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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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saltarse la caravana de fin de semana; 12) un horario con la primera (o primera y segunda) hora libre para<br />

que el beneficiario pueda dormir más mientras un amigo o administrador amable le ficha la entrada.<br />

Son posibles muchos más «tratos» que estos, la paga extra por ciertos chollos especializados o servicios<br />

pagados después de clase son extras importantes. Así se juega en la escuela el viejo juego de dividir y<br />

conquistar. Cuántas veces recuerdo haber oído: «Despierta, <strong>Gatto</strong>. ¿Por qué debería molestarme? Todo esto<br />

es una gran broma. A nadie le importa. Mantener a los chicos callados, en eso consiste ser un buen profesor.<br />

Tengo una vida cuando vuelvo a casa de esta cloaca». Los tratos tienen mucho que ver con esa actitud y los<br />

mejores tratos de todos van a los que se hacen reconocer a sí mismos como expertos. Como hizo el doctor<br />

Caleb Gattegno.<br />

Hoy un intelectual egipcio hace tiempo olvidado, Caleb Gattegno disfrutó de un breve moda en los 60 como<br />

inventor de un <strong>sistema</strong> de lectura basado en el uso de señales no verbales de color para ayudar a la lectura.<br />

Lo trajeron a la escuela secundaria en que trabajaba en 1969 para demostrar cómo su <strong>sistema</strong> resolvía<br />

problemas aparentemente intratables. Esta demostración <strong>del</strong> famoso personaje me produjo tal impacto que<br />

treinta años después aún le podría conducir vendado a la sala <strong>del</strong> sótano de la calle 77 Oeste donde<br />

veinticinco profesores y administradores se apretujaban en la fila posterior de una aula para ser tocados por<br />

esta magia. Tenga en cuenta que sólo recuerdo la demostración, no puedo recordar la idea en absoluto. Tenía<br />

algo que ver con el color.<br />

Incluso ahora al menos aplaudo el valor de Gattegno. Un extraño que se enfrenta a una nueva clase tiene<br />

todos los números para que se lo coman vivo, el desgraciado sustituto es el ejemplo habitual. Pero en su<br />

favor funcionaba otra ventaja <strong>del</strong> aula además de su mágica tecnología de color, la presencia de una multitud<br />

de adultos garantizaba prácticamente una hora de calma. Los niños están familiarizados con los enjambres<br />

de adultos gracias a los días de visita de los padres dos veces al año. Todo el mundo sabe, por una etiqueta<br />

universal no explícita, tener el mejor comportamiento cuando una concentración de adultos extraños está en<br />

la parte de atrás de la sala.<br />

El día designado, a la hora designada, nos reunimos todos para ver al gran hombre comprobar las aptitudes<br />

de los niños. Una atmósfera de excitación llenaba la sala. Según toda la publicidad una revolución<br />

permanente en nuestro conocimiento de la lectura se pondría pronto de manifiesto. Finalmente, con un<br />

completo séquito de agentes de fundaciones y grandes burócratas, el doctor Caleb Gattegno entró en la<br />

arena.<br />

No puedo decir exactamente por qué sucedió lo que sucedió después. La pura verdad es que no estaba<br />

prestando mucha atención. Pero de repente un griterío ininteligible me despertó. Al alzar la vista, ¡vi la cara<br />

<strong>del</strong> experto visitante cubierta de sangre! Estaba yendo directamente a través <strong>del</strong> gentío hacia la puerta como<br />

si estuviera desesperado por llegar allí antes de que se desangrara.<br />

Como después deduje de relatos de testigos visuales, el doctor Gattegno había seleccionado a una alumna<br />

para cooperar en su demostración, un niña con mente propia. Ella no quería ser el centro de atención en ese<br />

momento. Cuando Gattegno persistió la paciencia de ella se agotó. Lo que aprendí en una clase de<br />

mecanografía de Harlem años antes, el famoso intelectual egipcio lo aprendía ahora en una escuela situada<br />

entre los más caros inmuebles de la Tierra.<br />

Casi inmediatamente después de que ella pasara sus largas uñas por sus ilustres mejillas, el doctor iba a la<br />

carrera, saliendo de la sala rápidamente, precipitándose escaleras arriba en la historia egipcia. Quedamos por<br />

allí, incapaces de contener observaciones cínicas. Lo que no conseguí oír, entonces o posteriormente, fue<br />

una simple palabra de simpatía por su trabajo. El rumor <strong>del</strong> incidente viajó rápidamente por las tres plantas<br />

de edificio, el suceso fue analizado durante días.<br />

Debería estar avergonzado de decirlo, pero sentí rastros de regocijo por su infortunio, por el dinero gastado,<br />

por la mortificación temporal de gente importante. Ni una palabra se volvió a decir sobre Gattegno en mi<br />

presencia. Leí algunas páginas de su <strong>del</strong>gado volumen y las encontré inteligentes, pero por una razón<br />

inexplicable no pude reunir suficiente interés para seguir leyendo. Probablemente porque no hay ningún

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