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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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visiblemente de piel más clara que el otro grupo indio de importancia, con características no diferentes de las<br />

de los británicos.<br />

Así eran las castas hindúes:<br />

El 5 por ciento superior se dividía en tres grupos de «nacidos dos veces»:<br />

1. Brahmanes: sacerdotes y los instruidos para dedicarse a la ley, medicina, enseñanza y otras<br />

ocupaciones profesionales.<br />

2. La casta guerrera y administrativa.<br />

3. La casta industrial, que incluiría los agricultores y grupos mercantiles.<br />

El 95 por ciento inferior se dividía en:<br />

1. La casta de sirvientes.<br />

2. Los parias, llamados intocables.<br />

Todo el propósito de la escolarización hindú era preservar el <strong>sistema</strong> de castas. Sólo el afortunado 5 por<br />

ciento recibía una educación que daba perspectiva <strong>del</strong> todo, una clave para la comprensión. En la práctica, a<br />

los guerreros, administradores y la mayoría de los otros jefes se les daba ideas muy diluidas de los<br />

mecanismos directores de la cultura, de manera que la política pudiera ser mantenida en manos de los<br />

brahmanes. Pero, ¿y qué de los otros, de las «masas», como la tradición socialista occidental llegaría a<br />

llamar en un tributo que se hacía eco de la idea de clase hindú? La respuesta a esta pregunta vital lanzó la<br />

escolarización en factoría en Occidente.<br />

Lo cual nos lleva de nuevo a Andrew Bell. Bell se dio cuenta de que en algunos sitios el hinduismo había<br />

creado una institución de escolarización en masa para los hijos de la gente corriente, que inculcaba un<br />

currículum de autoabnegación y de voluntario servilismo. En esos lugares cientos de niños eran reunidos en<br />

una única habitación gigantesca, divididos en falanges de diez bajo la dirección de alumnos jefes con todo el<br />

conjunto dirigido por un brahmán. Al modo romano, pedagogos pagados entrenaban a los subordinados en<br />

la memorización e imitación de actitudes deseadas y estos subordinados entrenaban al resto. Aquí había una<br />

tecnología social venida <strong>del</strong> cielo para las fábricas y minas de Gran Bretaña, todavía incómodamente<br />

saturada de leyendas de viejos pequeños propietarios sobre libertad y dignidad, que no poseían las perfectas<br />

actitudes proletarias que la producción en masa debe tener para una máxima eficiencia. Nadie en los<br />

primeros años de dominio británico había hecho ninguna conexión entre esta práctica hindú y las urgentes<br />

necesidades de un futuro industrial. Nadie, esto es, hasta que un escocés de treinta y cuatro años llegó a la<br />

India como capellán militar.<br />

14 Cómo llegó la escolarización hindú a Norteamérica (III)<br />

El joven Bell era ambicioso. Dos años después de llegar a la India era superintendente de un asilo masculino<br />

para huérfanos de Madrás. Para ahorrar dinero Bell decidió probar el <strong>sistema</strong> hindú que había visto y vio que<br />

llevaba rápidamente a los alumnos a la cooperación dócil, como partes de una máquina. Además, parecían<br />

aliviados por no tener que pensar, agradecidos por haber reducido su tiempo a rituales y rutinas, igual como<br />

Frederick <strong>Taylor</strong> iba a reformar el puesto de trabajo norteamericano cien años después.<br />

En 1797, Bell, ahora con cuarenta y dos años, publicó un relato de lo que había visto y hecho. Sin andarse<br />

con rodeos, alabó la instrucción hindú como un efectivo impedimento para aprender a escribir y calcular, un<br />

control eficiente <strong>del</strong> desarrollo de la lectura. Un cuáquero de veinte años, Joseph Lancaster, leyó el panfleto<br />

de Bell, pensó profundamente sobre el método y concluyó, irónicamente, que sería un modo barato de<br />

despertar el intelecto en las clases inferiores, ignorando la observación anglicana (y la experiencia hindú) de<br />

que hacía justamente lo contrario.<br />

Lancaster comenzó a reunir niños pobres bajo el techo de su padre en Borough Road, Londres, para darles<br />

instrucción rudimentaria gratis. El rumor se extendió y los niños salieron de cada callejón, antro y buhardilla

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