John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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El mantra de una educación de calidad fue una invención de la industria inmobiliaria en la primera década<br />
tras el final de la Segunda Guerra Mundial, o al menos ese negocio fue el principal distribuidor de la idea<br />
engañosamente destructiva. El lamento por una educación de calidad se convirtió en la punta de lanza de un<br />
audaz y complejo plan para aumentar el suministro de producto inmobiliario mediante la disolución de los<br />
cinturones de pequeñas granjas que rodeaban las ciudades en esos días y la conversión de los campos en<br />
terrenos para viviendas. El gobierno de los Estados Unidos fue un socio importante en esta empresa, que<br />
sirve como útil ilustración de la intrincada realidad que tiene que ser siempre la escolarización en manos <strong>del</strong><br />
Estado político. El gobierno tenía sus propios motivos, como pronto verá.<br />
La asociación sucedió de este modo. Mucho antes <strong>del</strong> final de la guerra --de hecho, durante la presidencia de<br />
Teddy Roosevelt, si creo bien-- había arraigado una idea política rara vez expresada que mandaba al<br />
gobierno de los Estados Unidos crear una centralización <strong>del</strong> suministro nacional de alimentos como<br />
herramienta de gestión política eficiente. Como el <strong>sistema</strong> de clases sociales de Prusia no estaba disponible<br />
para organizar este proceso, sería hecho mediante la corporativización sucesiva de la agricultura<br />
norteamericana, con fuerte ayuda <strong>del</strong> gobierno mediante la legislación, subsidios, compra selectiva y apoyo<br />
indirecto. La familia de la pequeña granja y sus hijos eran un obstáculo demasiado formidable al gobierno<br />
eficiente para que se les permitiera continuar sin que sus formas de vida independientes fueran restringidas.<br />
El mecanismo con el que se dio para terminar al por mayor con las pequeñas granjas fue una serie de subidas<br />
fantásticamente aceleradas de impuestos escolares, cuyo resultado conjunto no pudiera ser soportado a lo<br />
largo <strong>del</strong> tiempo por los granjeros, que operaban sólo ligeramente por encima <strong>del</strong> nivel de subsistencia. El<br />
apoyo popular a esos impuestos entre los no granjeros se consiguió mediante una campaña de propaganda a<br />
largo plazo que redefinió radicalmente la buena educación para que incluyera estadios de fútbol con luces,<br />
uniformes de bandas, enormes cafeterías, <strong>sistema</strong>s de autocares lo bastante grandes para satisfacer las<br />
necesidades de una pequeña ciudad aunque sólo se usaran un par de horas al día, costosos exámenes<br />
estandarizados y muchos añadidos similares que antes con seguridad habrían horrorizado a los ciudadanos<br />
ordinarios tanto por su alto coste como por su extraña irrelevancia.<br />
Sin embargo, en un giro propio de Alicia en el País de las Maravillas, el alto coste era precisamente el punto<br />
clave: sin alto coste no habría necesidad de nuevos impuestos; sin impuestos no habría capacidad de<br />
influencia para obligar a las pequeñas granjas a entrar en el mercado de la vivienda, y lo más importante,<br />
ningún aumento de la capacidad de la escolarización institucional para servir a los propósitos de la<br />
ingeniería social.<br />
Entre 1945 y 1965 los impuestos de escolarización habían aumentado sólo un 12 por ciento a escala<br />
nacional, en promedio, pero a lo largo de los diez años siguientes más que se doblaron, ¡y entre 1977 y 1993<br />
se triplicaron a partir de esta nueva base a gran altura! Este incremento séxtuple a lo largo de cortas décadas<br />
destrozó a los pequeños granjeros en gran número, inundando el mercado inmobiliario con un millón de<br />
pequeñas granjas. Aunque completamente desconocida en el bien educado y bien controlado «debate»<br />
periodístico sobre la escolarización pública, esta aventura de ordenar una sociedad y una economía fue un<br />
momento decisivo en la extraña carrera de la educación pública posterior a la Segunda Guerra Mundial.<br />
Durante años fue inaudito pensar en una junta escolar sin al menos un miembro que representara los<br />
intereses de los bienes raíces, normalmente la voz que más se alzaba pidiendo «educación de calidad».<br />
La gente desarraigada que se acumuló en estas antes productivas tierras de labranza ofreció poca resistencia<br />
a la mayor centralización de la autoridad de la escuela, aunque los granjeros a quienes reemplazaron seguro<br />
que la habrían ofrecido. Como gente que viajaba diariamente a su lugar de trabajo, lo que les interesaba más<br />
era que las escuelas pasaran a ser lugares de alimentación, recreo, socialización, cuidado sanitario y<br />
asesoramiento para la vida de sus hijos. Era la fórmula prusiana renacida en la Norteamérica de finales <strong>del</strong><br />
siglo XX, una fórmula que permitía el desplazamiento de la gestión social a las manos correctas. Así, la<br />
escolarización institucional es siempre más de lo que parece.<br />
10 ¿Quién controla la educación norteamericana?