John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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En sus memorias, The Intimate Papers of Colonel House, alcanzamos a ver algo de la educación de élite<br />
norteamericana en los años 70 <strong>del</strong> siglo XIX. Los primeros años de House estuvieron libres de escuela.<br />
Creció después de la Guerra Civil, cerca de Houston, Texas:<br />
Mi hermano James, seis años mayor que yo, era el jefe [...] Todos teníamos escopetas y pistolas [...] no<br />
había juegos de niños excepto los relacionados con la guerra. [House tenía nueve años entonces]. Al<br />
anochecer alrededor de la chimenea se contaban historias de hazañas atrevidas que nos esforzábamos en<br />
imitar [...] No puedo recordar en qué momento empecé a cabalgar y a disparar [...] Me salvé muchas veces<br />
por los pelos. Estuve dos veces a punto de matar a uno de mis compañeros de juegos con el uso temerario de<br />
las armas de fuego. Eran nuestros juguetes y la muerte nuestra compañera de juegos.<br />
A los catorce años House fue enviado a la escuela en Virginia. La crueldad de los otros chicos hizo una<br />
impresión in<strong>del</strong>eble en su carácter, como puede discernir de este relato:<br />
Al segundo intento de hacerme la novatada decidí que no lo permitiría. No sólo tenía una pistola, sino<br />
también un gran cuchillo, y con ellos mantuve a raya a los chicos mayores y más violentos. No había límite<br />
a los abusos que cometían sobre los que lo permitían. Una forma de abuso que recuerdo era la que fingía un<br />
ahorcamiento. Ataban las manos de un muchacho por la espalda y estiraban <strong>del</strong> cuello con una cuerda<br />
pasada sobre una rama hasta que se le ponía la cara morada. Nada de eso, sin embargo, me pasó a mí. Lo<br />
que hacían a los que lo permitían casi está más allá de lo creíble.<br />
A la edad de diecisiete años en la Hopkins Grammar School de New Haven, durante la campaña Hayes-<br />
Tilden de 1876, House comenzó a «dejarse caer» por los despachos políticos en lugar de «atender a los<br />
estudios». Llegó a obtener reconocimiento y se le dieron pequeños privilegios. Cuando finalmente se tuvo<br />
que acordar la elección por una comisión electoral se le permitió «entrar y salir desapercibido a voluntad en<br />
las vistas». De nuevo House:<br />
Todo esto fue a su modo educativo, pero no la educación que fui a recibir en la Hopkins Grammar School, y<br />
no es extraño que fuera el último de mi clase. No tenía interés en tareas de escritorio, pero leía mucho y<br />
estaba aprendiendo en una escuela mayor y más interesante.<br />
La historia de House se escribió una vez y otra en la corta y gloriosa historia de la educación norteamericana<br />
antes de que la escolarización asumiera el control. A los jóvenes norteamericanos se les permitía acercarse a<br />
los mecanismos de las cosas. Esta brusca práctica mantenía elástica a la sociedad e impresionantes los logros<br />
norteamericanos en cualquier campo práctico.<br />
4 El arte de conducir<br />
Ahora volvamos al presente mientras demuestro que la misma confianza puesta en la gente ordinaria hace<br />
doscientos años aún sobrevive cuando le viene bien permitirlo a los gestores de nuestra economía. Considere<br />
el arte de conducir, que aprendí a la edad de once años. Si no estuviera todo el mundo sobre ruedas nuestro<br />
mo<strong>del</strong>o económico sería imposible, por tanto todo el mundo lo está, a pesar <strong>del</strong> cociente intelectual. Con<br />
menos de treinta horas de formación y experiencia combinadas, a cien millones de personas se les permite el<br />
acceso a armas rodantes más letales que pistolas o rifles. Se las deja sueltas sin profesor, por decirlo así.<br />
¿Por qué nuestro gobierno hace tales presunciones de competencia, al poner confianza casi incondicional en<br />
los conductores, mientras mantiene un tan estrecho control sobre la escolarización casi monopolizada por el<br />
Estado?<br />
Una analogía ilustrará lo radical que es realmente esta confianza. ¿Y si propusiera entregar tres cartuchos de<br />
dinamita y un detonador a cualquiera que los solicitara? Todo lo que necesitaría un solicitante es dinero para<br />
pagar los explosivos. Usted tendría que ser idiota para estar de acuerdo con mi plan, al menos si se basa en<br />
las suposiciones que asimiló en la escuela sobre la naturaleza y la competencia humana.<br />
Y sin embargo la gasolina, un explosivo espectacularmente dañino, peligrosamente inestable y con la<br />
fascinante característica como arma de asalto de que puede fluir por debajo de puertas cerradas y saturar