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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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Sobre el trabajo, la voz religiosa dice que el trabajo es la única vía al auténtico respeto por uno mismo. El<br />

trabajo desarrolla la independencia, confianza en uno mismo, ingenio. El trabajo mismo es un valor, por<br />

encima de la paga, por encima de la alabanza, por encima de los logros. El trabajo produce una recompensa<br />

espiritual desconocida para los programas de refuerzo de los psicólogos conductistas como B. F. Skinner;<br />

pero si lo aborda con gusto, sin resentimiento ni acción de eludirlo, ya se esté cavando una zanja o<br />

construyendo un rascacielos, se encontrará la clave para uno mismo en el trabajo. Si la aversión secular al<br />

trabajo es una cosa que ser racionalizada como hacen las escuelas, que exigen sólo mínimo esfuerzo de los<br />

niños, se crea un horroroso problema para nuestra sociedad, un problema que hasta ahora se ha mostrado<br />

incurable. Me refiero a las inquietudes psicológicas, sociales y espirituales que surgen cuando la gente no<br />

tiene trabajo útil que hacer. El falso trabajo, no importa lo bien pagado o alabado que sea, causa distorsiones<br />

emocionales tan grandes que los mayores esfuerzos de nuestra civilización pronto se dirigirán a resolverlos,<br />

sin pistas de ninguna respuesta a la vista.<br />

En la economía que hemos permitido evolucionar, el auténtico dilema político en todas partes es mantener a<br />

la gente ocupada. Se tienen que inventar empleos por agencias <strong>del</strong> gobierno y corporaciones. Ambas<br />

emplean a millones y millones de personas para las que no tienen utilidad real. Es un secreto interno entre la<br />

dirección al más alto nivel de que si es necesario hacer subir el valor de las acciones, esto se puede<br />

manipular eliminando miles de empleos «inútiles». Eso se hace regularmente y, diría yo, cínicamente.<br />

A los hombres y mujeres jóvenes en sus años más brillantes y más llenos de energía se les impide trabajar o<br />

ser parte de la sociedad general. Esto se hace para impedir que agraven esta <strong>del</strong>icada situación laboral, ya<br />

trabajando con demasiado entusiasmo, como los niños son propensos a hacer, o creando su propio trabajo, lo<br />

que podría provocar conmociones por toda la economía. Esta violación <strong>del</strong> mandato de trabajar impuesto por<br />

la espiritualidad occidental nos ha hecho retroceder a un rincón <strong>del</strong> que ninguna autoridad tiene idea alguna<br />

de cómo sacarnos. No podemos permitirnos que demasiados niños aprendan realmente a trabajar, como<br />

hacen los niños amish, por miedo a que descubran su gran secreto: el trabajo no es una maldición, sino una<br />

salvación.<br />

Sobre la segunda pena, el dolor, la espiritualidad occidental ha considerado el dolor como un amigo porque<br />

obliga a desplazar la atención de las cosas de este mundo y pone a uno mismo de lleno en el centro <strong>del</strong><br />

Universo. El dolor y la aflicción en todas las formas son modos en que aprendemos autocontrol (entre otras<br />

valiosas lecciones), pero el canto de sirena de la sensualidad nos atrae a cortejar satisfacciones físicas y<br />

despreciar el dolor como algo que echa a perder el placer. La espiritualidad occidental enseña que el dolor es<br />

un camino al autoconocimiento, y el autoconocimiento un camino para confiar en uno mismo. Sin confianza,<br />

no se puede querer a uno mismo; sin quererse a uno mismo, ¿cómo se puede uno sentir capaz de dar amor?<br />

Sobre la tercera pena, el bien y el mal, la espiritualidad occidental exige que uno escriba su propio guión a<br />

través <strong>del</strong> mundo. En un ser espiritual, todo tiene carga moral, nada es neutro. La elección es una carga<br />

diaria, pero que convierte literalmente todo en un gran trato.<br />

Oí hablar recientemente acerca de una mujer que contó a su madre algo sobre una aventura que llevaba a<br />

cabo abiertamente, a pesar de la protesta de su marido y completo conocimiento de su hija de seis años. «No<br />

es algo importante». Eso es lo que dijo a su madre. Pero si la infi<strong>del</strong>idad, divorcio y la destrucción de la<br />

inocencia de un hijo no es algo importante, ¿qué podría serlo entonces? Al intensificar nuestro sentido<br />

moral, sentimos constantemente la alegría de estar vivos en un universo donde todo es algo importante.<br />

Para obtener mucho de una existencia, hay que sacar tantas elecciones como se pueda <strong>del</strong> modo<br />

preprogramado y ponerlas bajo el mando consciente de la propia voluntad. Cuanto más llena sea la<br />

existencia que se busca, menos puede ser cualquier cosa automática, como si se fuera sólo una pieza de<br />

maquinaria. Y como cada elección tiene dimensión moral, se inclinará hacia uno u otro polo de la dicotomía<br />

clásica: bien y mal.<br />

A pesar de las circunstancias atenuantes --y son legión-- el registro acumulado de nuestras elecciones nos<br />

marca como personas respetables o no. Incluso si nadie más se entera de cómo están las cuentas, en lo

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