07.05.2013 Views

John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

El propio maestro de Washington, Hobby, era precisamente un siervo como este. Según el saber tradicional,<br />

puso el fundamento de la grandeza nacional al expulsar el demonio de Washington a base de azotes. El azote<br />

y la humillación parecen haber sido siempre un ingrediente eterno de la escolarización. Perdura la evidencia<br />

de la antigua Roma, de la Francia de Montaigne, de la Virginia de Washington o de mi propio instituto en el<br />

oeste de Pensilvania en los 50, donde la palmeta personalizada <strong>del</strong> profesor estaba colgada destacadamente a<br />

la entrada de muchas aulas, no para decoración sino para ser usada. El entrenador de fútbol y, si recuerdo<br />

correctamente, el profesor de álgebra, personalizaban sus palmetas, usando una pila de las usadas para<br />

aparatos parecidos a instrumentos electrificados con que pinchar al ganado.<br />

Algo en la estructura de la escuela despierta la violencia. Aunque las escuelas de hoy en día no permiten la<br />

disciplina física enérgica, son ciertamente el último grito como laboratorios de humillación, como debería<br />

recordarle su propia experiencia. En mis primeros años en la enseñanza me dijeron una y otra vez que la<br />

humillación era mi mejor amiga, más efectiva que el azote. Fui testigo de esta teoría puesta en práctica en mi<br />

tiempo como profesor. Si me preguntara ahora si daña más la violencia física o la psicológica, respondería<br />

que las difamaciones, las calumnias, la clasificación formal, el insulto y la indirecta son con diferencia las<br />

más mortales. Tampoco protege la ley al que es azotado con la lengua.<br />

Las primeras escuelas de Norteamérica eran rápidas con la bofetada o la caña, pero los criterios locales<br />

exigían equidad. Los profesores despóticos eran a menudo presa de sí mismos, como nos avisa La leyenda<br />

de Sleepy Hollow de Washington Irving. Preste atención al destino <strong>del</strong> maestro Thomas Beveridge en la<br />

exclusiva Latin School de Fila<strong>del</strong>fia, once años antes de la Revolución:<br />

Llega, entra en la escuela y se le permite proceder hasta que se supone que ha llegado a su silla al fondo a la<br />

derecha <strong>del</strong> aula, cuando instantáneamente la puerta y todas las contraventanas se cierran. Envuelto ahora en<br />

absoluta oscuridad salen los más horrorosos gritos de sesenta gargantas; y Ovidios, Virgilios y Horacios,<br />

junto con la artillería más pesada de diccionarios son lanzados sin remordimiento contra el asombrado<br />

preceptor, quien, a tientas y arrastrándose, hace la mayor parte de su camino a la puerta. Al llegar, se<br />

restablece una luz y sigue un silencio de muerte.<br />

Cualquier chico sabe su lección: nadie ha participado ni de obra ni de palabra en la última atrocidad.<br />

En el escenario más humilde de la Indiana rural recreada por Eggleston para The Hoosier Schoolmaster<br />

(1871), podemos ver fácilmente que el paso de más de un siglo (y el cambio de niños ricos por hijos e hijas<br />

de granjeros) no ha alterado la dinámica <strong>del</strong> aula:<br />

Cuando Ralph iba mirando las caras de los alumnos --las caras pequeñas llenas de malicia y curiosidad, las<br />

caras grandes con una expresión no muy alejada <strong>del</strong> desdén-- cuando el joven Hartsook examinó esas caras,<br />

su corazón palpitó con miedo escénico. No hay audiencia tan difícil de afrontar como una de alumnos en una<br />

escuela, como muchos hombres han descubierto a su costa.<br />

Cuando Ralph solicitaba a un miembro <strong>del</strong> comité de la escuela este trabajo, un grande y enorme bulldog<br />

olfateaba sus tacones, haciendo que una chica tuviera que «contener sus risitas ante la <strong>del</strong>iciosa posibilidad<br />

de ver al nuevo maestro devorado por el feroz bruto». Cansado, desalentado, «temblando de miedo», es<br />

sermoneado:<br />

Mire, no tenemos a nadie con su blandura en este antro. Hace falta un hombre para estar al frente de este<br />

distrito [...] si le dan una paliza, no acuda a nosotros. ¡Puede apostar que Flat Crick no paga ningún seguro!<br />

[...] hacen falta agallas para solicitar un puesto en esta escuela. El último maestro tuvo un ojo morado por un<br />

mes.<br />

3 Sufrimiento sin límite para los que lo permiten<br />

Uno de los más reveladores relatos sobre la escolarización jamás escritos viene directamente de los labios de<br />

un legendario agente <strong>del</strong> poder, el coronel Edward Man<strong>del</strong> House, una de esas grandes y oscuras figuras de

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!