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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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James Koerner era una figura nacional famosa en los años 60, cuando encabezó una comisión presidencial<br />

que buscaba las causas <strong>del</strong> malestar social tras los disturbios negros de Detroit. Ex presidente <strong>del</strong> Consejo<br />

para la Educación Básica, tenía información y experiencia de sobra para escribir una guía pública para legos<br />

en que los participantes, políticas y procesos <strong>del</strong> <strong>sistema</strong> quedaran al descubierto.<br />

Su libro Who Controls American Education? fue publicado en 1968. El área que incluso Koerner, con su<br />

currículum vítae de ribetes dorados y con sus contactos, dudó en pisar con decisión fue esa región de la<br />

filosofía, historia, principios y objetivos que podría descubrir el <strong>sistema</strong> de creencias que impulsa en<br />

realidad la escolarización en masa. Aunque señalando con precisión el «celo misionero» de los que venden<br />

ideas en el mercado educativo y deplorando lo que calificó de «horrorosas palabras de nuevo cuño» de la<br />

palabrería política, como «influencias clave», «agentes de cambio» y «articuladores de demanda», e incluso<br />

señalando que los expertos <strong>del</strong> Servicio de Examinación Nacional «nos dicen que las escuelas deberían<br />

buscar un nuevo orden social y que ellos, los expertos, conocen cómo debería ser el nuevo orden», Koerner<br />

eludió cuidadosamente esa zona sensible de los motivos primordiales, excepto para advertir a los legos que<br />

«consideraran con gran escepticismo las soluciones para problemas educativos que se puedan ofrecer con<br />

gran seguridad por los expertos».<br />

«No está en modo alguno claro --continuaba el cauto señor Koerner--, que las decisiones fundamentales se<br />

tomen mejor por la gente con títulos de posgrado que por los que tienen títulos de licenciatura, o por los no<br />

tienen titulación alguna». Hacia el final de su libro, Koerner definió los niveles superiores de la política de la<br />

escuela como gente «progresista, moderna, adaptada a la vida», pero eludió explicar cómo la gente con esas<br />

actitudes ganó el asiento <strong>del</strong> conductor en una democracia a partir de un cuerpo político que rechaza<br />

ampliamente esos puntos de vista.<br />

Tampoco explicó qué los mantiene allí frente a la crítica que se marchita. Koerner quedó impresionado, sin<br />

embargo, con lo que llamó «el poder permanente <strong>del</strong> Antiguo Régimen» y desafió a sus lectores a resignarse<br />

a una larga espera antes de que pudieran esperar que el moderno establishment de la escuela «diera a todos<br />

los alumnos una educación básica sensata»:<br />

Cualquiera que piense que [habrá] un nuevo establishment a cargo de la vasta industria de la formación y<br />

autorización de profesores y administradores de este país tiene su cabeza metida en la arena.<br />

Lo que echamos en falta en el por otro lado excelente manual de Koerner sobre la política de la escuela es<br />

alguna especulación sobre su propósito. Se nos deja suponer que un afecto descaminado por las clases<br />

inferiores --un exceso de democracia, quizás-- causó este lío. La conclusión sería absolutamente equivocada.<br />

Esa carrera de locos no se podría haber seguido durante tanto tiempo y tan a fondo sin una clara intención<br />

que diera coherencia a la confusión, aunque sólo fuera por la sencilla razón de que cuesta tanto. Lo que<br />

Jaime Escalante, cuya carrera de profesor fue conmemorada en la película Stand and Deliver [Lecciones<br />

inolvidables/Con ganas de triunfar], y Marva Collins (vea su libro, Marva Collins Way) --y un montón de<br />

profesores como ellos-- entienden es que casi cualquiera puede aprender casi cualquier cosa si se dan unas<br />

pocas condiciones previas, no costosas de organizar. Esos profesores echan por tierra el mito de la curva de<br />

campana: sin ni siquiera pretender ser revolucionarios, lo son.<br />

11 La tragedia lógica de Benson, Vermont<br />

En 1995, casi cien años después <strong>del</strong> principio de la escolarización institucional moderna en Norteamérica, la<br />

pequeña población de Benson, en la parte oeste de Vermont, estableció un récord nacional al votar contra su<br />

presupuesto escolar propuesto por duodécima vez. Charlie Usher, inspector ayudante en Benson, expresó<br />

su desconcierto por la irresponsabilidad <strong>del</strong> pueblo. El señor Usher insinuó que la tarea era descubrir «por<br />

qué razón la gente estaría dispuesta a dejar que sus escuelas fracasaran [...]». Creo que el señor Usher tiene<br />

razón, así que veamos qué podemos revelar utilizando el sentido común. Pero antes, para mostrar lo unidos<br />

que estaban en la indignación los funcionarios de la escuela de Benson, Education Week, la biblia <strong>del</strong><br />

negocio de la enseñanza, citó a Theresa Mulholland, directora de la escuela de Benson (más sobre esto<br />

dentro de poco), que decía que nadie en el pueblo tenía una buena explicación de por qué lo estaban<br />

haciendo: «Creo que simplemente quieren decir ``No''», dijo, como si esos ciudadanos fueran chicos

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