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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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Mi único motivo para estar allí era una búsqueda personal. Estaba haciendo novillos de mi trabajo real como<br />

escritor de anuncios en la avenida Madison para vender cigarrillos y crema de afeitar, el trabajo de los<br />

sueños para un chico de un club de estudiantes. Ni un solo día sin Martini y Beefeater, entonces el trago<br />

favorito <strong>del</strong> publicista, ni una mañana sin dolor de cabeza, ni un solo logro profesional que valiera la pena.<br />

No era precisamente un moralista por aquellos días, pero tampoco un idiota. Pensamientos de un futuro<br />

hecho de escribir cincuenta palabras o así a la semana, borracho cada día, con sensación de búsqueda cada<br />

noche, habían comenzado a ponerme nervioso. Mientras estaba sentando un fin de semana sin hacer nada en<br />

el barrio oeste decidí ver cómo era enseñar en una escuela.<br />

Entonces Harlem era un lugar inefable, donde los blancos que estaban a la moda participaban en aquellos<br />

últimos breves momentos antes de que estallaran los fuegos y disturbios de los 60. Blancos y negros aún<br />

fingían que era el mismo Harlem a la última de los años de la Segunda Guerra Mundial, pero una nueva<br />

conciencia estaba surgiendo entre los adolescentes. Quizás a mamá le habían vendido la moto sobre el<br />

porvenir más brillante que la Norteamérica progresista organizaba para los negros, pero los niños sabían<br />

más.<br />

«Los nativos están inquietos». Oí esta expresión media docena de veces en el único día que pasé en<br />

Wadleigh, la escuela de la muerte. La franqueza era el estilo <strong>del</strong> momento entre los profesores blancos (que<br />

comprendían el 100 por ciento <strong>del</strong> claustro) y entre los administradores en particular. Llegados a cierto<br />

punto, los niños negros se habían dado cuenta <strong>del</strong> hecho de que su escuela era un mundo de mentirosos, un<br />

proyecto de empleo para gente blanca cutre.<br />

Los únicos negros visibles fuera de Harlem y sus guetos circundantes eran criadas, obreros y un puñado<br />

simbólico colocado en empleos inútiles <strong>del</strong> gobierno, en el teatro, artes o administración pública.<br />

La excepción notable consistía en pequeña élite profesional y empresarial de antillanos que se comportaba<br />

notablemente como blancos de clase alta, exhibiendo una vigorosa dosis de prejuicio racial basado en el<br />

color y gradaciones de la piel, cuanto más clara mejor. Los modales británicos marcaban la diferencia en<br />

Harlem igual que lo hacían en cualquier sitio. Las grandes campañas publicitarias de la época eran<br />

abrumadoramente británicas. Hombres con parches en el ojo que llevaban camisas Hathaway y cuyos<br />

abuelos lucharon en Mafeking, anuncios «curiosamente <strong>del</strong>iciosos» de Schweppes con el «comandante<br />

Whitehead», anuncios de automóviles Rolls donde el mayor ruido que se oía era el tic-tac de un reloj<br />

eléctrico. La mano británica en la vida de la Norteamérica de mediados <strong>del</strong> siglo XX era notoriamente<br />

fuerte. Mil doscientos niños negros de Wadleigh no tenían problemas en imaginarse lo que la recolonización<br />

por el inglés significaba para ellos.<br />

Yo no tenía idea de esto, por supuesto, el día que entré en un edificio escolar por primera vez en nueve años,<br />

un edificio tan oscuro, desagradable y en tan mal estado que era imposible aceptar que alguien pensase en<br />

serio que los niños estaban mejor allí que corriendo por las calles.<br />

Considere las órdenes que me dieron y bajo las que tuve que ir a encontrarme con alumnos de octavo curso<br />

en el segundo piso:<br />

Buenos días, Sr. <strong>Gatto</strong>. Le toca clase de escribir a máquina. Este es su programa. Recuerde, ¡NO DEBEN<br />

ESCRIBIR A MÁQUINA! Bajo ninguna circunstancia se les permite escribir a máquina. Me pasaré sin<br />

avisar para ver que cumple. NO CREA NADA QUE LE CUENTEN sobre una excepción. NO HAY<br />

EXCEPCIONES.<br />

Imagine la escena: un ayudante de director, un hombre ya una leyenda viva en todo el distrito escolar, un<br />

hombre con una voz de mando como Ozymandias, despachando con el joven <strong>Gatto</strong> (que apenas el día antes<br />

escribió la inmortal línea: «Las piernas están este año en primer plano», para un anuncio de lencería) en los<br />

oscuros túneles de la Escuela de la Muerte con estas palabras:<br />

Ni una letra, ni un número, ni un signo de puntuación de esas teclas o nunca volverá a ser contratado aquí.<br />

Vaya ahora.

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