John Taylor Gatto Historia secreta del sistema ... - iessecundaria
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Estas cosas eran una visión increíble, animales metálicos de color naranja con gente en sus estómagos, que<br />
lanzaban luminosos reflejos de color al techo de nuestro cuarto de estar por un proceso óptico que a menudo<br />
pensé en hacérmelo explicar, pero que nunca lo hice. Luminosas chispas saltaban de sus ruedas y caían <strong>del</strong><br />
aire que rodeaba los cables de alimentación elevados, marcando nítidos agujeros en los lugares oscuros.<br />
Desde nuestra atalaya, podíamos también ver largos trenes de carga que rugían por el río, enviando una<br />
orquesta de sonidos metálicos y silbidos al cielo. Podíamos ver grandes vapores de paletas que hacían la ruta<br />
<strong>del</strong> río en ambas direcciones, llenando el aire de columnas de vapor blanco.<br />
Desde la mañana temprano hasta tarde la abuela Mossie se sentaba en la mecedora. Se sentaba al lado de la<br />
ventana que daba al río y observaba silenciosamente este espectáculo mecánico de barcos fluviales, trenes y<br />
tranvías: cuatro niveles de movimiento si se cuenta la corriente de tráfico de coches, cinco si se incluye a los<br />
peatones, nuestros vecinos, circulando hacia el Norte y hacia el Sur en la calle Principal por la madrugada.<br />
Rara vez se aventuraba a salir de nuestro apartamento a la calle tras su gran desgracia de quince años antes,<br />
cuando la falta de dinero la obligó a mudarse un día de una gran casa con chimeneas de mármol (nunca se<br />
habló con mi abuelo, ni una palabra, después de aquello, aunque tomaban dos comidas al día en la misma<br />
mesita). El teléfono suministraba suficientes datos nuevos sobre los vecinos, lo bastante como para que<br />
pudiera seguir el tránsito de la civilización que una vez había conocido cara a cara.<br />
Sentarse con Moss en la oscuridad era siempre mágico. Llevar la cuenta de los mecanismos de allí fuera,<br />
cada uno con su propia personalidad, rodando y deslizándose de esa o aquella forma según misteriosas<br />
misiones, viendo a la abuela fumar un Chesterfield tras otro con el que podía escribir palabras<br />
incandescentes en el aire para que yo las leyera, comenzando por mi nombre, Jackie. Vistas de esa forma,<br />
las palabras se hacían apasionantes. Nunca me cansaba de aquello. Imagínenos a los dos sentados allí año<br />
tras año, no manteniendo nunca una conversación reconocible y sin embargo nunca cansándonos de la<br />
compañía <strong>del</strong> otro. A veces Moss me pedía encontrar números en los inspirados gráficos de una excéntrica<br />
tira cómica, Toonerville Trolley, para que pudiera jugar dos centavos con el barbero <strong>del</strong> otro lado de la calle,<br />
que organizaba apuestas en los intervalos que pasaban entre el corte de pelo de sus clientes.<br />
Aunque no manteníamos conversación de ninguna forma habitual, Moss hacía comentarios en voz alta sobre<br />
una gran gama de asuntos, a menudo haciendo alusiones más allá de mi conocimiento. ¿Estaba hablando de<br />
sí misma? Yo a veces reaccionaba y a veces no. A veces preguntaba algo. Tras un intervalo lleno de humo,<br />
ella a veces respondía. A veces me enseñaba adivinanzas sin sentido como: «A titimus, a tatimus, it took two<br />
`t's to tie two `t's to two small trees. How many `t's are in all that?». O trabalenguas como «rubber baby<br />
buggy bumpers» o «she sells sea shells by the sea shore», que se suponía que yo tenía que decir diez veces<br />
de corrido tan rápidamente como pudiera.<br />
A veces eran versos que podrían sonar feos a los oídos modernos como «God made a nigger, He made him<br />
in the night; God made a nigger but forgot to make him white». [Dios hizo un negro, lo hizo en la noche;<br />
Dios hizo un negro, pero olvidó hacerlo blanco]. Sin embargo tengo una buena razón para creer que Moss en<br />
realidad nunca se encontró o habló con ningún negro en toda su vida o abrigó mala voluntad hacia alguno.<br />
Era sólo un juego de palabras, cuyo único significado era jugar con las palabras. Acéptelo, aunque no le<br />
guste.<br />
Sobre el tema de la raza, todos aprendimos a cantar sobre los negros, oficialmente, en tercer curso:<br />
Darktown Strutters Ball, Old Black Joe y otras. Ninguna discusión sobre raza precedía ni seguía: eran sólo<br />
canciones. Antes de que usted concluya que mis recuerdos son tontos y que Mon City debía de ser un lugar<br />
intolerante, necesita saber que su diminuta población contenía la más amplia diversidad de grupos étnicos<br />
que convivían en armonía. Noventa años antes había sido una parada regular en el Underground Railroad.<br />
El granero de la casa Anawalt fue usado con ese propósito durante los años 50 <strong>del</strong> siglo XIX.<br />
Si la idea de Vico en Scienza Nuova es correcta, nos enfrentamos al mundo de formas ante todo implícitas<br />
en nosotros mismos. No puede haber un llenado de pizarras en blanco en educación, ningún vertido de<br />
sabiduría en niños vacíos. Si Vico tiene razón, la Monongahela que le voy describiendo a cuentagotas desde<br />
el fondo de mi memoria <strong>del</strong> río es una ciudad privada, que revela el interior de mi propia mente. Tanto si<br />
cree que la Caída es real o sólo una metáfora <strong>del</strong> sentimiento que tenemos cuando al perder nuestro camino