07.05.2013 Views

John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Todos los habitantes de la población tenían un papel: las iridiscentes libélulas <strong>del</strong> río, el murmullo de los<br />

tranvías, los prehistóricos trenes de carga, el esplendor de los barcos de ruedas de paletas, las galletas a<br />

granel y el queso y carne sin cortar antes de la compra, mujeres con vestidos descoloridos de algodón para ir<br />

por casa que se desenvolvían con porte y dignidad a pesar de todo, hombres que juraban constantemente y<br />

escupían enormes masas compactas de mucosidad a las aceras, trabajadores <strong>del</strong> acero que se tomaban<br />

cualquier insulto como mortal y revolvían el pelo de un chico porque era el «sobrino de Zim».<br />

Di muchas vueltas por Monongahela en busca de cosas y gente, y las iba probando. Se aprende mucho de ser<br />

vago. Aprendí a pescar de esa forma, a defenderme por mí mismo, a asumir riesgos al descender a una mina<br />

de carbón abandonada al otro lado <strong>del</strong> río, llena de extraña maquinaria y agua negra: un mundo primitivo sin<br />

nadie por allí para decirme que tuviera cuidado. Aprendí a aceptar las críticas sin huir, a observar a hombres<br />

y mujeres duros revelándose a sí mismos a través de sus elecciones. Limpiaba la imprenta de Pappy cada<br />

día, tras cerrar, por una moneda de cincuenta centavos St. Gaudens de la Libertad caminando, la más bella<br />

moneda norteamericana jamás hecha. Vendía ejemplares <strong>del</strong> Sun-Telegraph y Post-Gazette en la esquina de<br />

la Segunda con la Principal por un beneficio de un centavo por periódico. Tenía una caseta de venta de<br />

refrescos los días calurosos de verano en la Principal y Cuarta.<br />

¿No debería preguntarse por qué su hijo o hija necesita saber todo sobre Irak o sobre lenguaje de ordenador<br />

antes de que pueda decirle el nombre de cada árbol, planta y pájaro <strong>del</strong> otro lado de su ventana? ¿Qué les<br />

pasará cuando con sus altas puntuaciones en los tests estandarizados descubran que no saben freír un huevo,<br />

coser un botón, unir cosas, construir una casa, pilotar una barca, ir a caballo, limpiar un pescado, poner un<br />

clavo o generar vida y criarla? ¿Cree que otros hagan por uno esas cosas es lo mismo? Entonces es usted<br />

necio. ¿Por qué coopera en el juego de la escolarización obligatoria cuando hace a los niños inútiles para sí<br />

mismos como adultos, apenas capaces de atar sus propios zapatos?<br />

Aprendí a disfrutar mi propia compañía en Monongahela, a sentirme cómodo con cualquiera, a depositar mi<br />

confianza en cualidades personales antes que en gradaciones estadísticas. ¿Algo más? Bueno, aprendí a amar<br />

allí.<br />

Justo al otro lado <strong>del</strong> puente sobre el río y sobre la colina <strong>del</strong> río había una granja en campo abierto, y<br />

cualquiera podía caminar hasta allí en treinta minutos. Todo el mundo era bienvenido, niños incluidos. Los<br />

granjeros nunca se quejaban. Madre llevaba a pasear a Joanie y a mí por allí por la mañana temprano,<br />

cuando la niebla salía <strong>del</strong> río. Cuando ella tenía sesenta y dos años, le escribí intentando explicar lo que<br />

intento explicar ahora, cómo su ciudad me había dado los fundamentos sobre los que levantar una vida:<br />

Querida mamá,<br />

Creo que lo que finalmente me enderezó fue la memoria de aquellos paseos a primera hora de la mañana que<br />

solías hacer conmigo hasta River Hill, con la neblina que surgía <strong>del</strong> río verde y de los árboles, los pozos<br />

abiertos de minas de carbón abandonadas que producían su propio tipo de extraña belleza en el suave<br />

silencio <strong>del</strong> nuevo día. Salir de la arena y <strong>del</strong> óxido de Monongahela, cruzar la limpia arquitectura <strong>del</strong> viejo<br />

puente, con su vertiginosa vista al río que pasaba por debajo a través de las tablillas ampliamente separadas<br />

bajo los pies, eso fue una digna introducción a las colinas en la lejana orilla. Al subir por esas colinas<br />

contigo asustábamos y hacíamos huir a muchos conejos. Sé que también recuerdas eso. Estaba asombrado<br />

de que los animales salvajes vivieran tan cerca <strong>del</strong> pueblo. Luego en la cima podíamos ver Monongahela en<br />

el valle <strong>del</strong> modo en que los pájaros la veían; pero cuando nos apartábamos, todo eran graneros y cultivos de<br />

cereales. Me diste nuestro pueblo. Fue el mejor regalo.<br />

Mis mejores profesores en Monongahela fueron Frank Pizzica, el gran apostador vendedor de coches; el<br />

viejo señor Marcus, el boticario más sabio que un médico; Binks McGregor, vendedor de camisas psicólogo;<br />

y Bill Pulaski, el alcalde amante de la diversión. Todos entenderían que necesitamos estar contratando<br />

diferentes tipos de gente para que nos enseñen, gente que se ha puesto a prueba a sí misma en la vida<br />

soportando su dolor como espíritus libres. A nadie se le debería permitir enseñar hasta que no tuviera<br />

cuarenta años. A nadie se le debería dejar en cualquier lugar cerca de los niños sin haber conocido el pesar,<br />

el desafío, el éxito, el fracaso y la tristeza.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!