John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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que los niños eran una propiedad y que el Estado tenía un interés de peso en disponer de ellos como<br />
quisiera. Algunos recibirían formación intelectual, la mayoría no. Cualquier distinción que se pueda hacer<br />
entre Harris y posteriores defensores de currículos flojos (los interesados en la estupidización para todo el<br />
mundo) es mucho menos importante que el acuerdo sustancial por ambos lados de que los padres o la<br />
tradición local no podían seguir determinando el futuro individual <strong>del</strong> niño.<br />
A diferencia de cualquier hombre de escuela oficial hasta Conant, Harris tenía acceso social a importantes<br />
círculos de poder en los Estados Unidos. Durante su larga carrera facilitó inspiración a las obsesiones<br />
continuas de Andrew Carnegie, el hombre <strong>del</strong> acero que alimentó por primera vez la presunción de unir toda<br />
nuestra economía a la escolarización de la cuna a la tumba. Si puede encontrar ejemplares de The Empire of<br />
Business (1902) o Triumphant Democracy (1886), encontrará notable concordancia entre el mundo que<br />
Carnegie recomendaba encarecidamente y el que nuestra sociedad ha conseguido.<br />
La idea <strong>del</strong> Evangelio de la riqueza de Carnegie tomó por asalto a sus colegas en el preciso momento que<br />
comenzó la gran transformación de la escuela: la idea de que los ricos tenían con la sociedad un deber de<br />
tomar el control de todo en interés público, era un misterioso eco de la experiencia de Carnegie de<br />
muchacho viendo el establishment elitista de Gran Bretaña y las enseñanzas de su religión de Estado. Haría<br />
falta ceguera perversa para no reconocer una conexión entre el proyecto de Carnegie, moldeado a martillo en<br />
el salón de Greenwich Village de la señora Botta tras la Guerra Civil, y los acontecimientos explosivos que<br />
restauraron la visión <strong>del</strong> mundo anglicana en nuestras escuelas.<br />
Naturalmente, cada clase alta en la historia ha especificado qué puede ser conocido. La característica<br />
definitoria <strong>del</strong> control de clases es su establecimiento de una gramática y de un vocabulario para la gente<br />
común y también para las élites subordinadas. Si el resto de nosotros acepta acríticamente ciertos conceptos<br />
oficiales como globalización, entonces nos hemos comprometido nosotros mismos con un completo relato<br />
intrincado <strong>del</strong> futuro de la sociedad, también, con un relato que arrastra inevitablemente un currículum<br />
irresistible a su estela.<br />
Desde Aristóteles, los pensadores han entendido que el trabajo es el teatro vital <strong>del</strong> autoconocimiento. La<br />
escolarización combinada con un marco laboral controlado es el modo más efectivo jamás concebido de<br />
detener el desarrollo de la imaginación. Pero, ¿de dónde vinieron esas doctrinas radicales de verdadera fe?<br />
¿Quién las extendió? Tenemos al menos parte de la respuesta en la tentadora pista que dejó Walt Whitman<br />
cuando dijo «sólo Hegel es adecuado para Norteamérica». Hegel era el proteico filósofo prusiano capaz de<br />
mo<strong>del</strong>ar a Karl Marx con una mano y a J. P. Morgan con la otra; el hombre que enseñó a una generación de<br />
destacados norteamericanos que la historia misma podía ser controlada mediante la provocación <strong>del</strong>iberada<br />
de crisis. Hegel fue vendido a Norteamérica en gran medida por William Torrey Harris, que hizo <strong>del</strong><br />
hegelianismo el proyecto de su vida y de la escolarización obligatoria su principal instrumento en su papel<br />
de agente provocador sin rival.<br />
Harris estaba inspirado por la idea de que la escolarización en masa dirigida correctamente resultaría en una<br />
población tan dependiente de los líderes que el cisma y la revolución serían cosas <strong>del</strong> pasado. Si pudiera ser<br />
improvisado un Estado mundial mediante manipulación táctica hegeliana y ese plan escolar se impusiera en<br />
él, la historia misma se detendría. No más guerras ni disputas civiles, sólo gente perdiendo el tiempo<br />
gratamente como los Eloi en la Máquina <strong>del</strong> tiempo de Wells. Esperando que el Profesor les dijera qué<br />
hacer. La herramienta psicológica era la alienación. El truco era alienar a los niños de sí mismos para que no<br />
pudieran recurrir a sí mismos en busca de fuerza, alienarlos de sus familias, religiones, culturas, etc., para<br />
que ninguna fuerza compensadora pudiera intervenir.<br />
Carnegie usó su propia considerable influencia para mantener a este hegeliano expatriado de Nueva<br />
Inglaterra como comisionado de Educación de los Estados Unidos durante dieciséis años, lo suficiente para<br />
establecer el escenario para una era de «management científico» (o «fordismo», como lo llamaron los<br />
soviéticos) en la escolarización norteamericana. Lo suficiente para provocar el nacimiento de un burocracia<br />
escolar multiestratificada. Pero sería un enorme error mirar a Harris y a otros verdaderos creyentes como<br />
simples herramientas de intereses económicos: lo que perseguían era la creación de una fe viva moderna que<br />
sustituyera la fe cristiana que había muerto para ellos. Su buena suerte fue vivir en el preciso momento en