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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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Cuatro años después, comparecí ante la misma junta escolar, con la siguiente declaración, un tanto más<br />

siniestra:<br />

El 3 de septiembre de 1986, mi licencia de profesor, que había mantenido durante 26 años, fue cancelada<br />

<strong>secreta</strong>mente mientras estaba de baja médica por artritis degenerativa. La artritis fue contraída por subir<br />

80 escalones al día al tercer piso durante más de un año --por petición expresa de los codirectores-- con<br />

una cadera rota que se aguantaba con tres grandes tornillos.<br />

Aunque los papeles para la baja médica fueron firmados y presentados, esos documentos fueron destruidos<br />

al llegar al distrito y eliminados de las oficinas médicas de la junta central. Se instruyó aparentemente a la<br />

dirección actual para negar que los papeles hubieran sido presentados alguna vez, permitiendo la extraña<br />

conclusión de que simplemente me fui por ahí tras un cuarto de siglo de trabajo y me esfumé.<br />

La notificación que rescindía mi licencia de profesor fue enviada a una dirección en que no vivía desde<br />

hacía veintidós años. Fue devuelta con la indicación «desconocido en esta dirección». Esto satisfizo la<br />

obligación contractual de la junta de notificarme mi despido inminente, al menos nominalmente.<br />

Cuando volví al trabajo tras lo que yo pensaba que no fuera otra cosa sino un permiso autorizado, el<br />

personal me informó que ya no trabajaba para el Tercer Distrito y que no podía trabajar en ninguna parte<br />

porque ya no tenía licencia de profesor. Esto sólo se podría arreglar si mi director de centro testificase que<br />

sabía que yo había presentado correctamente la solicitud <strong>del</strong> permiso. Como esto pondría al individuo en<br />

serio riesgo legal, no es sorprendente que mi petición de esa atención fuera ignorada.<br />

Desde septiembre de 1987 hasta abril de 1988 mi familia fue zambullida en la miseria mientras yo buscaba<br />

limpiar mi nombre. Aunque tenía copias personales de mis formularios de permiso en la primera vista de<br />

esta causa, tanto el director de mi centro como el funcionario de personal <strong>del</strong> distrito afirmaron que sus<br />

firmas en las fotocopias eran falsificaciones. Mi apelación fue denegada.<br />

Justo antes de la segunda vista en marzo, una valerosa <strong>secreta</strong>ria <strong>del</strong> servicio de nóminas juró ante un<br />

funcionario público que mis permisos de prórroga siempre habían estado archivados en Lincoln, firmados<br />

por las autoridades escolares. Testificó que se había intentado que ella entregara las copias, peticiones a<br />

las que se negó. La presentación de su declaración jurada en mi tercera vista causó la devolución final de<br />

mi licencia y de toda la paga perdida. En el momento de la revelación de la declaración jurada durante una<br />

tercera vista de queja, la codirectora gritó con voz agitada: «¡El Distrito no quiere que vuelva!».<br />

Estoy pidiendo una investigación de este asunto porque mi caso ha sucedido más de una vez en el Tercer<br />

Distrito. Verdaderamente, por toda Nueva York este negocio se lleva tan cínicamente que los<br />

administradores violan reglas básicas de decencia y la ley vigente con impunidad, porque saben que el<br />

<strong>sistema</strong> los protegerá sin importar lo culpable que sea su comportamiento.<br />

Jamás llegó ningún comentario de esa Junta de Educación. Dos años después de mi restauración, fui<br />

nombrado Profesor <strong>del</strong> Año de la ciudad de Nueva York. Dos años después de eso, Profesor <strong>del</strong> Año <strong>del</strong><br />

estado de Nueva York. Un año después, tras hablar en el Engineer's Colloquium en el Centro Espacial de la<br />

NASA, llovieron las invitaciones de cada estado de la Unión y de todas partes <strong>del</strong> mundo. Pero el daño que<br />

había sufrido mi familia tuvo efectos duraderos.<br />

Sin embargo creo que demostré algo importante. Al volver a mirar todo el lamentable entramado <strong>del</strong> <strong>sistema</strong><br />

tal como se reveló a sí mismo capa a capa durante mi agonía, lo que era más impresionante no era su<br />

horroroso poder para amenazarme a mí y a mi familia sin conciencia ni compasión, sino su increíble<br />

debilidad frente a la resistencia. Luchando sin aliados durante treinta años, lejos <strong>del</strong> hogar y de la familia,<br />

sin recursos financieros, sin lugar donde buscar ayuda, excepto en mi ingenio natural, ni donde buscar valor,<br />

excepto en los principios aprendidos de muchacho en un pueblo de clase trabajadora en el río Monongahela,<br />

fui capaz de arrinconar al monstruo de la escuela de tal modo que finalmente fue obligado a cometer <strong>del</strong>itos<br />

para librarse de mí.<br />

Lo que eso sugiere es motivo para una gran esperanza. Un relativo puñado de gente podría cambiar el curso<br />

de la escolarización significativamente, resistiendo el sofocante avance de la centralización y de la<br />

estandarización de los niños, siendo imaginativos y decididos en su resistencia, explotando múltiples<br />

debilidades en la coherencia interna de la institución: la deslealtad que sus propios empleados sienten hacia

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