John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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siglo XX, cuando Richard Barnet, <strong>del</strong> Instituto de Estudios Políticos, escribió para Harper's con una voz<br />
cargada de fatalidad:<br />
El problema es crudamente sencillo. Una cantidad de seres humanos asombrosamente enorme y cada vez<br />
mayor ni se necesita ni se desea para hacer los bienes o facilitar los servicios que los clientes que pagan en el<br />
mundo pueden permitirse.<br />
En las décadas anteriores a esta evaluación maltusiana, todo un Instituto psicológico para la Manipulación<br />
Social surgió como una seta venenosa en los Estados Unidos para ofrecer libros de recetas para el futuro de<br />
Norteamérica. Incluso entonces sabían que el 80 por ciento de la generación siguiente ni se necesitaba ni se<br />
quería. Había que encontrar remedios para deshacerse de la amenaza psicológicamente.<br />
Skinner tenía recetas maravillosas, mejores que las de ningún otro. No sorprendentemente, sus<br />
procedimientos eran vagamente familiares para los lectores listados en el Blue Book o en el Social Register,<br />
personas cuya cultura los hacía estar familiarizados con el adiestramiento de perros y halcones. Skinner tenía<br />
recetas para los que mojaban la cama, para el éxito interpersonal, para la gestión <strong>del</strong> trabajo, para abrazar,<br />
para la toma de decisiones. Su grupo industrial empaquetaba hipótesis para entrenar a cualquiera para<br />
cualquier colocación. En 1957, sus máquinas constituían la tecnología psicológica de elección en<br />
instituciones con poblaciones desamparadas: centros de detención juvenil, hogares para retrasados, hogares<br />
para madres solteras, agencias de adopción, orfanatos... allí donde la imagen de la infancia estuviera más<br />
degradada. La olla de oro que se encontraba al final <strong>del</strong> arco iris de Skinner era la Escuela.<br />
El principal rival psicológico <strong>del</strong> conductismo en 1957 era el psicoanálisis, pero este rival había perdido<br />
impulso en la época en que las grandes sumas <strong>del</strong> gobierno estuvieron disponibles para comprar servicios<br />
psicológicos. Había muchos inconvenientes con el psicoanálisis: su primitiva teoría narrativa, además de<br />
sonar extraña, necesitaba un tiempo desesperante para probar cualquier cosa estadísticamente. Su técnica<br />
básica requería datos simples que ser elaborados más allá de los límites de la credibilidad. Aun donde eso<br />
era tolerable, era inútil en un escenario escolar moderno construido alrededor de una apariencia de precisión<br />
de etiquetado.<br />
Los teóricos <strong>del</strong> aprendizaje social, muchos psiquiatras académicos, antropólogos u otros especialistas<br />
identificados con una universidad o institución famosa, como la Clínica Mayo, eran la competencia en el<br />
mercado más directa <strong>del</strong> conductismo. Pero tras las complejas redes exteriores que tejían sobre el<br />
comportamiento social, todos eran realmente conductistas en el fondo. Aunque tejían la teoría con el humor<br />
de Rousseau, el beneficio en cada caso se reducía a vender prescripciones conductistas a las clases políticas.<br />
Sus instintos podrían conducirlos a ensoñaciones que podían vincular caídas de rocas en la Nebulosa <strong>del</strong><br />
Cangrejo con la caída de gorriones en Monongahela, pero el argumento con el que se ganaban la vida era<br />
que las poblaciones de masas podían y deberían ser controladas mediante el adecuado uso de palos y<br />
zanahorias.<br />
Otro rival respetable para la corona que el conductismo se encontró sobre su cabeza tras la Segunda Guerra<br />
Mundial era la teoría de las etapas, que podía variar desde la gramática poética de Erik Eriksson hasta el<br />
impenetrable tapiz matemático de Jean Piaget, un ejercicio de insolencia que tejía el destino psicológico de<br />
la humanidad a partir <strong>del</strong> testimonio de menos de dos docenas de niños burgueses suizos. Se podían levantar<br />
modestos imperios académicos a partir de la lealtad a una teoría de etapas u otra, pero había tantas que se<br />
estorbaban unas a otras. Como los programas de siete pasos para perder peso y mantenerse en él, la teoría de<br />
etapas suministraba alternativas amables para adiestrar niños como ratas; pero cuanto más entraba en<br />
competencia con la engañosa precisión de la psicología skinneriana, más ridículos parecían sus pies de<br />
barro.<br />
Toda teoría de etapas está bochornosamente ligada a la cultura. Hablemos sobre el lapso de atención de los<br />
niños y súbitamente está obligado a enfrentarse con el hecho de que mientras los norteamericanos de<br />
dieciocho meses se impacientan tras treinta segundos, los chinos de esa edad pueden observar atentamente<br />
una demostración durante cinco minutos. Y mientras los neoyorquinos de 8 años apenas pueden atarse los<br />
zapatos, los amish de ocho años se dedican a un día completo de trabajo en la hacienda familiar. Incluso en