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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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consumado management psicológico desde la perspectiva de la pedagogía ilustrada. Para lo que esta política<br />

servía, y servía bien, era para priorizar el orden y armonía por encima de la justicia o <strong>del</strong> desarrollo<br />

académico.<br />

Una vez conocido el código, el procedimiento es viejo. Apenas se lo puede llamar política radical, excepto<br />

por los inocentes terminales. Si pasa algunas horas leyendo el trabajo de Erving Goffman sobre la gestión de<br />

las instituciones, descubrirá que los más fuertes internos de un manicomio y la dirección <strong>del</strong> manicomio<br />

tienen un vínculo: se necesitan unos a otros. Esto no es cínico. Es un precio que tiene que pagarse en<br />

beneficio de las megainstituciones. El vasto campo de prisioneros de la Guerra Civil de Andersonville no<br />

podría haber operado sin la cooperación activa de sus más peligrosos internos. Del mismo modo Dachau.<br />

Del mismo modo es en la escuela. Erving Goffman nos enseñó todo lo que necesitamos conocer <strong>del</strong><br />

auténtico lubricante que hace que giren las ruedas de las instituciones.<br />

Una política tácita de no intervención paga dividendos impresionantes. En el caso de mi escuela, esos<br />

dividendos se reflejaban en la habitual referencia <strong>del</strong> diario <strong>del</strong> vecindario al lugar como «el secreto mejor<br />

guardado <strong>del</strong> West Side». Eso se suponía que quería decir que se obtenían condiciones de escuela privada en<br />

el edificio, que se hacía cumplir la urbanidad, que estaba ausente el aspecto de campo de batalla de otras<br />

escuelas con grandes poblaciones de minorías. Y era cierto. El tono <strong>del</strong> lugar era tan bueno como era posible<br />

encontrar en el Tercer Distrito Escolar Comunitario. Era como si al retirar cualquier expectativa de los<br />

camorristas, su afabilidad subiera en proporción inversa.<br />

No mucho después de mi traslado a esta escuela llegué un día al aula una mañana para descubrir a Jack, un<br />

tipo joven y apuesto de trece años, jugando a los dados al fondo <strong>del</strong> aula, con un gracioso cigarrillo en su<br />

boca. «Eh, Jack, tíralo», espeté, y como el sorprendentemente chico cortés que era, lo hizo. Pero un poco<br />

después ahí estaba Jack desvistiendo a una chica de forma bastante manifiesta en el mismo rincón, y esta vez<br />

cuando intervine ásperamente fue lento para acceder. Una segunda orden no consiguió mejor resultado. «Si<br />

tengo que perder tiempo en esta basura otra vez, Jack, puedes esperar en el despacho de la directora», dije.<br />

Jack parecía decepcionado conmigo. Me habló francamente como si ambos fuéramos hombres <strong>del</strong> mismo<br />

mundo. «Mire, <strong>Gatto</strong> --me dijo con una voz baja y agradable como para no violentarme--, no servirá de<br />

nada. Ahórrese usted mismo la molestia. Esa señora me guiñará un ojo, me tendrá allí ocho minutos --la he<br />

cronometrado antes-- y me volverá a enviar aquí. ¿Por qué buscarse usted mismo problemas?». Tenía razón:<br />

ocho minutos.<br />

Usted puede preguntar cómo esa política podría producir decoro en los vestíbulos y relativo silencio en las<br />

aulas. Bien, mírelo de este modo: está hecha a medida para no buscar el enfrentamiento con los chicos<br />

peligrosos. Cierto, extiende el terror y el desconcierto entre sus víctimas, pero, felices o infelices, los débiles<br />

no son problema para los directivos de la escuela. La larga experiencia con la selección natural en mi<br />

escuela había hecho que los desafortunados se adaptaran, de forma darwiniana, a su papel como presa.<br />

Como animales comestibles continuaban yendo al abrevadero a pesar de toda la humillación que les<br />

esperaba. Este modus vivendi de no intervención se extendía a cada operación. Sólo una vez en cuatro años<br />

escuché a un profesor hacer una referencia indirecta a lo que estaba pasando. Un día escuché el comentario<br />

informal de una señora a un amigo, «es como si firmáramos aquí el último tratado con los indios: tú nos<br />

dejas en paz, nosotros te dejamos en paz».<br />

No es difícil ver que, además de su efecto beneficioso inmediato, esta política pragmática tiene también una<br />

poderosa función de instrucción. Mediante ella un ejército de jóvenes testigos de la mala conducta aprobada<br />

oficialmente aprende el poco valor que tiene la buena conducta. Aprenden pragmatismo. Parte de su<br />

testimonio silencioso es que el fuerte siempre suprimirá con éxito al débil, así que los débiles aprenden a<br />

aguantar. Aprenden que los llamamientos a la autoridad están llenos de riesgo, de modo que no los hacen a<br />

menudo. Aprenden lo que necesitan para ser soldados de a pie en el ejército de la masa.<br />

Psicopático: una palabra recalentada para caracterizar soluciones con éxito y pragmáticas para el control <strong>del</strong><br />

caos institucional. ¿No es este proceso un modo barato y efectivo de mantener controlada la entropía de los<br />

alumnos al coste de sólo un pequeño pesar por parte de algunos animales estúpidos? ¿Es realmente

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