John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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efectos de la occidentalización en la joven élite china, dice que la generación educada con los<br />
caracteres simplificados tendrá dificultades para leer cualquier cosa publicada en China antes de<br />
finales de los 50.<br />
Primero, dijo Platón, borre completamente la pizarra.<br />
Hay muchos modos de quemar libros sin una cerilla. Se puede ordenar que la lectura de libros<br />
infantiles sustituya a la de libros serios, como hemos hecho. Se puede simplificar el idioma que se<br />
permite en los libros escolares hasta el punto que a los alumnos les repele la lectura porque los<br />
menosprecia, al ser una papilla más floja que su discurso hablado. También hemos hecho eso. Una<br />
estrategia sutil y muy efectiva es llenar libros de imágenes y animados gráficos para que trivialicen<br />
las palabras <strong>del</strong> mismo modo que hace la peor prensa amarilla, metiendo imágenes y gráficos en el<br />
espacio donde los lectores deberían estar construyendo sus propias imágenes, apropiándose <strong>del</strong><br />
espacio en que el intelecto personal debería expandirse. En esto somos campeones <strong>del</strong> mundo.<br />
Samuel <strong>John</strong>son introdujo una nota en su diario personal hace varios siglos acerca <strong>del</strong> poderoso<br />
efecto que leer Hamlet tenía sobre él. Tenía entonces nueve años. Abraham Cowley escribió sobre su<br />
«placer infinito» con Faerie Queene de Spenser, un poema épico que trata alegóricamente valores<br />
morales en estrofas de nueve versos que nunca se dieron antes de Spenser (y escasamente desde<br />
entonces). Habló de este placer con sus Stories of Knights and Giants and Monsters and Brave<br />
Houses. Cowley tenía doce años entonces. No podía haber sido una lectura fácil en 1630 para nadie,<br />
y está más allá de la capacidad de muchos licenciados de universidades de élite de hoy. ¿Que<br />
sucedió? La respuesta es que sucedió Dick and Jane: «Frank tenía un perro; su nombre era Spot».<br />
Eso sucedió.<br />
3 El culto de la escolarización obligatoria<br />
El más ingenuo relato de la conversión de la escolarización norteamericana de mercado libre al viejo estilo<br />
en la variedad de laboratorio que tenemos, bajo la estrecha vigilancia de los administradores de la sociedad,<br />
es un libro hace tiempo agotado. Pero el autor era lo bastante famoso en su día para que una conferencia<br />
anual en Harvard lleve su nombre, así que con un poco de esfuerzo por su parte, y quizás una palabra amable<br />
a su bibliotecario local, en el debido tiempo debería poder encontrar un espeluznante relato de la<br />
transformación de la escuela escrito por una de las personas con información privilegiada. El libro en<br />
cuestión lleva el soporífero título de Principles of Secondary Education. Publicado en 1918, cerca <strong>del</strong> final<br />
de la gran revolución escolar, Principles ofrece un relato único <strong>del</strong> proyecto escrito a partir de lo visto por<br />
un revolucionario importante. Cualquier duda persistente que pueda tener acerca de los propósitos de la<br />
escolarización gubernativa debería ser resuelta por Alexander Inglis. El propósito principal de la vasta<br />
empresa era poner el control de la nueva maquinaria social y económica fuera <strong>del</strong> alcance de la chusma.<br />
Los grandes ingenieros sociales se enfrentaban al formidable reto de hacer funcionar su magia en una<br />
democracia, la menos eficiente y más impredecible de las formas políticas. La escuela estaba diseñada para<br />
neutralizar en lo posible cualquier riesgo de ser atacados por sorpresa por la voluntad democrática. Nelson<br />
W. Aldrich Jr., al escribir sobre su abuelo el senador Aldrich, uno de los principales arquitectos <strong>del</strong> Sistema<br />
de Reserva Federal, que nació mientras la cohorte de Inglis creaba las escuelas --y cuyo intento era más o<br />
menos lo mismo, alejar la maquinaria económica de la interferencia pública-- captó perfectamente la actitud<br />
de los fundadores en su libro Old Money. El abuelo, escribe, creía que la historia, la evolución y la gracia<br />
salvadora encontraban sus mejores abogados en él y en hombres como él, en su familia y en familias como<br />
la suya, hasta el final de los tiempos. Pero el precio de su privilegio, sabía el senador, «era la vigilancia:<br />
vigilancia, por encima de todo, contra el resentimiento de los que nunca podrían subir». Una vez en París, el<br />
senador Aldrich vio a dos hombres «de clase media o baja», tal como los describió, que bebían absenta en<br />
un café. Esa noche de nuevo en su hotel escribió estas palabras: «Mientras miraba su embotado y<br />
desenfrenado estupor me pregunté qué sueños se desarrollaban desde las profundidades <strong>del</strong> amargo vaso.<br />
Multiplique esa escena y tiene la posibilidad de la más salvaje revolución o de las más terribles atrocidades».<br />
Alexander Inglis, autor de Principles of Secondary Education, era de la clase de Aldrich. Dejó escrito que<br />
las nuevas escuelas se estaban creando expresamente para servir a una economía dirigida y a una sociedad<br />
dirigida, en que la coalición con el control procedería en el futuro de importantes intereses institucionales.<br />
De acuerdo con Inglis, la primera función de la escolarización es ajustadora, al establecer hábitos fijos de