John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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ampliamente transformada a comienzos <strong>del</strong> siglo XX sin mucho conocimiento público consciente de lo que<br />
estaba pasando.<br />
Un proyecto para la gran transformación fue Emilio, un intento de restablecer el Edén mediante el uso de un<br />
procedimiento que Rousseau llamó educación negativa. Antes de que el libro llegue al protagonista Emilio,<br />
se nos invita a contemplar esta instructiva viñeta de un alumno anónimo:<br />
El pobre niño se deja arrastrar, se vuelve a mirar a su alrededor con pesar, se queda callado y sale, con sus<br />
ojos hinchados de lágrimas que no osa verter y su corazón lleno de suspiros que no osa exhalar.<br />
Así es llevado al maestro el alumno víctima. Lo que sigue después es el consuelo de que Emilio nunca<br />
pasará por semejante escena:<br />
Oh tú [dicho a Emilio] que no tienes nada parecido que temer; tú, para quien ninguna época de la vida es una<br />
época de molestia o aburrimiento; tú, que ves venir el día sin inquietud y la noche sin impaciencia [...] ven,<br />
mi feliz y bondadoso alumno, ven y consuélanos.<br />
Mire la escena de Rousseau con atención. Pase por alto su insinuación sexual y notará que la efusión se<br />
expresa enteramente con negativos. El maestro no tiene expectativa positiva en absoluto: promete una<br />
ausencia de dolor, aburrimiento y mal humor, exactamente lo que proporciona el Prozac. El instructor de<br />
Emilio dice que el muchacho lo quiere porque sabe que «nunca estará un largo tiempo sin distracción» y<br />
porque «nunca dependeremos el uno <strong>del</strong> otro».<br />
Esta idea de negación es llamativa. Nadie debe nada a nadie: la obligación y el deber son ilusorios. Emilio<br />
no es feliz: es «lo opuesto a un niño infeliz». Emilio aprenderá «a comprometerse consigo mismo en el<br />
hábito de no contraer ningún hábito». No mantendrá compromisos con pasión, ningún interés exterior, ni<br />
entusiasmos, ni otras relaciones significativas más que con el tutor. Debe vaciar su memoria de todo,<br />
excepto <strong>del</strong> momento inmediato, como son propensos a hacer los niños criados en adopción y cuidado de<br />
acogida. Tiene que sentir, no pensar. Tiene que ser vaciado para ser preparado para su iniciación como un<br />
objeto mecánico de la naturaleza.<br />
El lector crítico cae en la cuenta de la similitud de todo esto con estar bajo el efecto de una droga. Emilio<br />
tiene que encontrar libertad negativa: estar libre <strong>del</strong> apego, libre <strong>del</strong> peligro, libre <strong>del</strong> deber y<br />
responsabilidad, etc. Pero Rousseau evita escrupulosamente una pregunta que cualquiera podría plantear:<br />
¿para qué es esta libertad?, ¿cuál es el objetivo?<br />
10 El doctor Watson presume<br />
Tras un salto de 163 años, el doctor <strong>John</strong> B. Watson, moderno padre <strong>del</strong> conductismo, respondió a esa<br />
pregunta de esta manera en los párrafos finales de su libro Behaviorism (1925), cuando pidió a los padres<br />
que se rindieran silenciosamente:<br />
Estoy intentando presentar un estímulo ante ustedes que si es seguido cambiará gradualmente este universo.<br />
Porque el universo cambiará si dejan a sus hijos no en la libertad <strong>del</strong> libertino, sino en la libertad conductista<br />
[...] ¿No nos reemplazarán a su vez como sociedad esos niños con sus mejores formas de vida y<br />
pensamiento, y a su vez no educarán a sus hijos de una forma aún más científica, hasta que el mundo<br />
finalmente se convierta en un lugar apto para ser habitado por los hombres?<br />
Era una oferta que la Escuela no iba a dejar que su hijo rechazara. Edna Heidbredder fue la primera persona<br />
conocedora desde dentro en poner el cascabel a este gato en un maravilloso librito, Seven Psychologies<br />
(1933). Profesora de psicología de Minnesota, describió la llegada <strong>del</strong> conductismo de esta manera hace<br />
siete décadas:<br />
El hecho simple es que los psicólogos norteamericanos se habían impacientado bajo limitaciones<br />
convencionales. Veían los viejos problemas sin vida y menudos, estaban «medio enfermos de sombras» y