John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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Y sin embargo la exquisita ironía me atormenta como una furia: nunca he conocido a nadie capaz de hacer<br />
tal magia de la nada. Cuando, para su gran sorpresa, recibió una considerable cantidad de dinero tras la<br />
muerte de papá, como un deseo de Midas, este dinero no le ofreció nada que realmente necesitara. Tampoco<br />
fue capaz de gastar nada de él para comprar lo que deseaba su corazón, una posibilidad para su talento o<br />
algo de dignidad.<br />
En 1932 Frances Zimmer se fue sola en su espantosa aventura, emparentando con una magnífica familia<br />
italiana que se había destacado de la masa de inmigrantes cuando el patriarca estaba vivo, sólo para volver a<br />
caer en picado en ella tras su muerte. Se casó completamente sola, sin un padre o una madre que la<br />
acompañara al altar.<br />
Giovanni <strong>Gatto</strong>, mi abuelo, había sido un culto publicista en Italia, un insólito italiano presbiteriano que<br />
hizo perder la cabeza a una condesa de Calabria con la que se fugó, lo que resultó en el desheredamiento de<br />
ella. Juntos, Giovanni y Lucrezia llegaron a América con sus niños pequeños y establecieron su hogar en<br />
Pittsburgh.<br />
Giovanni es otro fantasma familiar que tuve que trabajar para descubrir. Tras un breve tiempo en esta<br />
nación, fue contratado (personalmente) por Andrew Mellon para ser administrador <strong>del</strong> departamento de<br />
cambio <strong>del</strong> Banco Mellon. Era un hombre para quien los restaurantes reservaban un cubo personalizado de<br />
champán, un hombre que encargaba esculturas de piedra para su jardín. El abuelo <strong>Gatto</strong> era también también<br />
jefe de los masones de Pittsburgh, el Gran Venerable. Un viejo recorte de prensa informaba de su muerte en<br />
treinta y cinco pulgadas con tres titulares y una solemne foto. El obituario lo llamaba «líder de la colonia<br />
italiana de Pittsburgh» y continuaba: «cincuenta y ocho coches, cada uno de los cuales llevaba ocho<br />
personas, fueron necesarios para llevar a los amigos <strong>del</strong> finado al cementerio y de vuelta a casa».<br />
Su muerte produjo una conmoción para los vivos. Nada de los bienes sobrevivió a Giovanni. Sólo una<br />
apresurada venta de la casa por mucho menos de su valor mantuvo a la familia fuera de la pobreza<br />
inmediata. Los hijos lucharon frenéticamente por encontrar un punto de apoyo en el mundo laboral y con<br />
una aceptación estoica de las reducidas circunstancias consiguieron mantener junta la familia y sostener a<br />
Lucrezia, que hablaba poco el inglés. Fue un aunamiento de esfuerzos que los Zimmer no habían sido<br />
capaces de llevar a cabo.<br />
Diez años después, mamá fue atraída a la órbita de esta familia, mientras ella se mantenía muy apegada a sus<br />
secretos y papá hacía lo mismo con los suyos. Lo que la fusión debía habernos conferido a mi hermana y a<br />
mí era un llamativo grupo de individuos característicos: Laura, de gran corazón, la elegante Josephine, la<br />
ingeniosa y cáustica Virginia, el caprichoso Achilles (conocido como Kelly). Estaba también Nick, el<br />
humanista; Frank, el intelectual; y Lucrezia, la condesa. Pero en vez de eso, nuestros traumas privados nos<br />
mantuvieron tan fuertemente separados como la misma fuerza que nos dividió a mi hermana y a mí.<br />
Mamá encontró formas sutiles de desanimar la fraternización con los sociables <strong>Gatto</strong> y papá finalmente<br />
captó la indirecta. Hasta que no hube crecido y entrado bien en la mediana edad, los <strong>Gatto</strong> fueron un<br />
completo enigma para mí: fui separado estrictamente de los primos de esa familia. Cuando ocasionalmente<br />
fui llevado a visitar a Frank, a Laura o a Josephine, o todos juntos, éramos formales unos con otros, al estilo<br />
<strong>del</strong> Viejo Mundo. Cada uno me brindaba cortesía, con todas esas pequeñas florituras de etiqueta que daban<br />
significado a los mejores encuentros de los niños con los mayores, una cualidad antes común y ahora rara<br />
que se trasladó naturalmente a mi enseñanza en la escuela.<br />
11 Merodeando por Monongahela<br />
Estamos ahora de nuevo en Monongahela, una población de fuertes principios, incluso si algunos son<br />
absurdos o totalmente equivocados. Aquí el pragmatismo es un tema secundario, desdeñado por todos a<br />
menos que se quede en su sitio; una rareza agridulce, porque el sentido práctico es la lingua franca <strong>del</strong><br />
pueblo. El fenómeno <strong>del</strong> desdén abierto hacia las clases inferiores no se ve en mi valle, nunca en el grado<br />
que experimenté posteriormente en Ithaca, Cambridge y Manhattan. Los oprimidos no son lo bastante<br />
dóciles en Monongahela para que cualquiera los insulte abiertamente. Así lo descubrieron los detectives de