John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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de regreso a casa nos encontramos a nosotros mismos incomunicados de la fuente creativa, la respuesta a las<br />
preguntas de quién soy y por qué enseñé <strong>del</strong> modo que enseñé se encuentra en esa población, esa gente y ese<br />
río verde, no en algún curso de pedagogía científica.<br />
5 Di muchas vueltas por Monongahela<br />
El gran mito destructivo <strong>del</strong> siglo XX fue el agresivo punto de vista de que un niño no podía crecer<br />
correctamente en las únicas circunstancias de su propia familia. Para evitar que usted acabe de leer este<br />
ensayo con la sensación de que podría haber estado bien que mi familia influyera en mi desarrollo tan<br />
intensamente, pero que para muchos niños con peores familias eso simplemente no funcionaría, fije su<br />
atención un minuto en los aspectos menos atractivos de los míos, tal como podrían haber sido vistos a través<br />
de los ojos de los servicios sociales. Ambos pares de abuelos, así como mi madre y mi padre estaban<br />
seriamente distanciados entre sí, los hombres de las mujeres y viceversa.<br />
Por parte de los Zimmer, la bebida en cantidad y los temperamentos alemán e irlandés condujeron a un<br />
conflicto tras otro, conflictos a los que mi hermana y yo estuvimos completamente expuestos. De niños<br />
crecimos como malas hierbas, corriendo por todo el pueblo, incluyendo sus lugares más peligrosos, no<br />
teníamos toque de queda eficaz y tendíamos al exceso en todo. ¿Olvidé mencionar los tacos continuos? De<br />
acuerdo con los criterios de última hora de la gran ciudad, mi familia rozó más de una vez el límite de la<br />
disolución familiar ordenada por los tribunales.<br />
Como un número sustancial de familias con las que trabajé productivamente como profesor tenían informes<br />
de antecedentes similares a los míos según los criterios de higiene social, quiero ofrecerle mis años de<br />
Monongahela como estudio de cómo una familia menos que ideal según los criterios de la asistencia social<br />
enseña coraje, amor, deber, confianza en uno mismo; puede despertar la curiosidad y el asombro; puede ser<br />
un laboratorio de pensamiento independiente, de identidad bien arraigada y sentimientos comunitarios; y<br />
puede crecer en la memoria como una amada acompañante incluso si está compuesta por espíritus.<br />
La misma ciudad de Monongahela se ofrece como un estudio de tipo diferente, que muestra el poder de<br />
lugares corrientes de retornar lealtad al animar los más diminutos detalles de la existencia. La ciudad es un<br />
personaje principal en mi historia personal, un genius loci que interactúa con mi desarrollo como profesor.<br />
Creo que invertí una cantidad extrema de esfuerzo en la presencia física de mis aulas porque la presencia<br />
física de mi pueblo nunca me abandonó después de que me alejara de él. Quería el mismo tipo de aliado para<br />
mis chicos.<br />
Gary Snyder dijo una vez: «De todas las filiaciones con las que nos identificamos, la más olvidada y que<br />
tiene el mayor potencial para curar es el lugar». La rabia silenciosa que sentí al llevar el apellido de una<br />
minoría entonces socialmente devaluada; los múltiples motivos de queja que sentí ocasionalmente contra<br />
mis padres por estar en una casa dividida, contra mi hermana por hacerse una extraña para mí, contra mi<br />
padre por alejarse de forma que crecí con sólo un conocimiento distante entre nosotros; el desconcierto que<br />
sentí por tener que sentarme cada noche a cenar con abuelos que no se habían hablado entre sí durante<br />
quince años y que necesitaban que yo actuara como intermediario; el agravamiento de este desconcierto<br />
cuando descubrí que mi abuelo italiano había sido enterrado en una tumba sin nombre, quizás por haber<br />
tenido una amante; la absoluta división geográfica y cultural entre la familia de madre y la de padre; el<br />
fantástico abismo entre el expresivo idioma de los alemanes, que trataba la rabia y la violencia como si<br />
fueran normales, y la gente de papá, la quintaesencia de la racionalidad decorosa; la absoluta incapacidad de<br />
madre de afrontar todas las exigencias de su madurez, y sin embargo su valor edificante cuando sus<br />
principios eran cuestionados: todo esto conllevaba una niñez excitante, agitada e incluso peligrosa. ¿Cree<br />
usted que yo hubiera estado mejor en una familia adoptiva? ¿Lo están otros? ¿Está usted loco?<br />
Lo que me permitió dar sentido a las cosas en contra <strong>del</strong> caleidoscopio de esas dinámicas personales fue esa<br />
ciudad y su río, dos constantes de las que dependía. Era suficiente. Sobreviví, incluso llegué a prosperar por<br />
mi pertenencia a Monongahela, la irreductible, inclasificable y asistemática población de mi juventud, tan<br />
diferente de las neopoblaciones <strong>del</strong> trabajo social.