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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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comunes y libertades exclusivamente norteamericanos como si fueran carbón. En los años finales <strong>del</strong> siglo<br />

XIX, el malestar social fue el problema más crucial al que se enfrentaba la seguridad de las ambiciosas<br />

nuevas élites. Cuando los mitos de George Washington y Tom Paine se fueron por el agujero de la memoria<br />

de la escolarización, y la llamada personal al deber <strong>del</strong> Cristianismo fue --por usar la palabra de Macmillan--<br />

«refutada», surgió un dilema de largo alcance sin fácil solución: no quedaba narrativa social de la que<br />

extraer significado. El hedonismo, tan esencial para el éxito en los negocios, tenía un inconveniente cuyas<br />

dimensiones eran difíciles de predecir. Y la teoría científica, a pesar <strong>del</strong> trabajo prodigioso gastado en su<br />

nombre, dejó una impresión desafortunada de que la vida sólo era un accidente tonto desprovisto de mayor<br />

significado.<br />

El guión darwinista-galtoniano dejó al ciudadano corriente completamente fuera de la historia. Había que<br />

afrontar que no había espacio en la mesa política para los ciudadanos comunes; sin embargo, gracias al<br />

peligroso poder conferido al electorado norteamericano por sus documentos nacionales de fundación, todo el<br />

mordiente de una sociedad democrática permaneció como una amenaza latente para las clases dirigentes<br />

supuestamente científicas. En esta industrialización de finales <strong>del</strong> siglo XIX, confusión de la inmigración<br />

con huelgas nacionales y violencia, urbanización disidente, trabajo proletarizado y corrupción política,<br />

aparecieron dos ideas para ofrecer un camino aparentemente sensible a través <strong>del</strong> laberinto. Cada una era<br />

una tecnología social sofisticada.<br />

Una fue el movimiento llamado socialismo fabiano y sus diferentes compañeros de viaje en que se apoyaba.<br />

El otro fue una especie de eco académico <strong>del</strong> fabianismo llamado «la teoría de las élites democráticas», que<br />

ofrecía una extraña clase de «democracia light» que operaba «democráticamente» sin necesitar ninguna<br />

autorización popular directa. El elitismo democrático había sido de hecho el mo<strong>del</strong>o de representatividad<br />

simulada de la antigua Esparta. Su análogo moderno retenía la cáscara de las instituciones democráticas<br />

mientras se sofocaba la voz real <strong>del</strong> pueblo al privar a sus portavoces de cualquier poder efectivo,<br />

reduciendo el papel de las asambleas legislativas a una elección entre concepciones de expertos en<br />

competencia.<br />

En su forma moderna, la teoría <strong>del</strong> elitismo democrático proviene en parte de <strong>John</strong> Stuart Mill, en parte de<br />

los intelectuales italianos Vilfredo Pareto y Gaetano Mosca, especialmente <strong>del</strong> ensayo <strong>del</strong> último de 1896,<br />

traducido al inglés como Ruling Class: Elements of a Science of Politics, un libro vital para comprender<br />

la escolarización <strong>del</strong> siglo XX. La manera de hacer un régimen político estable a través de los siglos había<br />

escapado a todo sabio de la historia, pero Mosca encontró la clave: las élites deben alimentarse <strong>del</strong>iberada y<br />

selectivamente de los cerebros y de la vitalidad de las clases inferiores.<br />

Identificados lo bastante pronto dentro <strong>del</strong> laboratorio de la escolarización <strong>del</strong> gobierno, los mejores líderes<br />

de estas clases podían ser desarraigados y trasplantados a la sociedad de la clase dirigente, revigorizando la<br />

sangre de la clase superior: el conde Drácula disfrazado de departamento de educación. Esta cosecha<br />

genética proporcionaría la mejor fórmula para la armonía social. Los futuros líderes potenciales entre las<br />

clases inferiores serían establecidos tempranamente como objetivo en la escolarización, luego destetados de<br />

cualquier lealtad descaminada a su propio grupo, mediante el uso de incentivos. Lejos de ojos entrometidos,<br />

sus mentes serían condicionadas en clases especialmente «dotadas».<br />

Mientras tuviera lugar este proceso de reconocimiento, la escuela sería usada también para formar a la<br />

mayoría de nosotros para nuestro papel en tradicionales jerarquías de nivel. Las clasificaciones en la clase, el<br />

seguimiento especializado, la habituación diaria a recompensas y castigos y otros medios resolverán el<br />

problema. Los elegidos para el ascenso serán llevados poco a poco a identificarse con la clase superior y con<br />

sus modos de vestir, hablar, expectativas, etc. Llegarán de este modo a considerar su grupo de origen como<br />

retrasado evolutivamente, un golpe brillantemente imaginativo.<br />

Era un consejo profundo, que proporcionaba una justificación social para el gasto y esfuerzo <strong>del</strong><br />

experimento <strong>del</strong> confinamiento masivo de la escolarización, que aún no había sido completamente lanzado<br />

en la época en que Mosca escribió su ensayo. Aunque una cosa era sugerir, como hizo Darwin, que la<br />

selección natural mejoraría la raza, o decir, con sir Henry Maine, que el destino de la Gran Raza sería<br />

anticipado, o decir, con las religiones episcopalianas, que la voluntad de Dios se realizaría con ello, se tenía

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