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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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que ofrecer alguna seguridad más realista a una superclase emergente de industriales y banqueros<br />

internacionales. Ahora esa seguridad estaba al alcance en la garantía de Mosca de estabilidad social.<br />

La teoría de las élites democráticas, junto con las prometedoras nuevas ciencias mentales alemanas,<br />

proporcionaron todas las herramientas necesarias para seguir a<strong>del</strong>ante con el experimento de la escuela. Las<br />

ideas de Mosca fueron un éxito académico por todo el espectro universitario recientemente germanizado de<br />

Norteamérica, un santo y seña en las salas de juntas corporativas germanizadas y clubes privados<br />

masculinos. Al inicio de la Segunda Guerra Mundial, la idea familiar de la common school sobrevivía sólo<br />

en la imaginación de las clases medias y trabajadoras de Norteamérica. En la práctica escolar real había dado<br />

paso a ensamblajes perfectamente regulados y controlados acoplados estrechamente al reloj, gestionados por<br />

jerarquías estratificadas y totalmente organizadas en rígidas ordenaciones de clase. La reproducción de clase<br />

fue «científicamente» asegurada mediante puntaciones de tests estandarizados, calibrados hasta el decimal.<br />

Se hizo caso omiso a las objeciones señalando a los «hechos» de la cuestión. Desde su inicio, el racismo<br />

evolutivo guió el vagón de la escolarización obligatoria, con las puntuaciones de los exámenes y sus<br />

comunicados oficiales ofrecidos al público como evidencia de obediencia a un superior.<br />

La teoría de las élites democráticas proporcionó una vía para que la plutocracia se escondiera bajo la piel de<br />

la democracia, para tener a la gente ordinaria representada por los mejores seleccionados por los mejores.<br />

Esto era neolengua orwelliana de una calidad muy grande. Como no se podía confiar en la gente para que<br />

eligiera a los mejores entre ella, la comunidad de calidad lo tendría que hacer en su lugar, entre bastidores,<br />

ocultando (en aras de la eficiencia social, pero también por motivos humanitarios) la realidad completa de la<br />

radical transformación política. El pueblo norteamericano fue expulsado de repente <strong>del</strong> escenario y<br />

sustituido por un impostor político, con sus actitudes anglificadas.<br />

Walter Lippmann, entre muchos, recogió esa música tocada por Mosca y amplificada por el importante<br />

fabiano norteamericano Herbert Croly en su libro The Promise of American Life (1909). La plataforma<br />

progresista de Teddy Roosevelt de 1912 fue copiosamente acompañada con la guarnición de Croly y Mosca,<br />

una perspectiva que pedía retroceso <strong>del</strong> público y dejar que los expertos tomaran las decisiones importantes<br />

a fin de que se pudiera realizar la promesa de una vida norteamericana. Con estos preceptos presentes,<br />

Lippmann presentó su propio par de libros influyentes: Public Opinion (1922), seguido de The Phantom<br />

Public (1925).<br />

Public opinion exigía restricciones severas al debate público. El discurso histórico norteamericano era «un<br />

defecto de la democracia». Era imposible, dijo Lippmann, que el público conociera siquiera cuáles eran sus<br />

propios intereses. El público era infantil sin remedio: se tenía que cuidar de él. Las escuelas tendrían que<br />

enseñar a los niños que el viejo ideal de ciudadanía activa y participativa era biológicamente imposible. Las<br />

decisiones en la compleja sociedad industrial tenían que ser tomadas por «expertos invisibles que actuaran a<br />

través de funcionarios <strong>del</strong> gobierno» por el bien de todos.<br />

Lo correcto, dijo Lippmann, era dar al público una explicación «de cuento de hadas», algo para sostenerlo<br />

emocionalmente, igual que contamos relatos a los niños a la hora de acostarlos. Después, cuando vio los<br />

efectos de su consejo desarrollados, Lippmann los repudiaría, pero esa es otra historia. El gran público<br />

tendría que ser neutralizado en nombre de la democracia para que funcionara esta sociedad de expertos, esta<br />

nueva república basada en ciencias <strong>del</strong> comportamiento humano. En este mundo nuevo no sería bueno tener<br />

zapateros y peluqueros fastidiando mientras la gente importante construía el futuro. En la institución estatal<br />

de la escolarización obligatoria sería mejor a largo plazo que los niños aprendieran poco o nada a corto<br />

plazo. Norteamérica estaba volviendo al punto de partida de sus orígenes británico-germánicos y<br />

episcopalianos.<br />

En la redefinición de Mosca-Croly-Lippmann de democracia, la gente corriente cambiaba su derecho a ser<br />

escuchada acerca de problemas políticos a cambio de recibir cuidado. Era el chollo para la madre con sus<br />

niños pequeños. El enorme proyecto de adiestramiento llamado Escuela, procediendo en fases <strong>del</strong>iberadas a<br />

lo largo <strong>del</strong> siglo XX a medida que se presentaba la oportunidad y viajando a la velocidad de la electrónica<br />

cuando acababa el siglo, tenía como propósito la creación de un orden social automático que podría ser<br />

gestionado por unas élites nacionales e internacionales inalcanzables. Era un nuevo tipo de organización

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