John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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Marilyn era un año mayor que yo, ya estaba en primer curso. Incluso en 1939 eso la ponía imposiblemente<br />
más allá de mi alcance en cualquier aspecto. Con todo, como mi vecina de la puerta de al lado, me hablaba<br />
de vez en cuando de esa manera amistosa pero distante que las grandes damas adoptan con los jardineros y<br />
los chóferes. Tendría que haber visto lo humildes que eran nuestros hogares para darse cuenta de la<br />
peculiaridad de mi analogía.<br />
Beverly, su hermana, era un año más joven. Según el código invisible de la juventud en las áreas bien<br />
escolarizadas ella bien podría no haber existido. Su presencia en la periferia social merecía la misma<br />
atención que usted podría dar a un perrito que ladra, pero a los cuatro años me encontré enamorado en vano<br />
de su hermana mayor de la manera pura que el lado espiritual de la naturaleza reserva como una señal, creo,<br />
de que la materialidad no lo es todo o ni siquiera lo más importante.<br />
El año siguiente, cuando fui matriculado en la escuela primaria McKelvy, los alumnos de primer curso y los<br />
de segundo eran mantenidos rígidamente separados unos de los otros, incluso en el patio de recreo. El<br />
primer desengaño de mi vida, y el más profundo, fue la cegadora aparición que experimenté cuando me<br />
colgaba de la pesada valla de alambre que separaba el área de juegos <strong>del</strong> grupo de primer curso de la <strong>del</strong><br />
combinado de segundo y tercer curso. Desde la malla de metal a través de la que me esforzaba por mirar,<br />
podía ver a Marilyn riendo y jugando con chicos mayores desconocidos, inconsciente de mi anhelo. Cada<br />
sonido que hacía rompía mis entrañas. Los sollozos que contenía eran tan profundos a los cinco años como<br />
nunca más volví a sentir al sufrir dolor, sus rastros quedaron grabados en mi mente seis décadas después.<br />
¿Así que esto era lo que significaba ser un año más joven? Mi hermana era dos años mayor y apenas me<br />
hablaba. ¿Por qué debería hacerlo Marilyn? Me escabullí por ahí para evitar estar cerca de ella nunca más<br />
después de que esa horrible visión chamuscara mi pequeña alma. Menciono esta visión de la ordenación por<br />
edades a causa de la llamativa contradicción que le planteaba Monongahela al presentar un universo donde<br />
todas las edades se entremezclaban, fertilizándose mutuamente unas a otras de una forma dinámica que<br />
súbitamene un día reconocí que era muy parecida al mundo colonial descrito por Benjamin Franklin en su<br />
Autobiografía.<br />
Swissvale me enseñó también que madre y padre estaban en guerra uno con otro, una triste lección que<br />
aprender a los cinco años. Si las disputas estaban por encima de diferencias de cultura sin solución racional,<br />
era algo que no podía saber. Cada pareja que intenta combinar fuertes tradiciones, como mis padres, debe<br />
aceptar el reto como enorme, no para ser asumido ligeramente o abandonado fácilmente. Las voces de<br />
eternas generaciones se combinan permanentemente en la descendencia. El matrimonio es una ficción legal,<br />
pero el matrimonio en el propio hijo no. No hay forma de divorciarse dentro de las células <strong>del</strong> niño. Cuando<br />
los padres se enfrentan uno a otro, ponen al niño en guerra consigo mismo, una lucha que nunca puede ser<br />
ganada. Coloca un enemigo implacable muy adentro que no puede ser muerto ni exorcizado y de cuya<br />
venganza no hay escapatoria.<br />
Doy gracias a Dios de que mis padres escogieran el camino de enmedio, la dialéctica eterna. Papá, el<br />
pensador progresista (aun cuando su afiliación de partido era republicana y su actitud conservadora),<br />
siempre estaba dispuesto a conceder a la oposición algunos puntos. Mamá, la archiconservadora aun cuando<br />
su voz era siempre demócrata progresista, llena de espinosos principios por los que estaba dispuesta a<br />
luchar, como Beau Geste, hasta el amargo final.<br />
A pesar de las tensiones apenas soportables que generaba este combate incesante, su elección de dirimirlo<br />
por cincuenta años me salvó de pesares aún más ásperos. Los quiero a ambos por luchar tan duro sin<br />
abandonar. Sé que fue mejor para mi hermana y para mí de esa manera: nos dio una oportunidad de entender<br />
ambos lados de nuestra propia naturaleza, de hacer algunas conjeturas acertadas sobre los dones que<br />
poseíamos. Nos preparó para estar cómodos con nosotros mismos. Creo que ellos también estuvieron mejor<br />
con la guerra de cincuenta años. Mejor que si cada uno hubiera estado solo.<br />
[Intermedio mientras el nudo en mi garganta se va]