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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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Para hacerme saber quiénes eran mis oyentes, Rogers dijo que cada uno allí era un millonario, ninguno<br />

necesitaba trabajar para él porque todos eran autosuficientes y podían encontrar trabajo en cualquier parte<br />

<strong>del</strong> lugar simplemente caminando hasta otra compañía. Trabajaban para Cypress porque querían, igual que<br />

él mismo y, como él, trabajaban normalmente duro desde muy temprano por la mañana hasta mucho más<br />

tarde de las cinco. Porque querían.<br />

La tesis de mi charla era que la historia de la escolarización obligatoria en Norteamérica, como en cualquier<br />

otro sitio, es la historia de las necesidades de la empresa. La escuela no se puede explicar satisfactoriamente<br />

estudiando las carreras de ideólogos como Horace Mann o cualquier otro. En realidad, el problema de la<br />

educación norteamericana desde una perspectiva personal o familiar no es un problema en absoluto desde la<br />

posición de ventaja de la gran empresa, las grandes finanzas y el gran gobierno. Lo que es un problema para<br />

mí es para ellos una solución. Hay un incentivo insuficiente para cambiar mucho las cosas, si no las cosas<br />

cambiarían. Aprendí eso de Adam Smith. Smith resulta tener una sensibilidad muy diferente de la que el<br />

sacerdocio de los apologistas empresariales cree que es.<br />

Mírelo de este modo: en nuestro <strong>sistema</strong> actual, esas inmensidades abstractas están cargadas con la<br />

responsabilidad constante de encontrar sitio para centenares de millones de personas, y el reto aún más<br />

desalentador de crear demanda para productos y servicios que, vistos históricamente, pocos de nosotros<br />

quieren o necesitan. A causa de esta anomalía, surge una disciplina procústea en la que toda la población<br />

debe ser continuamente estirada o cortada para encajar en la conveniencia momentánea de la economía. Esto<br />

es un libre mercado sólo en la fantasía. Parece libre porque incesantes esfuerzos entre bambalinas mantienen<br />

la ilusión, pero su realidad es muy diferente. Prodigios de intuición psicológica y política reunidos<br />

penosamente a lo largo de los siglos son destilados en principios, enseñados en las universidades de élite y<br />

consagrados al servicio de esta colosal proeza de las apariencias.<br />

Déjemelo ilustrar. A la gente le gusta trabajar, pero tiene que ser convencida de que el trabajo es una especie<br />

de maldición, de que debe colocar el máximo de ocio y aparatos que ahorren trabajo en su vida, creencia de<br />

la cual dependen muchas grandes empresas. A la gente le gusta inventar soluciones, ser ingeniosa, hacer<br />

cosas con lo que tiene, pero la inventiva y frugalidad son comportamientos criminales para una economía de<br />

producción en masa, esos ejemplos amenazan infectar a los demás con la misma sedición fatal.<br />

Similarmente, a la gente le gusta crearse lazos con posesiones favoritas, incluso a hacerse vieja y morir con<br />

ellas, pero tal complacencia es locura peligrosa en una máquina económica cuyas costosas herramientas se<br />

renuevan continuamente mediante enormes préstamos. A la gente le gusta quedarse donde está, pero tiene<br />

que ser convencida de que lleva una existencia miserable y baldía si no viaja. A la gente le gusta caminar,<br />

pero el mundo construido está ahora dispuesto para que tenga que conducir. Los peores de todos son los que<br />

anhelan formas de vida productivas e independientes, como tienen los amish y casi todos norteamericanos<br />

libres tuvieron una vez. Si esa visión se extiende, se hunde una economía de consumidores. Por todas estas y<br />

otras razones, la forma de escolarización que tenemos es en gran parte una especie de formación como<br />

consumidores y empleados. Esto no es cierto sólo por casualidad. El sentido común debería decirle que es<br />

necesariamente así si la economía tiene que sobrevivir de alguna forma reconocible.<br />

Cualquier institución principal de nuestra cultura es un socio de la particular forma de corporativismo que ha<br />

comenzado a dominar Norteamérica al final de la Segunda Guerra Mundial. Llámeselo corporativismo<br />

paternal. Sabias élites pueden ser adiestradas para cuidar <strong>del</strong> resto de nosotros, que seremos mantenidos<br />

como niños. A diferencia de los guardianes de Platón, a los que por otra parte se parece, esta élite de méritos<br />

no es mantenida en la pobreza, sino que se le garantiza prosperidad y prestigio a cambio de su vigilancia. Un<br />

rasgo esencial de este tipo de control central es que a la población se la mantiene desconcertada, dependiente<br />

de especialistas e infantil.<br />

La institución escolar es claramente un socio clave en este acuerdo: suprime el impulso productivo en favor<br />

<strong>del</strong> consumo. Redefine el trabajo como un empleo que alguien finalmente te da si te comportas. Habitúa a<br />

una gran clientela a la pereza, envidia y aburrimiento, y acostumbra a los individuos a pensar en sí mismos<br />

como miembros de una clase con varias características distintivas. Más que cualquier otra cosa, la escuela<br />

trata de la conciencia de clase. Además, hace que el trabajo intelectual y el pensamiento creativo aparezcan

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