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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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Niños a los que falta compasión por la desgracia, que se ríen de la debilidad, que traicionan a sus<br />

amigos y familias, que muestran desprecio por la gente cuya necesidad de ayuda se muestra<br />

demasiado claramente. Niños condenados a estar solos, a crecer con amargura, a morir con miedo.<br />

Niños que no pueden soportar la intimidad o la franqueza. Niños que se enmascaran tras<br />

personalidades fabricadas apresuradamente de la televisión y de otros indicadores distorsionados de<br />

la naturaleza humana. Tras esas máscaras se esconden almas lisiadas. Conscientes de esto, evitan el<br />

escrutinio estrecho que exigen las relaciones íntimas porque expondrá su superficialidad, de la que<br />

tienen alguna conciencia.<br />

Niños materialistas que asignan un precio a todo y que evitan perder demasiado tiempo con gente<br />

que no promete retribución inmediata: un grupo que a menudo incluye a sus propios padres. Niños<br />

que siguen el ejemplo de los maestros, clasificando y ordenando todo: «el mejor», «el mayor», «lo<br />

mejor», «lo peor». Todo simplificado en ingenuas categorías por el juicio implícito de un precio en<br />

metálico, estimado como guía infalible para valorar.<br />

Niños dependientes que crecen para ser adultos quejicas, traicioneros, aterrorizados y dependientes,<br />

pasivos y tímidos ante nuevos retos. Y sin embargo esta condición incapacitante se oculta a menudo<br />

bajo una pátina de bravuconería, enojo y agresividad.<br />

6 Una valoración crítica<br />

En la última mitad <strong>del</strong> siglo XIX, a medida que la nueva institución escolar echaba lentamente raíces<br />

tras la Guerra Civil en grandes ciudades y en el Sur derrotado, algunas de las mejores mentes <strong>del</strong><br />

país, personas aptas por su rango social para hacer críticas públicamente, hablaron claro cuando<br />

vieron a su primera falange de graduados tomar su puesto en el mundo tradicional norteamericano.<br />

Todos estos oradores se habían formado a sí mismos en las viejas escuelas, asistemáticas y no<br />

institucionales. Al principio de otro nuevo siglo, es espeluznante escuchar lo que esos bisabuelos<br />

nuestros tenían que decir <strong>del</strong> fenómeno de la escolarización en masa cuando se aproximaban a su<br />

propio fatídico nuevo siglo.<br />

En 1867, el médico y académico norteamericano famoso en todo el mundo Vincent Youmans dio<br />

una conferencia en el London College of Preceptors sobre la institución escolar que justo estaba<br />

naciendo:<br />

La escuela produce perversión mental y absoluta estupidez. Produce dolencia física. Produce estas<br />

cosas mediante medidas que operan en perjuicio <strong>del</strong> cerebro que crece. No se debe dudar que el<br />

aburrimiento, indocilidad y crueldad se agrava frecuentemente con las lecciones de la escuela.<br />

Trece años después, Francis Parkman (conocido por Oregon Trail) pronunció un juicio similar. El<br />

año era 1880, el preciso momento en que Wundt estaba fundando su laboratorio de psicología<br />

científica en Alemania:<br />

Muchos habían esperado que al dar una enseñanza parcial a gran número de personas, se podría<br />

despertar una sed de conocimiento. Hasta ahora, les resultados no han igualado las expectativas. Las<br />

escuelas no han producido ningún fruto por el que tengamos motivo para congratularnos. (cursiva<br />

añadida)<br />

En 1885, el presidente de la Universidad de Columbia dijo:<br />

Los resultados conseguidos realmente bajo nuestro actual <strong>sistema</strong> de instrucción no son muy<br />

lisonjeros ni muy esperanzadores.<br />

En 1895, el presidente de Harvard dijo:<br />

La escolarización ordinaria produce aburrimiento. Un joven cuyos poderes intelectuales valgan la<br />

pena cultivar no puede desear cultivarlos persiguiendo fantasmas como las escuelas insisten ahora.<br />

Cuando dijo esto, la escolarización obligatoria en su primera manifestación se aproximaba a su<br />

cuadragésimo quinto año de operaciones en Massachusetts, y funcionaba con gran eficiencia en la<br />

ciudad de Cambridge, el hogar de Harvard.<br />

Luego, en los primeros años <strong>del</strong> siglo XX, la pedagogía sufrió otra metamorfosis que derivó en una<br />

forma científica aún más eficiente de escolarización. Cuatro años antes de que estallara la Primera<br />

Guerra Mundial, un pensador y hombre de escuela europeo bien conocido, Paul Geheeb, a quien<br />

tanto Einstein, como Hermann Hesse o Albert Schweitzer reivindicaron como amigo, hizo este<br />

comentario sobre los tipos inglés y alemán de escolarización obligatoria:<br />

La insatisfacción con las escuelas públicas se siente ampliamente. Intentos innumerables de<br />

reformarlas han fallado. La gente se queja de la «sobrecarga» de las escuelas; los educadores

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