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John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria

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asumir que los incidentes eran falta de un profesor que ser debidamente introducida en un archivo de<br />

registro acumulativo, el equivalente pedagógico <strong>del</strong> dangan chino.<br />

Había un aspecto gracioso en lo que sucedió a los pocos años siguientes. Yo no tenía problema especial en<br />

tener las cosas tapadas, pero para los profesores que confiaban en el apoyo <strong>del</strong> personal de administración<br />

era una historia diferente. Ahora, si pedían que se les echara una mano, a menudo se les presionaba para<br />

dimitir, o se les cargaba con la tutoría de una mala clase, o peor de todo, se los trasladaba a una escuela aún<br />

más horrorosa a la espera de que se eliminaran ellos mismos.<br />

La mayoría, bajo tal tensión, captó la indirecta y abandonó. Unos pocos tuvieron que ser empujados.<br />

Recuerdo una magnífica profesora de matemáticas, una señora mayor negra con talento y distinciones en su<br />

haber, muy querida y respetada por sus alumnos, señalada para la persecución pública probablemente porque<br />

actuaba como una fuerza moral intratable, un fuerte mo<strong>del</strong>o de profesor con fuertes principios. Equipos de<br />

investigación de la oficina <strong>del</strong> distrito vigilaban diariamente sus clases, tomaban notas afanosamente al<br />

fondo <strong>del</strong> aula, cuestionaban su estilo de presentación abiertamente mientras los niños escuchaban. Esto<br />

continuó durante dos semanas. Entonces la administración comenzó a llamar a sus alumnos a la oficina de la<br />

escuela para interrogarlos, uno a uno, acerca <strong>del</strong> comportamiento de la profesora. Prepararon a algunos<br />

chicos para vigilar sus clases, ¡los instruyeron para buscar cualquier indicio revelador de que era racista! Se<br />

llamó a los padres y se les ofreció la opción de retirar a los chicos de sus clases. Rota por el suplicio, un día<br />

desapareció.<br />

Cuando mi mujer fue elegida para la junta <strong>del</strong> distrito escolar, uno de sus primeros actos fue conseguir<br />

acceso a los archivos privados <strong>del</strong> inspector sin su conocimiento. Algunos de estos registros incumbían a<br />

detalles de casos oficiales de acoso. Docenas de empleados habían sido purgados de forma similar, y<br />

docenas más estaban «bajo investigación» en este gulag de la calle 95 Oeste. Al contactar con estas personas<br />

en privado, llegó a hacerse claro para mí que estaban lejos de ser los peores profesores de por allí. En<br />

realidad algunos eran los mejores. Su relativo valor los había animado a hablar claro sobre asuntos de<br />

principios y por tanto a quedar marcados para la eliminación.<br />

Un director, cuya escuela era el entorno de lectura con más éxito <strong>del</strong> distrito, recibió un trato similar.<br />

Sentenciado finalmente a una Siberia oficial en Harlem, no se le dio ninguna función en absoluto los dos<br />

años que duró antes de abandonar. Su crimen: haber pegado supuestamente a una chica, aunque no había<br />

más testigos de esto que la chica, una alumna que reconoció haber accedido a la sala <strong>del</strong> cuadro de control<br />

eléctrico en el auditorio donde se supone que sucedió el <strong>del</strong>ito. Su crimen real fue su rechazo a abandonar la<br />

metodología de lectura fonética y reemplazarla con una metodología de palabra completa impuesta<br />

políticamente.<br />

Escapé a los peores efectos <strong>del</strong> baño de sangre. Principalmente me preocupaba de mi negocio tratando de<br />

ignorar la carnicería diaria. En verdad no sentía ningún afecto como para que el viejo <strong>sistema</strong> fuera salvado,<br />

y el caos hizo más fácil para mí intentar cosas que funcionaran. En resumen, probablemente hice mi mejor<br />

trabajo durante esos años turbulentos como resultado directo de la curiosa cortina de humo que<br />

proporcionaron.<br />

Pero las cuentas no son tan fáciles de equilibrar en conjunto. Si veía a ordinarios administradores de escuela<br />

como conejos asustados o lacayos <strong>del</strong> <strong>sistema</strong>, los reformadores que veía desfilando diariamente por los<br />

pasillos <strong>del</strong> edificio parecían soldados de tropas de asalto y me ponían los pelos de punta.<br />

En varias ocasiones, esta gente hizo enérgicos esfuerzos para reclutar mi apoyo como aliado activo. Rechacé<br />

educadamente todas esas llamadas. Aunque tenían verdadera fe, para mí parecían salvajes,<br />

desmesuradamente orgullosos de su poder para causar miedo, tan deseosos de arrasar la decencia como a la<br />

gente a la que acosaban como indecente. Sin embargo, simplemente parecía posible que algo bueno pudiera<br />

salir de la reorganización radical en marcha. Sobre eso estaba completamente equivocado. A medida que<br />

avanzaba el proyecto, las escuelas empeoraron notoriamente. Malas al principio, ahora se habían<br />

transformado en algo horrible.

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