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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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El general Braddock y la tradición británica dictaban que los soldados rasos deberían ser tratados como<br />

niños tontos, igual que un pastor duro e insensible trata a las ovejas. Ni siquiera es muy difícil imaginar esos<br />

modestos soldados, tan bien organizados, sintiéndose orgullosos de sumergir sus pequeños destinos en la<br />

impresionante voluntad colectiva <strong>del</strong> Imperio británico.<br />

Pero, tal como mostraron los acontecimientos, un día de ajustar cuentas estaba muy cerca para el imperio.<br />

Expuesta con total pretenciosidad, la caída de la expedición británica bajo Braddock envió una sacudida de<br />

suposiciones desenfrenadas a las mentes de otros hombres en las colonias y a sus líderes. Si Braddock no<br />

sabía lo que él mismo estaba haciendo, ¿sería posible que al alemán rey Jorge, allá en Londres, también se le<br />

pudiera sorprender?<br />

15 El príncipe Carlos visita Steel Valley High<br />

Un importante suceso contrarrevolucionario relacionado con los cambios que tienen lugar en nuestras<br />

escuelas tuvo lugar silenciosamente no hace tanto tiempo, a sólo un tiro de piedra de donde cayó Braddock.<br />

Bill Serrin habla de él en su libro Homestead. En 1988 el valle <strong>del</strong> Monongahela había sido despojado de sus<br />

minas y acerías por los intereses financieros de Pittsburgh y sus expertos contratados que no tenían lugar en<br />

las ecuaciones de coste-beneficio para la gente y comunidades, a pesar de toda la retórica que decía lo<br />

contrario.<br />

Como consecuencia, Monongahela, Charleroi, Donora, Homestead y Monessen, estaban todos muriendo,<br />

lugares «antes encendidos, que habían poseído vigor y vida». Ahora estaban cayendo en la vacuidad sin<br />

rumbo de los desempleados tras un siglo como los siderúrgicos <strong>del</strong> mundo. Parados no por su propia<br />

elección, ni siquiera improductivos: las acerías aún producían beneficio, pero un beneficio no lo bastante<br />

grande para satisfacer a importantes intereses financieros.<br />

En el sombrío invierno de 1988 el príncipe Carlos vino a visitar Steel Valley High en Homestead,<br />

oficialmente para hablar acerca de transformar viejas acerías en jardines botánicos. ¿Por qué Carlos? Era el<br />

«aficionado a la arquitectura más destacado <strong>del</strong> mundo», así que, ¿por qué no? El séquito de Su Alteza, de<br />

dos docenas de Jaguar rojos chinos, cruzó el puente de alto nivel de Homestead, situado a sólo unos minutos<br />

<strong>del</strong> lugar donde Braddock murió en el Monongahela. Quizás el príncipe había sido informado de esto, quizás<br />

estaba haciendo una declaración para la <strong>Historia</strong>.<br />

Con una columna motorizada escarlata pasó zumbando por el puente. Los residentes que se habían reunido<br />

para saludar al príncipe y su séquito «vieron sólo una estela escarlata pasar como un rayo hacia Homestead».<br />

Carlos estaba demasiado preocupado con su propia agenda para devolver el saludo a los hijos <strong>del</strong><br />

proletariado industrial europeo, tres veces desposeídos. La victoria como siempre llega para los que esperan.<br />

Sólo tuvimos un Washington, sólo un Jackson, sólo un Lincoln para que nos guiaran contra la mente<br />

imperial. Después de que se fueran, sólo el pueblo recordaba de qué trataba Norteamérica.<br />

Escribe Serrin: «Un puñado de pastores activistas se reunieron a lo largo de la ruta de Carlos llevando<br />

tomates, y el jefe de policía Kelley supuso, no sin razón, que iban a lanzarlos al príncipe. O en el lenguaje<br />

autóctono de Monongahela, ``tomatearlo''». El motivo de esta mala hospitalidad fue una ira creciente contra<br />

el texto <strong>del</strong> discurso <strong>del</strong> príncipe a un grupo de arquitectos reunidos en Pittsburgh en una «conferencia para<br />

rehacer ciudades». La conferencia había sido copatrocinada por el Real Instituto de Arquitectos Británicos.<br />

El sueño de Andrew Carnegie de volverse a unir con la madre patria se estaba haciendo realidad<br />

precisamente en la población más asociada con el nombre de Carnegie. Los británicos tienen en verdad un<br />

gran sentido de la historia.<br />

Los arquitectos reunidos habían estado estudiando los asentamientos de mi valle y recomendando usos<br />

alternativos para sus acerías. Propusieron la conversión de las plantas de acero vacías en salas de<br />

exposiciones para exhibiciones florales. En la audiencia pública, los residentes <strong>del</strong> valle gritaron: «No<br />

queremos flores, queremos empleos. Queremos el valle como era. Esto era el centro <strong>del</strong> acero <strong>del</strong> mundo».<br />

El príncipe Carlos habló a la multitud como alguien que podría hablar a niños, igual como hubiera hablado<br />

si Braddock hubiera vencido y la Revolución nunca hubiera tenido lugar. El resultado fue una gran coalición

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