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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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eliminar el ejercicio repetitivo. Los niños aprenderían mediante dibujos siguiendo las sugerencias que el<br />

legendario místico y erudito Comenius estableció en su famoso Orbis Pictus de 1657.<br />

Tras una breve difusión y tres ediciones, la moda se desvaneció por una razón excelente: a pesar de lo bien<br />

que suena en teoría, no funciona nada bien en la práctica (aunque se encuentran excepciones aquí y allá, y de<br />

forma bastante desesperante parece funcionar en los primeros años de primer y segundo curso). Poco<br />

después el poder de lectura rápidamente desarrollado en los niños adiestrados fonéticamente los hace<br />

capaces de reconocer en lo escrito su propio vocabulario hablado y oído, mientras que los lectores<br />

adiestrados en el método visual sólo pueden leer sin error las palabras que han memorizado como formas<br />

globales, sólo un puñado en comparación.<br />

Este es terreno endemoniadamente complejo. La teoría de Gedike sostenía que cuando se asimilan y<br />

reconocen las palabras suficientes, el alumno puede imaginarse por sí mismo los setenta fonogramas de la<br />

lengua inglesa. Realmente esta es la única explicación creíble que podría explicar el bien conocido<br />

fenómeno de niños que aprenden por sí mismos a leer cómodamente sin el uso de ningún <strong>sistema</strong> en<br />

absoluto. No tengo ninguna duda de que los niños aprenden a leer ocasionalmente de esta forma. Sin<br />

embargo, si es cierto, ¿cómo explicamos el esperpéntico historial de la instrucción por palabras completas<br />

por más de siglo y medio en cada entorno escolar concebible?<br />

Dinero, tiempo, atención y adultos atentos en abundancia, se ha dispuesto de todo para hacer que este<br />

método alternativo funcionara para enseñar la habilidad de lectura, sin embargo su historial en competencia<br />

con el anticuado <strong>sistema</strong> alfabético es horrendo. ¿Qué puede explicar esto?<br />

Tengo una corazonada basada en una década de reflexión. Como todavía nadie se ha molestado en reunir un<br />

gran grupo de buenos lectores que hayan aprendido por sí mismos para preguntarles cómo sucedió, que mi<br />

corazonada sirva como hipótesis de trabajo para que usted medite sobre ello en su tiempo libre. Considere<br />

primero el problema <strong>del</strong> tiempo. Un niño promedio de cinco años puede dominar todos los setenta<br />

fonogramas en seis semanas. En ese punto puede leer prácticamente cualquier cosa fluidamente. ¿Puede<br />

entender todo? No, por supuesto. Pero tampoco se está interponiendo una barrera sintética a la comprensión<br />

mediante palabras de aspecto raro que tienen que ser memorizadas enteras. Paulo Freire enseñó a ignorantes<br />

campesinos sin tradición alguna de lectura a leer en treinta horas. Eran adultos, con diferentes<br />

motivaciones que los niños; pero cuando les mostró una frase y se dieron cuenta de que decía: «La tierra<br />

pertenece al labrador», se engancharon. Ahí tiene usted astucia jesuita.<br />

Volvamos a ese problema <strong>del</strong> tiempo. Hacia el final de cuarto curso, los alumnos adiestrados fonéticamente<br />

dominan unas 24.000 palabras. Los alumnos adiestrados con palabras completas han memorizado unas 1600<br />

palabras y pueden adivinar con éxito unos miles más, pero también intentar adivinar sin éxito unos miles. Un<br />

influyente experto <strong>del</strong> campo de palabras completas ha llamado a la lectura «un juego de adivinación<br />

psicolingüístico» en que el lector no extrae la intención <strong>del</strong> escritor, sino que construye un significado por sí<br />

mismo.<br />

Aunque existe un lado atractivo en esto que es ignorado por muchos críticos <strong>del</strong> lenguaje global (y yo me<br />

cuento entre estos), su valor no llega a compensar por el robo de precioso tiempo de lectura y práctica<br />

guiada. Mientras los niños <strong>del</strong> lenguaje global son mantenidos en un entorno de invernadero, protegidos de<br />

la competición lingüística, las cosas parecen idílicas, pero una vez mezclados con niños de edad similar<br />

adiestrados fonéticamente e invitados a aprovechar el tesoro intelectual encerrado en las palabras, el<br />

resultado no es tan bonito. O el niño deficiente tiene que retirarse <strong>del</strong> campo con un enorme sentimiento de<br />

inferioridad, o peor, tiene que avanzar agresivamente en el combate, afirmando que los libros están<br />

excesivamente valorados, que el pensamiento y el juicio son simplemente problemas de opinión. La<br />

tremenda verdad es que las circunstancias apenas nos dan el lujo de examinar la hipótesis de Gedike de que<br />

los niños son capaces de deducir las reglas <strong>del</strong> lenguaje de un puñado de palabras. La humillación hace<br />

carne picada de la mayoría antes de que se pueda unir al proceso de forma justa.<br />

Así, la segunda corazonada que tengo es que donde el método de las palabras completas puede funcionar, si<br />

llega a funcionar, es en un entorno confortable y protegido sin gente alrededor que se ría burlonamente de

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