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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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psicopático o sólo sofisticación estratégica? Mi directora, llamémosla Lulu para proteger a la culpable,<br />

explicó una vez en un encuentro público que había poco que ella pudiera hacer acerca <strong>del</strong> desafortunado<br />

pasado y presente de esos chicos, y que reconocía que probablemente no tenían brillantes perspectivas para<br />

el futuro; pero mientras ellos estuvieran aquí ellos sabrían que ella cuidaba de ellos, nadie sería molestado<br />

indebidamente. Nadie en la audiencia tomó lo que dijo como poco sincero, ni yo pienso que lo fuera. Creía<br />

lo que decía.<br />

Psicopático: la palabra evoca ojos destellando y pelo de punta, hombres que esconden cócteles Molotov bajo<br />

sus abrigos en vagones de metro atestados de camino a Merrill Lynch para ejecutar una venganza. Pero deje<br />

al lado cualquier imagen escabrosa que pueda asociar al término. Lo estoy usando como una etiqueta para<br />

describir a la gente sin conciencia, nada más. Los psicópatas y los sociópatas a menudo son nuestros<br />

encantadores e inteligentes compañeros en grandes empresas e instituciones. Imitan perfectamente la<br />

necesaria coloración protectora de la compasión y de la preocupación, imitan el discurso humano. Sin<br />

embargo debajo de este disfraz superficial son tarjetas de circuitos de racionalidad científica, puras<br />

expresiones <strong>del</strong> pragmatismo.<br />

Todas las grandes burocracias, públicas o privadas, son psicopáticas en la medida en que están bien<br />

gestionadas. Es una auténtica paradoja, pero es hora de reconocer la verdad de ello. Las políticas<br />

corporativas, como la reducción de personal y la degradación <strong>del</strong> entorno, que reducen la calidad de vida<br />

para gran cantidad de gente, tienen perfecto sentido racional como mecanismos para conseguir la<br />

rentabilidad. Incluso si se pudiera probar que la teoría <strong>del</strong> homo economicus tiene un componente moral a<br />

largo plazo en que, como a veces se sostiene en círculos políticos, el dolor <strong>del</strong> momento conduce<br />

inevitablemente a un mejor mañana para los que sobreviven, la cosa aún sería psicopática. Una<br />

Norteamérica anterior hubiera tenido poca duda en calificarla como maléfica. Me he esforzado por poner el<br />

término psicopático en vez de maléfico en deferencia a las antipatías modernas. Todo el problema está en<br />

armonía con la teoría clásica evolutiva y en las ideas teológicas de salvación limitada. Encuentro interesante<br />

esa congruencia.<br />

La acusación sensacionalista de que todas las grandes corporaciones, incluyendo las corporaciones<br />

escolares, son psicopáticas se vuelve menos incendiaria si usted admite antes lo obvio, que esas entidades<br />

son inhumanas. Olvide los seres humanos que pueblan las estructuras corporativas. Seguro que algunos de<br />

ellos sabotean la integridad corporativa de vez en cuando y se comportan como seres humanos, pero nunca<br />

consistentemente, y nunca por mucho tiempo, porque si esa fuera la historia, la coherencia corporativa sería<br />

imposible, como sucede a menudo en los países <strong>del</strong> Tercer Mundo. Ahora al menos usted ve qué quiero<br />

decir cuando califico la corporación institucional de la escuela como psicopática. Los códigos morales no<br />

impulsan la toma de decisiones de la escuela. Eso significa que la Escuela a veces decide ignorar a su hijo<br />

cobardica cuando le dan una paliza para quitarle su dinero de la comida a fin de engrasar otras ruedas<br />

mayores. La escuela no tiene lagrimales con los que llorar.<br />

2 El juego tiene trampa<br />

El análisis de Hannah Arendt de la notable banalidad <strong>del</strong> carácter organizativo de la era nazi llama la<br />

atención hacia su excesiva disciplina, constante cortesía, ordenados archivos, programas para todo,<br />

eficientes procedimientos de suministro y la estupidez y pobreza emocional de Adolf Eichmann, que<br />

supervisaba la destrucción de muchas vidas sin ninguna malicia particular. Incluso le gustaban los judíos.<br />

Ser parte de una empresa dedicada a la conversión de lo animado en lo inanimado al por mayor no era culpa<br />

suya. Era sólo un trabajo. Su deber racional era hacerlo lo mejor posible. A menos que se permita a la<br />

humanidad poseer alguna peculiar dignidad divina, quizás una alma, Eichmann tenía un derecho a decir a<br />

sus críticos: ¿qué diferencia hay entre lo que hago y la matanza de vacas británicas para prevenir la<br />

enfermedad de las vacas locas? Nada personal. ¿Es la escasez de gente lo que les hace enfadar?<br />

Ese es el tema real, ¿verdad? Una vez se define una misión con pura objetividad, el procedimiento<br />

psicopático tiene perfecto sentido. Si los hombres y mujeres pueden pensar de esa manera sobre el<br />

genocidio, puede entender por qué simplemente hacer daño a los niños no turbará el sueño de los<br />

administradores de la escuela. Su trabajo no trata de niños: trata de mantenimiento de <strong>sistema</strong>s. La

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