John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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Edward Eggleston, The Hoosier Schoolmaster, era una sociedad rica en conceptos como deber, trabajo duro,<br />
responsabilidad y autoconfianza; una sociedad de orientación abrumadoramente local, aunque nunca tan<br />
provinciana para no estar fascinada por lo extraño y lo exótico. Pero cuando la carpa de Chautauqua con<br />
su fanfarria sobre las maravillas modernas abandonaba la población, la conversación volvía a los asuntos de<br />
la sociedad local.<br />
La Norteamérica de Eggleston era un lugar especial en la historia moderna, en que la sociedad era más<br />
importante que el Estado político nacional. Las palabras no pueden transmitir el formidable radicalismo<br />
oculto en nuestros silenciosos pueblos, una creencia de que la gente ordinaria tiene derecho a gobernarse a sí<br />
misma. Y una confianza en que puede hacerlo.<br />
Lo más revolucionario de todo era la convicción de que los derechos personales sólo pueden ser respetados<br />
cuando el Estado político se mantiene débil. En la dicotomía entre libertad y subordinación escrita en<br />
nuestra imaginación por Locke y Hobbes en el siglo XVII, Norteamérica se esforzó durante algún tiempo<br />
por seguir el camino libertario de Locke mientras que sus tres naciones madre, Inglaterra, Alemania y<br />
Francia, siguieron a Hobbes y establecieron estados Leviatán a lo largo de los siglos XVIII y XIX. Hacia el<br />
final, Norteamérica comenzó a seguir el ejemplo <strong>del</strong> Viejo Mundo.<br />
Para Hobbes, el orden social dependía <strong>del</strong> control <strong>del</strong> Estado de la vida interior, un grado de colonización<br />
mental desconocido a los tiranos de la historia, cuya principal preocupación había sido controlar los cuerpos<br />
de sus súbditos. Pero el solo tamaño de una Norteamérica, sin carreteras nacionales o redes electrónicas,<br />
aseguraba que la libertad sería alimentada fuera <strong>del</strong> círculo de la vigilancia <strong>del</strong> gobierno. También entonces<br />
muchos norteamericanos procedían de sectas religiosas disidentes de Inglaterra, congregaciones<br />
independientes que rechazaban las asociaciones Iglesia-Estado. La masa de nuestra población era de todos<br />
modos socialmente sospechosa. Incluso nuestra pequeña nobleza era de segunda o tercera fila para los<br />
criterios ingleses, caballeros sin herencias, el resto de una caótica banda de chicos abandonados, criminales,<br />
muchachos enrolados contra su voluntad, pequeños propietarios pobres, campesinos desplazados.<br />
Benet, el poeta, describe nuestra materia primigenia:<br />
The disavouched, hard-bitten pack<br />
Shipped overseas to steal a continent with<br />
neither shirts nor honor to their back.<br />
En Últimos ensayos, Georges Bernanos observa que Norteamérica, a diferencia de otras naciones, fue<br />
construida de abajo a arriba. Francis Parkman hizo la misma observación un siglo antes. Lo que<br />
Norteamérica rechazaba violentamente en su joven república era la Homily on Obedience arraigada en la<br />
doctrina inglesa establecida por la Iglesia en el Estado Tudor de 1562, una doctrina que comparaba el orden<br />
en el Cielo con el orden social en la Tierra, fijo e inmutable:<br />
El Sol, la Luna, las estrellas, el arco iris, el trueno, el relámpago, las nubes y todos los pájaros <strong>del</strong> aire<br />
mantienen su orden. La tierra, los árboles, las semillas, las plantas, las hierbas, el grano, el pasto y todo<br />
género de bestias se mantienen en orden [...] Cualquier rango de gente en sus vocaciones, empleos y<br />
ocupaciones tiene asignado su deber y orden.<br />
En 1776 la utopía teocrática hacia la que se mueve ese principio estaba bien establecida en la Gran Bretaña<br />
de los Jorges alemanes, así como en los tres estados de Alemania <strong>del</strong> Norte: Prusia, Sajonia y Hannover.<br />
Junto a Inglaterra, los tres tuvieron un papel importante en la escolarización obligatoria <strong>del</strong> siglo XX en<br />
Norteamérica. El mismo reloj divino, superficialmente secularizado, marcaba la hora en el interludio de la<br />
Francia de la Ilustración, la utopía prerrevolucionaria que tendría también un potente efecto en el<br />
pensamiento de la escuela norteamericana. Hobbes y su doctrina de colonización mental eclipsaron a Locke<br />
en todas partes, pero no en Norteamérica.<br />
2 Había que hacerlo por sí mismo