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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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Éramos muy aficionados a la discusión y muy deseosos de refutarnos uno a otro, con turnos de réplica<br />

basados en la contradicción. [Aquí Franklin aconseja no usar la dialéctica con amistades o en reuniones<br />

sociales] Lo había tomado [el hábito dialéctico] leyendo los libros de mi padre sobre disputa religiosa [...]<br />

Comenzó una cuestión, entre Collins y yo, de la adecuación de la educación <strong>del</strong> sexo femenino para el saber<br />

y sus habilidades para el estudio. Él pensaba que era incorrecto [...] Yo tomé la postura opuesta.<br />

Poco después de que comenzara a discutir, comenzó también a leer el periódico más elegante de la época, el<br />

Spectator de Addison y Steele:<br />

El modo de escribir me pareció excelente y quise, si era posible, imitarlo. Con ese objetivo tomaba algunos<br />

artículos, y tras confeccionar algunas pistas sobre el sentido de cada frase, las dejaba algunos días, y<br />

entonces, sin mirar el libro, intentaba completar los artículos de nuevo, expresando extensamente cada<br />

sentimiento insinuado, y de forma tan completa como había sido expresado antes, en las adecuadas palabras<br />

que me llegaran. Luego comparaba mi Spectator con el original, descubría algunas de mis faltas y las<br />

corregía.<br />

Este método fue mo<strong>del</strong>ado mientras trabajaba sesenta y cuatro horas por semana. Para aprender elocuencia<br />

sólo está Ben, su determinación y el Spectator, ningún profesor. Por ejemplo, al hacer reescrituras, Franklin<br />

llegó a darse cuenta de que su vocabulario era demasiado limitado:<br />

Encontré que necesitaba un caudal de palabras [...] que pensaba que debería haber adquirido antes de aquel<br />

tiempo si me hubiera dedicado a hacer versos; porque la continua aparición de palabras <strong>del</strong> mismo<br />

significado, pero de longitud diferente, para ajustar la medida, o de diferente sonido para la rima, me habría<br />

puesto en la necesidad constante de buscar variedad, y también habría tendido a fijar esa variedad en mi<br />

mente y a dominarla.<br />

Como buen experimentador intentó una cura casera para su deficiencia:<br />

Cogí algunos relatos y los puse en verso, y tras un tiempo, cuando había olvidado bien la prosa, los<br />

transcribía otra vez a prosa. También a veces revolvía mi colección de pistas [su resumen] y tras algunas<br />

semanas intentaba reducirlas al mejor orden, antes de comenzar a formar las frases enteras y completar el<br />

artículo. Esto era para aprender el método para ordenar los pensamientos. Al comparar mi trabajo<br />

posteriormente con el original descubría muchas faltas y las corregía, pero a veces pensaba [...] que había<br />

tenido bastante suerte para mejorar el método o el lenguaje.<br />

Para cuando tenía dieciséis años Franklin estaba preparado para asumir sus deficiencias en serio con plena<br />

confianza de que podía superarlas con sus propios esfuerzos. Aquí está cómo trató aquel problema con la<br />

aritmética:<br />

Al haber quedado en una ocasión avergonzado por mi ignorancia sobre números, que había sido por dos<br />

veces incapaz de aprender en la escuela, cogí el libro de aritmética de Crocker y lo recorrí todo yo mismo<br />

con gran facilidad. También leí el libro de navegación de Seller y el de Shermy y me familiaricé con la<br />

geometría que contienen.<br />

Este marginado de la escuela nos cuenta que también estaba leyendo el Ensayo sobre el entendimiento<br />

humano de <strong>John</strong> Locke, así como estudiando las artes de la retórica y de la lógica, particularmente el método<br />

socrático de discusión, que le encantó y le intrigó tanto que repentinamente abandonó su anterior estilo<br />

argumentativo, poniéndose la máscara <strong>del</strong> «humilde preguntón escéptico»:<br />

Encontré este método más seguro para mí y muy mortificador para aquellos contra quienes lo usaba. Por<br />

tanto, disfruté con él, lo practiqué continuamente y me hice muy ingenioso y experto en obligar a la gente,<br />

incluso de conocimiento superior, a hacer concesiones, las consecuencias de las cuales no prevían,<br />

enredándolos en dificultades de las que no podían desembarazarse solos y obteniendo así victorias que ni yo<br />

mismo ni mi causa siempre merecían.

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