John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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napoleónica, un nivel privado, dos <strong>del</strong> gobierno. En lo más alto, la mitad <strong>del</strong> 1 por ciento de los alumnos<br />
asistían a las Akademieschulen, donde, como futuros creadores de la política, aprendían a pensar<br />
estratégica, contextual y globalmente: aprendían procesos complejos, conocimiento útil, estudiaban historia,<br />
escribían mucho, discutían a menudo, leían profundamente y dominaban tareas de mando.<br />
El siguiente nivel, las Realschulen, era pensado principalmente como una factoría <strong>del</strong> proletariado<br />
profesional de ingenieros, arquitectos, médicos, abogados, funcionarios civiles de carrera, y otros ayudantes<br />
por el estilo que necesitarían a veces los diseñadores de la política. Entre el 5 y el 7,5 por ciento de todos los<br />
estudiantes asistían a esas «escuelas reales», aprendiendo de forma superficial cómo pensar en contexto,<br />
pero sobre todo aprendiendo cómo manejar materiales, hombres y situaciones, a ser solucionadores de<br />
problemas. Este grupo también proveería de personal las funciones de vigilancia <strong>del</strong> Estado, llevando orden<br />
al territorio. Finalmente, en la parte inferior <strong>del</strong> montón, un grupo entre el 92 y 94 por ciento de la población<br />
asistía a las «escuelas <strong>del</strong> pueblo», donde aprendía obediencia, cooperación y actitudes correctas, junto con<br />
rudimentos de alfabetización y mitos estatales oficiales de historia.<br />
Este <strong>sistema</strong> universal de escolarización obligatoria estaba en funcionamiento en 1819 y pronto se convirtió<br />
en la octava maravilla <strong>del</strong> mundo, prometiendo por breve tiempo --a pesar de su estructura excluyentemente<br />
estratificada-- educación liberal para todos. Pero este sueño prematuro fue pronto abandonado. Esta utopía<br />
particular tuvo un fin diferente a la igualdad humana: perseguía en vez de eso la eficiencia sin fricción.<br />
Desde su inicio las Volksschulen, el lugar <strong>del</strong> pueblo, pasaban muy por alto la lectura: se pensaba que la<br />
lectura producía insatisfacción. Se adoptó el remedio de la escuela de Bell: un nivel de analfabetismo de<br />
hecho, enseñado formalmente bajo los auspicios de la iglesia estatal. La lectura ofrecía demasiadas ventanas<br />
a existencias mejores, demasiada familiaridad con mejores modos de pensar. Era un don que era imprudente<br />
compartir con los destinados permanentemente a un puesto inferior.<br />
Heinrich Pestalozzi, un extraño reformador escolar suizo-alemán, estaba presentando en esta época una<br />
pedagogía no literaria basada en la experiencia, intensa en música y destrezas industriales, que estaba<br />
atrayendo mucha atención favorable en Prusia. Parecía un camino para mantener felices a los pobres sin<br />
despertar en ellos esperanzas de cambiar drásticamente el orden social. Pestalozzi afirmaba tener habilidad<br />
para mo<strong>del</strong>ar a los pobres «para que aceptaran todos los esfuerzos peculiares a su clase». Les ofreció amor<br />
en vez de ambición. Mediante el empleo de medios psicológicos en la formación de la juventud se podría<br />
evitar la guerra de clases.<br />
Una nota curiosamente profética para el futuro desarrollo de la enseñanza escolar científica era que el mismo<br />
Pestalozzi apenas podía leer. No es que fuera tonto: ese talento sencillamente no era importante en su<br />
trabajo. Consideró su propio semianalfabetismo una ventaja en el trato con niños destinados a no encontrar<br />
empleo que necesitara mucha fluidez verbal. Diecisiete agentes <strong>del</strong> gobierno prusiano actuaron como<br />
ayudantes de Pestalozzi en Suiza y llevaron al norte de Alemania ideas <strong>del</strong> estilo suizo de escolarización.<br />
Mientras las escuelas para pobres de Pestalozzi iban dando tumbos torpemente de año en año, un noble, von<br />
Fellenberg, refinó y <strong>sistema</strong>tizó las desordenadas notas <strong>del</strong> reformador suizo, convirtiendo el excéntrico<br />
conjunto en planes clarificados para un <strong>sistema</strong> mundial de educación industrial para las masas. Ya en 1808,<br />
esta formulación no académica fue introducida en los Estados Unidos por Joseph Neef, antiguo maestro en<br />
la escuela de Pestalozzi. Neef, con importante patrocinio cuáquero, se convirtió en el maestro principal de la<br />
pionera utopía laboral de Robert Owen en Nueva Armonía, Indiana. Los esfuerzos de Neef allí<br />
proporcionaron material de conversación de alto nivel a las elegantes salones unitarios de Boston en las<br />
décadas anteriores a la aprobación de la legislación de obligatoriedad. Y cuando se aprobó, todo el crédito<br />
de la victoria política fue para aquellos unitarios.<br />
La influencia de Neef se hizo notar en los Estados Unidos tras el derrumbe de Nueva Armonía, a través de<br />
las conferencias <strong>del</strong> hijo de Robert Owen (posteriormente congresista, luego árbitro en los contratiempos<br />
legales de J. P. Morgan con el ejército de los Estados Unidos ), y mediante discursos e intrigas con esa<br />
magnífica y enérgica emigrada escocesa, Fanny Wright, que exigía el fin de la vida familiar y su sustitución<br />
por la escolarización comunitaria. El entramado de los orígenes de la escuela tiene caminos que se cruzan<br />
una y otra vez, y con más coincidencias aparentes de lo que parece probable.