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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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todas las fases <strong>del</strong> crecimiento y desarrollo infantil llovieron a las manos de los investigadores de las<br />

mayores fundaciones. Treinta y cinco años después, durante lo que podría ser considerado como el cuarto<br />

Pánico Rojo de la nación, el momento en que los soviéticos ganaban a Norteamérica en el espacio, la<br />

Oficina de Educación de los Estados Unidos dominaba una infiltración exhaustiva en la formación de<br />

profesorado y en las escuelas. Los fondos juiciosamente aplicados y las presiones hicieron que ciertos de<br />

esos terrenos de juego prestaran atención adecuada al aspecto psicológico de la escolarización.<br />

Dewey, Hall, Thorndike, Cattell, Goddard, Russell y todos los demás hijastros intelectuales de Wundt y la<br />

mente sin hogar que representaba, se propusieron cambiar el concepto de lo que constituye educación.<br />

Consiguieron poderosa ayuda de las grandes fundaciones industriales y sus alojamientos en las<br />

universidades como el Colegio de Maestros. Bajo la dirección de James Earl Russell, presidente (y jefe <strong>del</strong><br />

departamento de psicología), el Colegio de Maestros llegó a jactarse de adiestrar allí donde «la psicología es<br />

lo primero». Allá donde iban los licenciados de Columbia iba esta visión con ellos.<br />

La flamante y novedosa profesión de la psiquiatría acudió en tropel al estandarte de esta nueva filosofía de<br />

adoctrinamiento psicológico como una actividad adecuada de gobierno, quizás notando que el negocio y el<br />

prestigio podrían fluir de la conexión si fuera establecida por la autoridad. En 1927, Ralph Truitt, jefe de la<br />

entonces embrionaria División de Clínicas de Orientación Infantil por la Asociación Psiquiátrica, escribió<br />

que «la escuela debería ser el objetivo <strong>del</strong> ataque».<br />

La Casa Blanca apareció en el cuadro como un ángel guardián que vigilaba los esfuerzos que esta frágil<br />

criatura hacía por levantarse. En 1930, mil doscientos «expertos» de desarrollo infantil fueron invitados a la<br />

Conferencia de la Casa Blanca sobre Salud y Protección Infantil, un acontecimiento sin precedentes. Un<br />

foco primario de los asistentes era el papel que desempeñaba el «fracaso» como fuente principal de los<br />

problemas de los niños. El eco de Rousseau era inconfundible. No se hizo ningún intento de examinar con<br />

qué regularidad destacados norteamericanos como Washington u hombres de negocios de éxito como<br />

Carnegie habían superado el fracaso temprano. En vez de eso, se consideró y abogó por un plan para<br />

eliminar el fracaso estructuralmente de la escolarización formal: el fracaso podría ser eliminado si las<br />

escuelas se convirtieran en laboratorios de ajuste vital y se cambiaran los criterios intelectuales.<br />

En 1948, el concepto de salud mental colectiva (como opuesta a individual) se introdujo en una cita<br />

internacional en Gran Bretaña para discutir el uso de las escuelas como instrumento para promover la salud<br />

mental. ¿Pero qué era la salud mental? ¿Qué aspecto tenían un hombre o mujer cuerdos? De esta<br />

conferencia en el Reino Unido dos psiquiatras, J. R. Rees y G. Brock Chisholm, obtuvieron ventaja de una<br />

provechosa nueva organización: la Federación Mundial para la Salud Mental. Reivindicaba su pericia en<br />

medidas preventivas y señaló a la formación de los niños como el punto adecuado de ataque:<br />

La formación de los niños está haciendo mil neuróticos por cada uno que los psiquiatras pueden esperar<br />

ayudar con psicoterapia.<br />

Chisholm sabía qué causaba el problema en la niñez. Sabía también cómo arreglarlo:<br />

El único mínimo común denominador de todas las civilizaciones y la única fuerza psicológica capaz de<br />

producir estas perversiones es la moralidad, el concepto de lo bueno y lo malo.<br />

Shakespeare y los vikingos tenían razón: nada es bueno o malo, sino que el pensamiento lo hace así. La<br />

moralidad era el problema. Con la Segunda Guerra Mundial a nuestras espaldas y todo a la deriva, se<br />

presentaba una oportunidad perfecta para reconstruir la vida social en la escuela y en todas partes, a partir de<br />

una nueva lógica amoral y científica:<br />

Hemos tragado toda clase de venenosas certidumbres introducidas en nosotros por nuestros padres, nuestros<br />

maestros de escuelas dominicales o de diario, nuestros políticos, nuestros sacerdotes, nuestros periódicos<br />

[...] Los resultados, los inevitables resultados, son frustración, inferioridad, neurosis e incapacidad de<br />

disfrutar la vida [...] Si la raza debe ser liberada de esta carga paralizante <strong>del</strong> bien y el mal deben ser los<br />

psiquiatras los que tomen la responsabilidad original.

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