana al estilo <strong>del</strong> siglo XX fue plantada en 1806, cuando<br />

los soldados no profesionales de Napoleón vencieron a los soldados profesionales de Prusia en la batalla de<br />

Jena. Cuando tu negocio es contratar soldados y emplear la extorsión diplomática con la amenaza de tus<br />

tropas, perder una batalla como esa es bastante serio. Algo se tenía que hacer.<br />

La reacción inmediata más importante a Jena fueron unos discursos inmortales, los Discursos a la nación<br />

alemana <strong>del</strong> filósofo Fichte, uno de los influyentes documentos de la historia moderna que conducen<br />

directamente a las primeras escuelas obligatorias factibles en Occidente. Otras épocas, otras tierras hablaron<br />

sobre escolarización, pero todas fracasaron en hacerla nacer. La simple formación obligatoria por breves<br />

intervalos y para propósitos limitados fue lo mejor que alguna vez se había conseguido. Esta vez sería<br />

diferente.<br />

En términos nada dudosos dijo Fichte a Prusia que la fiesta se había acabado. Los niños tenían que ser<br />

disciplinados mediante una nueva forma de condicionamiento universal. Ya no podían ser confiados a sus<br />

padres. Miren lo que Napoleón había hecho al desterrar el sentimiento en interés <strong>del</strong> nacionalismo. Mediante<br />

la escolarización obligatoria, todo el mundo aprendería que «el trabajo hace libre», y trabajar para el Estado,<br />

incluso dejando la propia vida a sus órdenes, era la mayor libertad de todas. Aquí, en el don de la<br />

redefinición semántica, residía el poder para nublar las mentes de las personas, un poder posteriormente<br />

empaquetado y vendido por los pioneros de las relaciones públicas Edward Bernays y Ivy Lee en la época<br />

seminal de la escolarización obligatoria norteamericana.<br />

Antes <strong>del</strong> reto de Fichte había salido de las imprentas un número enorme de proclamaciones de escuela<br />

obligatoria aquí y allá, incluyendo el plan de Martín Lutero de ligar Iglesia y Estado de esta manera y, por<br />

supuesto, la ley «<strong>del</strong> viejo impostor Satán» de 1642 en Massachusetts y su extensión de 1645. El<br />

problema era que estas tempranas empresas eran prácticamente imposibles de hacerse cumplir,<br />

rotundamente ignoradas por los que olían la malicia escondida tras elegantes promesas de educación<br />

gratuita. La gente que quería escolarizar a sus niños ya entonces los tenía escolarizados, la gente que no, no.<br />

Eso era más o menos cierto para la mayoría de nosotros justo hasta el siglo XX: incluso en 1920, sólo el 32<br />

por ciento de los niños norteamericanos pasaba por la escuela primaria. Si eso suena imposible, considere la<br />

práctica en la Suiza de hoy, donde sólo el 23 por ciento de la población de estudiantes va a la escuela<br />

secundaria, aunque Suiza tenga los ingresos más altos per cápita <strong>del</strong> mundo.<br />

Prusia se preparó para usar las bayonetas contra su propio pueblo tan dispuestamente como las había<br />

blandido contra otros, por tanto no es en absoluto sorprendente que la raza humana obtuviera su primera<br />

escolarización obligatoria laica de Prusia en 1819, el mismo año en que el Frankenstein de Mary Shelley,<br />

situado en la oscuridad de la lejana Alemania, fue publicado en Inglaterra. La Schule llegó tras más de una<br />

década de <strong>del</strong>iberaciones, comisiones, testimonio y debate. Por un breve y esperanzador momento, los<br />

brillantes argumentos de Humboldt en favor de un camino de estudio para todos de alto nivel, no bloqueado<br />

por controles, libremente cambiante, universal e intelectual para todos, lleno de variedad, libre debate, rica<br />

experiencia y currículos personalizados casi triunfaron. Qué mundo más diferente tendríamos hoy si<br />

Humboldt hubiera ganado el debate prusiano, pero en vez de ello ganaron las fuerzas que apoyaban al barón<br />

von Stein. Y eso ha hecho toda la diferencia.<br />

El espíritu prusiano, que salió vencedor, tenía una idea clara de qué debería proporcionar la escolarización<br />

centralizada: 1) soldados obedientes para el ejército; 2) trabajadores obedientes para minas, fábricas y<br />

granjas; 3) funcionarios civiles bien subordinados, adiestrados en su función; 4) empleados bien<br />

subordinados para la industria; 5) ciudadanos que piensen <strong>del</strong> mismo modo en la mayoría de cuestiones; 6)<br />

uniformidad nacional en pensamiento, palabra y actos.

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